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«REPÚBLICA DE KALY-COATLICUE» Aztlán estuvo en la hoy Ciudad de México. Descubrimiento que cambia la historia

Lámina Uno del Códice Boturini: Glifos de Aztlán y Culhuacan (Cerro de la Estrella) con Hutizilopochtli al interior, en el año uno Pedernal.

Por. Alfonso García Pérez

Y es que de repente “descubrí”, o más bien me percaté, de que “Aztlán” se ubicaba junto a “Culhuacan”, hoy llamado “Cerro de la Estrella” de Iztapalapa, en la hoy Ciudad de México, según la “Tira de la Peregrinación”, conocida como “Códice Boturini”. También descubrí en dicha Tira que la famosa peregrinación de la tribu sagrada “azteca”, comenzó en el Cerro de la Estrella. Serindipity y fin de la historia. 

Este “darme cuenta” tuvo un mérito equivalente al del humilde pescador de Campeche, Rudesindo Cantarell Jiménez, quien casualmente descubrió, en el Golfo de México, al mayor yacimiento de petróleo de México, al percatarse, en 1961, de una gran mancha negra que brotaba del mar, cuando andaba en su lanchita pescando por allí. También mi mérito equivale al del niño danés de 13 años quien descubrió, en abril de 2018, a un gran tesoro vikingo de mil años de antigüedad, que mucho aclara de la historia nórdica. Casualidades que vinieron de analfabetas, aprovechadas por la comunidad científica. 

Pero cuando comenté por escrito, o publiqué en las redes de internet, que Aztlán estaba junto al Cerro de la Estrella de Iztapalapa, todas las personas conocedoras de Historia me dijeron que eso era inexacto, o más bien un error, y cuando insistí: “Así dice LaTira”, fui descalificado, agredido, cuestionado. Me preguntaban: “¿Cuáles son tus fuentes? ¿Cuál fue tu protocolo de investigación? ¿Qué estudios profesionales tienes? ¿Cuáles fueron tu hipótesis, tu marco y tu metodología? ¿Leíste a tales investigaciones y a tales autores expert@s en el tema? ¿Qué sabes de Semiótica?” Y cuándo yo les decía que: “Es que allí dice”, me gritaban furiosos: “¿Cuál es tu porcentaje de lectura del Náhuatl?”.

Pero seguí aferrado y procedí entonces a hojear superficialmente a códices, o fuentes mexicanas del siglo XVI, que narraban hechos previos a la conquista, y en especial, a los relativos a la fundación de Tenochtitlan y del imperio mexica. 

Entonces “descubrí” que todas las fuentes del siglo XVI dicen que la peregrinación azteca comenzó en el Cerro de la Estrella, conocido en ese entonces como Culhuacan. Y que la antigua ciudad tolteca que rodeaba a este cerro era también llamada Culhuacan. Y cuando desperté, Aztlán y Culhuacan seguían allí, juntitos u homologados. Segundo fin de la historia. 

Volví a la carga y volví a comentar “mis descubrimientos”, pero siguieron las burlas, los regaños, y las ofensas. Y yo seguí insistiendo: “Y sin embargo allí dice”. Entonces me dijeron: “Los expertos tienen otros datos” y “Los códices son fuentes posteriores a la conquista, y no podemos creerles al pie de la letra”. Y yo me pregunté: ¿Cuáles otros datos? ¿Datos arqueólogos pudieran ser? ¿Algo fuera de los pocos escritos de las mitologías de los fantasiosos mexicas, editados y más manipulados por lo españoles? 

Entonces descubrí al Proyecto de Investigación Antropológica sobre el Cerro de la Estrella del INAH, el PIACE, una hermosura interdisciplinaria, que me parece la maravilla científica de occidente en este siglo, y que según yo confirmó a mis dichos y que aclaró lo fundamental: Que Culhuacan fue la última ciudad teotihuaca, y la principal fuente de cultura en el Altiplano durante el Epiclásico y el Postclásico. Pero entonces descubrí que eso a nadie le importa, que el PIACE ya fue clausurado e ignorado, y que los divulgadores oficiales omitieron a tales avanzadas investigaciones, para seguir repitiendo el mito moderno de un remoto Aztlán al norte de México o al sur de USA.

Pero aun así yo quise seguir confirmando y aclarando lo descubierto, hasta terminar por elaborar un artículo de 60 cuartillas, que a nadie convence y a muy pocos importa.

Derivado de mis “descubrimientos”, me atrevo a concluir que:

  1. México no significa: “En el ombligo de la luna”, ni “El ombligo del lago de la luna”.
  2. Los aztecas no existieron, solo fueron una leyenda mexica. Obviamente tampoco existieron la águila sobre un nopal devorando a una serpiente, ni Huitzilopochtli.
  3. No hubo peregrinación sagrada alguna.
  4. Tenochtitlan no fue fundada en el año de 1325. Y en rigor, nunca fue fundada. Sólo hubieron asentamientos humanos que se fueron unificando desde Iztacalco hasta las islas en el lago de Texcoco, frente a las costas tepanecas, producto de la expansión de los traidores “policías” contratados por los toltecas – colhuas, o sea, de los mercenarios chichimecas que habían dado un golpe de Estado en Culhuacan.  
  5. Los mexicas quemaron a todos los escritos toltecas y tepanecas, censuraron a esas versiones de la historia del Valle de México, e inventaron una historia nueva a su conveniencia, como imperio militarista recién encumbrado al derrotar a Azcapotzalco.
  6. Hubieron varios mitos mexicas que éstos inventaron para darse legitimidad, de la misma manera en que, varios imperiales imperios imperialistas de la antigüedad, alrededor de todo el mundo, acostumbraron a inventar mitos autolegitimadores.
  7. No hubo influencia cultural proveniente del norte de México ni del sur de Estados Unidos de América a Mesoamérica, ni hacia el centro del país durante la etapa prehispánica, y no hay fuentes chichimecas para la cultura mexica. Es más, nunca hubieron fuentes chichimecas, ni glifos chichimecas, ni arquitectura chichimeca, ni siquiera agricultura chichimeca, ni mucho menos libros o códices chichimecas, salvo las falsificaciones mexicas en lengua tolteca con fines imperialistas, de analfabetas guerreros arribistas ya empoderados, y que ya no se les considera chichimecas, quienes esclavizaron a los escribas colhuas, acolhuas y tepanecas sobrevivientes.
Códice Azcatitlan, Folio 2b: Salida de la Peregrinación Sagrada de las 7 tribus que parte del Cerro de la Estrella.
Asentamientos tepanecas, de Carlos de la Rocha: www.satrapa1.com
Mapa del Lago de Texcoco en los siglos XV y XVI comparado con la Ciudad de México actual.

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