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«RIZANDO EL RIZO» Ambiente, desigualdad y producción: el futuro de una tierra finita

Por. Boris Berenzon Gorn

«La Tierra proporciona lo suficiente para satisfacer las

necesidades de cada ser humano, pero no la de su codicia»

Mahatma Gandhi

Tras la caída del mundo bipolar y el surgimiento de los modelos de liberación económica, fue evidente que uno de los problemas más graves que enfrentamos como humanidad y al que no se le había prestado la importancia necesaria, ni desde el ala capitalista ni comunista, era el tema ambiental. El deterioro causado por la producción moderna, al ser de índole internacional, requería acciones colectivas, medidas de vigilancia, la intervención de científicos, políticos, empresas y sociedad. El cambio climático, la proliferación de basura en mantos acuíferos, la extinción masiva de especias a consecuencia del avance humano son todos problemas que amenazan nuestra supervivencia.

Pero hay que entender que los problemas ambientales son de índole estructural y se encuentran íntimamente relacionados con la desigualdad económica y social, las violencias, el desplazamiento forzado, la trata de personas, entre muchos otros. Por lo tanto, exigen una reconsideración crítica de las medidas que se han llevado a cabo y que a todas luces han sido insuficientes. Hasta ahora, el tema ecológico ha estado asociada a la iniciativa de ONG ’s, fundaciones, grupos internacionales y demás colectivos que cuentan con diversas entradas económicas que les han permitido ganar poder y prestigio. Sin embargo, aún no se ha prestado la suficiente atención a los modelos comunitarios y a la economía circular, a pesar de que su eficacia cuenta con aval histórico. 

Los modelos autosustentables de las comunidades tienen todavía mucho que enseñarnos. Fuera de la pomposidad que envuelve a Greenpeace, las comunidades indígenas cuentan en México y el mundo con una larga de tradición de coexistencia con el espacio, los recursos naturales y las dinámicas cíclicas de su reproducción. A partir de culturas milenarias, las comunidades indígenas aprendieron a explotar la tierra y a reforestarla, a llevar la mejor relación posible con las especies endémicas y a evitar la sobreexplotación tomando en cuenta el tiempo que toma volver a contar con los recursos. Un modo de vida comunitario y autosustentable ha permitido contribuir al ciclo de producción y desarrollar diversas culturas cuyo legado es permanente.

El embate del neoliberalismo tuvo un efecto en las comunidades y su relación con la naturaleza, devastando no sólo los recursos, sino también incrementando la brecha de la desigualdad económica y desarticulando las relaciones sociales. México ha sido el escenario donde la explotación minera—sólo por mencionar un ejemplo—ha arrebatado a los campesinos el derecho sobre las tierras, desecado el agua de ríos y lagos, exterminado bosques, extinguido especies endémicas de flora y fauna y llevado casi a la desaparición numerosas culturas que se habían mantenido durante siglos en armonía con su entorno. Esto no ha ocurrido solo en nuestro país, las luchas por la propiedad comunal son vigentes y tienen un importante componente ambiental.

Esto no significa que para construir una relación saludable con el ambiente sea necesario renunciar a la tecnología y al crecimiento, sino que estos deben ser llevados a cabo de manera responsable. Hoy existe el modelo de la economía circular, que busca evitar la generación de residuos, reutilizando, actualizando, reciclando, pero, sobre todo, cambiando el tipo de relación que el consumidor tiene con los productos y servicios. El problema de fondo es también ideológico: una razón posmoderna de lo fútil, donde todo es volátil, todo se desgasta y se desecha. Hemos optado por productos de un solo uso eliminando su valor, por el desperdicio. Esto impacta no solamente nuestra relación con lo material, sino también el universo emocional y cultural: se eliminó la importancia de la reparación, se privilegia el reemplazo. 

 

El modelo de economía circular es promisorio en tanto que ataca el problema de los residuos y favorece la generación de ideas innovadoras en ciencia y tecnología. Es un reto donde, al ser la empresa quien mantiene la propiedad sobre los objetos, el consumidor se relaciona de manera diferente con ellos. Sin embargo, no debemos perder de vista el foco de la discusión: lo que favorece la desarticulación de los espacios y el deterioro del medio ambiente es el sistema, y si no hay cambios de fondo para detener el daño que produce a nivel social y económico, el tema ambiental será tratado únicamente de forma paliativa, panfletaria, seguirá siendo una excusa para la evasión fiscal en vez de la conservación de un mundo que se está agotando. 

El problema está entonces en la producción, en el trabajo. La acumulación de capital en nuestra era sigue siendo desigual y problemática. Se han implementado medidas—como las de las reformas del sexenio pasado—que obligan a las empresas a “comprometerse con las comunidades”, pero no han modificado la tremenda acumulación de capital que la explotación produce. No se trata de que las empresas exploten los recursos y paguen a las comunidades con una escuela, un hospital o alumbrado público; se requiere de compromisos formales y de la vigilancia constante del Estado para evitar que la iniciativa privada sea devastadora para los pueblos. La producción responsable no sólo no debe devastar los recursos, tampoco debe acarrear males a las sociedades a consecuente de la desigualdad económica y la falta de oportunidades. Es importante tomar en cuenta que educación no es lo mismo que capacitación; se requiere invertir en una educación crítica, no en mano de obra calificada.

Tomando en cuenta estas directrices podemos modificar nuestra relación con el entorno. Aunque es cierto que no todo está en manos de las empresas, pues también las acciones colectivas e individuales pesan, sobre todo porque demuestran que los ciudadanos son capaces de vigilar e involucrarse en el porvenir. Evitar consumir la mayor cantidad de plásticos de un solo uso, afinar el automóvil, desconectar los aparatos, reparar antes de reemplazar, evitar el uso de agentes nocivos para el agua y la atmósfera son prácticas que, si todos llevamos a cabo, pueden ser de gran envergadura. También consumir local, apoyar a los pequeños productores, interesarse por los proyectos comunitarios, involucrarse en los temas vecinales, estas acciones tienen un enorme potencial transformador.

Ilustración. Diana Olvera

Manchamanteles

En los versos que constituyen Pasado en claro de Octavio Paz, están presentes las representaciones inconscientes que reconstruyen mediante la metáfora un no lugar, un espacio que ya no existe, una memoria que sólo existe porque se nombra, los primeros años de una vida que forman al yo. El eterno problema del si en verdad al principio era el verbo. La poesía tiene un valor estético: el texto supera la anécdota. Nos golpea con sólo tres versos: “Del vómito a la sed, / atado al potro del alcohol, / mi padre iba y venía entre las llamas”. Al mismo tiempo ha inventado una madre quimérica e irreal, sólo posible en el universo narrativo: “jilguera, perra, hormiga, jabalina”.

Narciso el obsceno

Cuenta la leyenda que Dorian Gray tuvo una vejez onírica, en sueños Narciso no puede esconderse de la verdad.

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