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En auge, turismo religioso en México

El turismo religioso se ha vuelto cada vez más popular en todo el mundo, y México no es la excepción. ¿Por qué cada vez más personas eligen este tipo de viajes? Según el investigador Enrique Propin Frejomil, los lugares sagrados no sólo atraen a los creyentes, sino que también tienen un magnetismo espiritual que atrae a personas de todas las creencias y orígenes. México es el hogar de una gran cantidad de estos lugares, incluyendo la Basílica de Guadalupe, que rompe récords de visitantes cada año.

Pero, ¿qué hace que estos lugares sean tan especiales? ¿Qué es lo que atrae a personas de todo el mundo a estos destinos espirituales? En esta nota, exploramos el mundo del turismo religioso en México y descubrimos por qué cada vez más personas están eligiendo este tipo de viaje.

El turismo religioso se ha convertido en un segmento en auge. A pesar de lo que se podría pensar, esta modalidad turística no es excluyente, sino que atrae tanto a creyentes como a no creyentes. Según Propin Frejomil, los lugares sagrados con magnetismo espiritual son sitios de concurrencia para personas de todas las creencias.

El potencial no explotado del turismo religioso en México

En México, esta modalidad turística es muy popular, como lo demuestra la cifra de 20 millones de visitantes que la Agencia de Turismo Española registró en la Basílica de Guadalupe durante las festividades del 12 de diciembre. Este número coloca al recinto mariano en el primer lugar de los lugares católicos en el mundo, por encima de Jerusalén, El Vaticano, Lourdes en Francia, y Fátima en Portugal. México cuenta con una amplia gama de lugares con magnetismo espiritual, lo que lo convierte en uno de los destinos preferidos en esta categoría, según diversas revistas especializadas.

México, dijo el también académico de la Facultad de Filosofía y Letras, tiene un potencial de turismo religioso extraordinario producto de su historia y, sin embargo, no se aprovecha del todo.

El fenómeno del aparicionismo, refirió Enrique Propin, ya sea de personas, imágenes u otras manifestaciones tiene en la nación mexicana ese modelo de lugares que son muy visitados; no obstante, la movilidad se centra en un grupo reducido de lugares, normalmente asociados a una capital o una ciudad.

“Se concentra en pocos sitios: la Basílica, en primer lugar; Nuestra Señora de San Juan de los Lagos; el Señor de Chalma; Nuestra Señora de Izamal, en Yucatán, que se potenció con la visita de los pontífices; además de Nuestra Señora de Talpa, Zapopan; el Santo Niño de Atocha, en Zacatecas, que es muy venerado internacionalmente; y Nuestra Señora de Juquila, son los más icónicos”, enumeró.

No pasan de 15, precisó, pero cuando uno rastrea hay opciones que serían promotores de desarrollo de comunidades más alejadas, ¿cuál es el problema?, la accesibilidad al lugar y no tener una infraestructura turística.

El también integrante de la Academia Mexicana de Investigación Turística planteó que si se promovieran otros lugares con ese perfil, “estoy convencido que el turista puede llegar y puede derivarse en una pequeña derrama económica. El potencial se aprovecharía de muchas maneras, la oferta en términos del turismo es amplísima y, sin embargo, es poco explotada”.

En contraste, enfatizó, uno de los cultos emergentes en México que va al alza es el de Santo Toribio Romo, en Santa Ana de Guadalupe, Jalisco, el cual “está ocurriendo exactamente lo mismo que sucedió en Lourdes, en Francia y en Fátima, en Portugal: eran lugares campiranos, rurales por completo, y de pronto se registra el acontecimiento y se transforman”.

El potencial no explotado del turismo religioso en México

El investigador recordó que, al paso de los años, el turismo religioso se reconoce y perfila en dos modalidades: la estrictamente religiosa motivada por la fe; y la determinada por las expresiones de religiosidad popular, referentes a fiestas, rituales, etcétera.

En cuanto a los turistas, delimitó, “hay por lo menos dos modelos: el peregrino devoto y creyente; y en el extremo opuesto el turista secular que puede llegar a ser ateo”.

Sin embargo, acotó, en determinados segmentos sociales de la población podría, el turismo religioso, causar un poco de escozor, pero la práctica ha rebasado ese tipo de percepción y la modalidad de observación o la participación en festividades religiosas y rituales recae, en buena medida, en la variante del turismo cultural.

Es muy difícil discernir, cualitativamente, quién va motivado por la cultura y quién por la religión. Se puede participar como observador; lo que acontece internamente es absolutamente privado, es la experiencia personal tanto de creyente como de quien no lo es. Es un laboratorio social donde concurre cualquier ser humano.

Enrique Propin Frejomil explicó que convergieron algunos factores para el incremento de esta modalidad turística, entre otros que este segmento tiende a crecer en periodos de crisis (guerras, pandemias). Después del 11-S en Nueva York, Estados Unidos, la Organización Mundial de Turismo (OMT) reportó que “dicha actividad se vino abajo, excepto dos variantes del mercado: el de cruceros y el religioso”.

“Recientemente en 2020 se hacían peregrinaciones virtuales hasta Tierra Santa. Y ahí vi que la no movilidad humana no significa la inmovilidad de otros elementos; circularon no solo experiencias, sino dinero y productos. En estas ‘peregrinaciones’ había una sucursal bancaria y se depositaba el donativo, además de que una tiendita virtual ofrecía artículos religiosos, libros, etcétera.”, subrayó.

El Gobierno de México, a través de la Secretaría de Turismo, informó en enero de 2022 que el sector eclesiástico calculó que 40 millones de personas participaron anualmente en peregrinaciones, visitando los principales santuarios nacionales.

Se detalló que el Turismo Religioso en el país generó una derrama económica de aproximadamente 20 mil millones de pesos anuales. De acuerdo con datos de 2019, previos a la pandemia, de la OMT y The World Religious Travel Association, a nivel global existe un desplazamiento anual de 300 millones a 330 millones de turistas que visitan los destinos religiosos más importantes del mundo, a través de 600 millones de viajes nacionales e internacionales, con un gasto aproximado de 18 mil a 20 mil millones de dólares.

UNAM Global

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