Por. Alfonso García Pérez
La primera prueba de que el también llamado “Sudario de Turín” es un fraude, es que tiene plasmado el rostro de un hombre ario, o sea, el de un “blanco mediterráneo”, casi rubio-sajón o güero, de cabellos lacios, y no el de un menudo semita moreno, o judío de piel oscura-apiñonada, y de barba y cabello chinos o muy quebrados. No es el rostro de alguna persona originaria de lo que hoy es Israel, que viviera en el siglo I.
Pero claro, yo lo digo a partir del sentido común, y pienso que mi argumentación es suficiente y convincente. Sin embargo, una decena de investigaciones antropológicas respecto a cómo sería el rostro, la complexión y la anatomía de Jesucristo, en caso de haber existido, vienen al caso para respaldar a mi dicho.
Y lo más reciente, respecto a que el rostro del judío nazareno sería moreno, y que en general sería parte de una etnia semita, y no aria, es el libro “What Did Jesus Look Like?”, de Joan. E. Taylor, de febrero de 2018, de editorial Bloomsbury T&T.
Segundo elemento: las pruebas con Carbono 14, autorizadas por el Vaticano en 1988, a la Universidad de Arizona, al Instituto Federal de Tecnología de Suiza, y a la Universidad de Oxford, determinaron que la sábana es de 600 años de antigüedad.
Y aunque concuerda con la temporalidad, no creo en la versión de que, en el año 1389 el obispo Pierre D’Arcis escribió sobre como esa imagen fue pintada por un artista medieval. Pero de ser así, comprobaría que no se trata de una reliquia del siglo I.
Ahora bien: la silueta deriva de la reacción química que tuvo la tela con algún ungüento con el que estaba cubierto el cuerpo del personaje envuelto. Es más probable que se trate de las primeras pruebas lino-tipográficas que se pudieron hacer durante el renacimiento en Italia, o en el peor de los casos en Holanda. Por eso el teólogo Secondo Pía, al fotografiar al sudario en 1898, descubrió a un negativo perfecto y gritó ¡Aleluya!
Pero por lo pronto, la silueta no deriva de marcas de sangre. Por eso, los teólogos a cargo del sudario, sin explicar cuándo ni cómo, y posteriormente al estudio de Carbono 14, mencionan que si hay rastros de sangre ajenos a la silueta, y aseguran que son de sangre tipo AB. ¿Y por qué no determinaron al ADN de una vez?
Después aparecieron hematólogos católicos para reforzar:
“Los restos de sangre que impregnaron el Santo Sudario de la Catedral de Oviedo son de naturaleza humana y pertenecen al grupo sanguíneo AB, el mismo tipo del analizado en la Sábana Santa de Turín. El descubrimiento lo realizó el hematólogo italiano Carlo Goldoni ampliando 1.200 veces varias fibras de un pequeño fragmento del Sudario de Oviedo. Según el científico, que no hace comentarios sobre las conclusiones extracientíficas de este análisis, la sangre presente en el lino pertenece a una sola persona“.
Pero siguen sin darnos ADN. El colmo es que en los estudios sobre grupos “judíos” de Israel, el tipo sanguíneo menos común es el AB.
Pero de todos modos siguieron apareciendo más forenses católicos:
Los resultados de un estudio, publicado por la prestigiosa revista ‘Plos One’, revelan que el mítico sudario de Turín está impregnado por la sangre de una persona que fue previamente sometida a tortura, lo que apoya la hipótesis de que el lienzo habría cubierto el cuerpo de Jesús.
Los autores del estudio sostienen que la sangre del sudario contiene altos niveles de creatinina y ferritina, nano-partículas presentes en el caso de personas que han sufrido un trauma importante, como la tortura. Elvio Carlino, uno de los investigadores, señala la evidencia de un “gran sufrimiento” y asegura que la víctima fue “envuelta en el paño fúnebre”.
Y tampoco nos brindaron el ADN. Pero para mala fortuna de la iglesia católica, el más reciente estudio de un forense católico no resultó como esperaba:
“Nuestro estudio se suma a la evidencia de que el sudario es un artefacto medieval y no una reliquia sagrada“, le dice a la BBC Mundo, el científico forense Matteo Borrini, investigador en la Universidad John Moores de Liverpool, Reino Unido.
Borrini y su equipo utilizaron el Análisis del Patrón de Manchas de Sangre (BPA, por sus siglas en inglés), que consiste en observar a la distribución de los rastros de sangre para determinar la forma en que posiblemente se produjeron las heridas. Según informó a la BBC, el objetivo no era establecer a la veracidad del sudario, si no experimentar el uso del BPA en reliquias o en paleografía arqueológica.
“Los dos riachuelos (de sangre) en la parte posterior de la mano izquierda del Santo Sudario solo son consistentes con un sujeto de pie con los brazos en un ángulo de 45 grados“. Borrini asegura que la sangre fue agregada después de la silueta.
Según la iglesia católica, el “Sudario de Turín” fue traído en 1578 desde Israel a Turín (hoy capital de la provincia de Piamonte, Italia, con límites con Francia) por Manuel Filiberto, cuando esta ciudad se fijaba como capital del ducado de Saboya, recién independizado de Francia. Y fue el rey de Francia Francisco I (protector de Leonardo en sus últimos años), quien curiosamente conquistó a Saboya y a Turín en el año 1515, con la célebre batalla de Marignano. Y entonces aquí me brinca una liebre narigona.
Turín fue la principal base de operaciones del ingeniero y científico Leonardo, mal llamado “Da Vinci”, pues aunque nació en esa pequeña aldea de la provincia Toscana de Italia, la mayor parte de su trabajo lo realizó en Turín. Por eso me parece reconocer a la marca de la garra de la bestia toscana fallecida en 1519. Entremos pues en materia:
Observen a la prominencia en la nariz del sudario y en la de Leonardo. En el autorretrato de joven adelgazó a su nariz y disimuló un poco a la prominencia, pero allí sigue la prueba. Es la misma estructura que la del sudario con todo y deformidades.
Pero eso si, la forma en que cierran los labios y en su comisura, son muy semejantes las del joven Leonardo y las del rostro del Sudario.
Refuerza a mis sospechas la maldita costumbre de Leonardo de usarse a sí mismo como modelo en sus pinturas, y sobre todo para el caso de sus Jesucristos.
Detalles de la Última Cena. Las narices del Jesucristo y de la Juana Apóstola-Mario Magdaleno. Para ambos personajes es evidente que se basaron en el mismo modelo.
Finalmente, para rematar a mis suspicacias, en una imagen de la pintura de Leonardo sobre un Jesucristo ario “Blanco”, llamada “Salvador del Mundo”, que guarda parecido con el pintor. Es la pintura más cara del mundo (450 millones de dólares) en posesión del príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salman.
Entonces, el hereje de Leonardo se ha divertido haciendo que millones de personas adoren a la imagen de su rostro. Fue un condenadote.
Posteriormente la erudita nos presenta a lo que ella llama la verdadera obra de Leonardo sobre Jesucristo, a la cual también les pido que observen detalladamente a la nariz y a la comisura de sus labios, y coincidirán con mi opinión, de que es el más fiel autorretrato de Leonardo, aparte de que obviamente se parece al rostro del “Sudario de Turín”, y también es muy parecido al Jesucristo de la “Ultima cena”. O la tres similitudes. Checad a continuación a la fotografía que realizó Annalisa di María al dibujo en cuestión:
Ahora comparemos a la reconstrucción al rostro del sudario que hicieron estos teólogos pseudo científicos (checar en el link), con respecto al autorretrato del Leonardo Joven, y con respecto a los otros Jesucristos de Leonardo.
La reconstrucción teológica al rostro del sudario adelgaza y quita deformidades a la nariz, quedando idéntica a la estilizada en el Leonardo joven.
Ahora confrontemos al sudario con la supuesta reconstrucción de los religiosos.
Fotografías tomadas de Wikipedia.
Alfonso Jesús García Pérez. Premiado por Marcela Lagarde, la SOGEM y el Congreso de la Unión por ensayo para erradicar a la violencia hacia las mujeres, 2005. Vocal Ciudadano de Conagua. Coordinador de la federación de asociaciones civiles y cooperativas “Cáñamo Liberación”.