Por. Adriana Luna
Ana Habib, ingeniera brasileña, llegó a México llena de entusiasmo con una sola misión: enseñar a niños y jóvenes de todos los estratos sociales a amar la robótica. En Latinoamérica, este reto es mayúsculo al observar los bajos niveles de comprensión lectora y de lógica-matemática que son la materia prima para la programación computacional.
Sin embargo, esta mujer confía en que los conocimientos STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics, por sus siglas en inglés) pueden llegar hasta las casas de niños indígenas, aunque tengan piso de tierra y no cuenten con electricidad ¿cómo puede ser? Porque estos pequeñines tienen lo más importante: respeto por la tierra y el medio ambiente, que es uno de los principios que rigen la vida de Habib. Ella y su equipo ganaron un concurso del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) con un proyecto piloto de esas características en Huehuetenango, Quiché, Guatemala (en los límites con México).
Ana reconoce que es un reto porque es pensar en un mundo analógico: sin teléfonos celulares, sin electricidad, sin agua caliente. Pero por muy difícil que parezca, enamoró a los niños guatemaltecos que aprendieron con historias habladas en su lengua indígena (maya, quiché). Maestros nativos grababan la voz en los videos que explicaban cómo crear prototipos robóticos. Entonces, los pequeños salían a buscar piedras, madera, hilo, cartón para hacerlo. Así nació JJ (Juan José), robot hecho de papel, pero que les despertó el deseo de aprender arte, matemáticas, robótica, programación, incluso sin darse cuenta. A esta etapa, Habib le llama “eduteiment”, educar con entretenimiento.
Poco a poco, los niños van subiendo de nivel, por ejemplo, programación arduino y otros robots con lenguajes de programación sencillos para que ellos comprendan con pequeños pasos. Así el conocimiento se va empoderando en su interior y aprenden robótica sin contaminar su entorno.
Este ambicioso proyecto de la empresa iBot4Fun también planea implementar en México. El lenguaje tecnológico puede ser aprendido por jovencitos con alguna discapacidad física o intelectual por la combinación con el arte y la técnica. En Michoacán, Habib becó a un adolescente de 14 años que, a pesar de enfrentar una discapacidad, problemas de conexión de Internet y cambios en su núcleo familiar todos los ha vencido. Y para sorpresa obtuvo el vigésimo lugar en un concurso internacional -en su categoría por edad-, participaron más de 80 estudiantes.
Ana y su equipo sueñan con tener un robot wixárika elaborado con productos reciclados y adornado con chaquiras y diseño ancestral indígena. Mediante un convenio con CONALEP se busca que los componentes utilizados en estos robots sean creados en Jalisco. El reto es que la robótica educativa no sea costosa y les abra el universo a los niños mexicanos.