Por. Gerardo Galarza
Para los lectores de literatura es un lugar común decir que la ficción pocas veces logra superar a la realidad. No puede ser de otra manera: la imaginación más descabellada siempre tiene su origen de la realidad.
La sorpresa que provoca la ficción es que siempre regresa a los lectores a la realidad, la propia y la de su sociedad. Leer ficción no es evadir la realidad. Al contrario.
Hace algunas semanas leía la novela Los enamoramientos del español Javier Marías. No es una novela reciente, su primera edición data del 2012. Es una novela de amor y crimen o al revés, pero principalmente sobre la impunidad.
Y en México la impunidad impera desde hace muchos años, muchos sexenios, para todos los delitos y sus ejecutores. Sin embargo, sobresale aquella que protege a los homicidas, por lo atroz de su acción.
Según cifras oficiales, en lo que va de este siglo (los gobiernos de Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador) se han cometido 485 mil 788 homicidios dolosos (asesinatos), casi de medio millón de mexicanos (148 mil 979, el 30.7 por ciento del total entre 2018 y 2022), y entre el 93 y 97 por ciento están impunes.
De acuerdo con estadísticas de organizaciones de la sociedad civil de esos homicidios dolosos sólo han sido resueltos y penalizados apenas entre 34 mil, el 7 por ciento (según Impunidad Cero), y 15 mil 500 mil, el 3 por ciento (de acuerdo con México Evalúa). Dicho de otra manera: sólo siete o sólo tres de cada cien asesinos, según la cifra que se quiera, han sido llevados ante la justicia.
Nada que espante a nadie. Al contrario. Y, ni modo, hay que decirlo: un incentivo para la comisión de esos crímenes. Pocos se persiguen realmente.
La reimpresión del 2022 -de Penguin Random House- de Los enamoramientos incluye, casi como un epílogo, una columna, Zona Fantasma, del propio Marías, publicada en la revista El País Semanal, cuyo origen es una relectura de su propia novela. Escribe Marías:
“…la impunidad que cada día más impera en el mundo, o esa es la sensación que muchos tenemos y que crece en nosotros a diario. No sé citar de memoria, pero en Los enamoramientos uno de los personajes dice algo parecido a esto: `El número de crímenes desconocidos supera con creces al de los registrados, y el de los que quedan impunes es infinitamente mayor que el de los que son castigados´. En contra de lo esperable, y de lo que debiera suceder, la justicia parece cada vez más impotente, o más indolente, o más corrupta o conveniente, o más cobarde, o más manipulable, o más susceptible de manipulación y de perversión. Las triquiñuelas para burlarla se multiplican…
“La proporción de asesinatos resueltos, entre los centenares o ya millares cometidos contra mujeres en Ciudad Juárez desde hace quince o más años, es ridícula, lo mismo que de los habidos, también en México, en la llamada guerra contra el narcotráfico (algo así como el 3 por ciento)”.
Otros delitos graves como la desaparición forzada (más de 105 mil casos acumulados) y la extorsión tienen en México índices de impunidad superiores al 98 por ciento.
Como éstos el país tiene otros graves problemas (salud, desempleo, inflación, corrupción, entre muchos) y los mexicanos regresamos al juego del “tapadismo”, transformado en “corcholatazo”, esperando que las soluciones lleguen de un nuevo mesías, tlatoani, caudillo, cacique, líder máximo, señor presidente de la República o como quiera llamársele. Ya vendrá el señor y ahora sí la haremos… otra vez.