Por. José Luis Hernández
Y no hay que ir a Europa, Tailandia o Brunéi.
Aquí en la única y famosa colonia Roma está ese Rey, en la mera calle de Colima esquina con Mérida.
Este rey no necesita de coronas ni ropajes elegantes. Se trata de un puesto ambulante, que es un negocio familiar de hace muchas décadas. Empezó frente a un Sumesa y a la fecha es de los pocos que sobreviven en esta gran urbe durante tanto tiempo.
Lo empezó un matrimonio. La esposa hacía los guisados y el marido, en un molcajete gigantesco, el guacamole, único y espectacular. Lo bauticé como el Rey del guacamole, verdaderamente una delicia.
En cuatro huacales de madera ponían una tabla junto a una cubeta que sostenía un paraguas azul, para proteger la comida y a los glotones que acudíamos.
Cuando nos acercábamos al puesto, con habilidad el marido extendía el brazo, daba una tortilla untada con el guacamole. Amarrado al paraguas colgaba una bolsa con chicharrón seco en trozos. Sin mayor ciencia, extendía la tortilla con guacamole y le ponía trocitos de chicharrón con su piquito de gallo, dos hojitas de pápalo, una cucharadita de nopales, la bendición de Dios nuestro señor y pa’ dentro.
Ese taquito abre-hambre, era para apaciguar a la fila de tragones que esperábamos con ansia hacer nuestro pedido de tacos y ahí juntitos todos, en lo más absoluta sencillez, se comía como un Rey.
Este lugar gracias a la obra del Espíritu Santo sobrevive ya con la nueva generación que lo atiende. Ya no hay los originales huacales de madera, ahora es una mesa tipo banquetes, eso sí, sigue el famoso paraguas.
El sabor casi se asemeja al original y los guisados siguen con su oferta diaria: mole rojo, chicharrón en salsa verde, tortitas de papá y de calabaza, picadillo, rajas con crema, arroz con huevo duro, y obviamente su majestad, el Rey… el guacamole…
Si tienen ganas de juntarse con la nobleza, dense una vuelta a esa esquina mágica en el tiempo, en el mero corazón de la Roma.