Por. Rodrigo Llanes
En el Centro podemos encontrar establecimientos con mercancías y servicios muy específicos, y que han perdurado en el tiempo. Es fascinante perderse entre las calles de los barrios y encontrar algunos de esos negocios con historia y que ofrecen maravillas. “Trabajar el latón, es un oficio que requiere destreza, creatividad, paciencia, y sobretodo pasión por el oficio. A eso se dedican Mireya Cruz y Sandra Cruz, quienes heredaron de su padre, Rosendo Cruz Martínez, este trabajo tan particular. Don Rosendo, Oriundo de la ciudad de Oaxaca llegó a la Ciudad de México en 1950, pasando por varios empleos, hasta llegar a aprender el oficio que marcaría su vida: “trabajar el latón”. Don Rosendo era una persona muy dedicada a su oficio, cada una de las piezas que trabajaba tenían un toque personal, lo hacía con gusto. En el taller se reciben principalmente piezas para restaurar. Les dan vida a los objetos queridos de las familias por generaciones: camas, cunas, candelabros, candiles, etc. “Es muy lindo ver y escuchar las expresiones de los clientes al ver sus artículos ya restaurados”. También hay que actualizarse, —dice Mireya Cruz— también hacemos piezas sobre diseño. El proceso para trabajar una pieza de bronce es fundir, rebabear, lijar, tornear y soldar (si es necesario), pulir y dar el toque final al barnizar. El latón es un metal maleable, que al pulir brilla como si fuera oro, aunque también su estado avejentado marca la antigüedad de la pieza. El taller lo inició el Sr. Cruz, en el año de 1982, cuando al cerrar el negocio en el que trabajaba, su expatrón no tenía dinero para liquidarlo y le dijo que solo podría darle algunas herramientas y productos que vendían, como ruedas para pulir y costalitos de esmeril. Así con mucho esfuerzo levanto su propio negocio. Tardó un año para poder echarlo a andar. Hasta hace un año Don Rosendo trabajó en él hasta sus casi 90 años, y lo dejó como un gran legado para su familia.”
Y caminando por la Merced podemos encontrar la Plaza de la Belleza, para darnos una acicalada. “Galia Granados Chacón tiene 12 años ejerciendo el oficio de aplicar uñas. Está en la Plaza de las Uñas. Ella estudió para estilista. Dice que es un trabajo muy noble: pueden ejercer desde chicas muy jóvenes hasta señoras mayores y no se necesita tener el físico perfecto. Incluso puede trabajar en compañía de su hijo, sin molestar a la clientela. Sabe hacer de todo: cortes, tintes y permanente pero le gusta mucho más dedicarse a las uñas. Así las clientas siempre salen felices, con sus uñas muy bonitas. En el puesto le ha tocado ver de todo, dice que una vez una compañera le contó a una clienta que no tenía para comprarle una computadora a su hijo y pocas semanas después esa clienta llega con una de regalo. O uno que otro músico de Garibaldi que llega a ponerse una uña de acrílico para tocar la guitarra. Hay mucha gente noble, concluye. Claro, no todo es miel sobre hojuelas, a veces hay cosas tristes. Pero “cada día se aprende algo nuevo”. Vive muy lejos y hace mucho tiempo para llegar a su trabajo, pero chiflando y saludando a todos, al final, concluye “nuestro barrio nos respalda.”
Pero si necesitas la ayuda de los poderes divinos entonces puedes llegar hasta el Mercado de Sonora, donde está Elizabeth Morgan, quien lleva más de 20 años trabajando en pasillo 8 local 182. Y nos cuenta: “Nuestro propósito ante el cliente es hacer lo posible para solucionar todos sus problemas y nunca abandonarlos, sin importar la situación en la que se encuentren, dando un servicio de total compresión y honestidad. Contamos con varios productos entre ellos lo más populares son: veladoras, amuletos, lociones, perfumes, hierbas frescas, medallas, sábilas, esencias y figuras religiosas. La base de toda religión es la espiritualidad y toda religión merece respeto. La religión nos sirve para un crecimiento personal y espiritual.” Sus servicios: Lectura de cartas, lectura de Caracoles, registro de IFA, limpias personales, limpias a casas y negocios y Trabajos negros, blancos, amarres, entierros, entre muchos mas…”