Por. Bárbara Lejtik
Me encanta nuestra generación, nací en 1972, el pleno corazón de la Generación X. Somos en este momento de nuestra historia los de “en medio“, aun hijos cada vez más conscientes del enorme ejemplo y responsabilidad que nos están legando nuestros padres, testigos de grandes cambios y miembros activos de una transformación histórica.
También somos madres y padres, somos jóvenes madres y padres de jóvenes, algunos ya abuelos, algunos aún empezando y algunos optaron por no serlo y todo es válido y pudimos ejercer nuestro derecho a decidir. En este momento de nuestras vidas, aunque tal vez no seamos los dueños del equipo jugamos como titulares, ya tenemos en nuestro haber un par de buenos goles e historias que contar, cargamos a cuestas anécdotas, rotundos fracasos, dolorosas caídas, y también medallas y sueños logrados.
Las mujeres, a quienes quisiera dedicar este texto, creo somos las grandes heroínas del cuento.
Madres si o no por elección, maestras, jefas, trabajadoras insustituibles de cada empresa, amigas verdaderamente entrañables, dueñas de secretos y confesiones.
Las mujeres que rondamos el famoso quinto piso ya no nos creemos cualquier cuento barato; sin embargo, no hemos perdido la capacidad de amar y emocionarnos, de vibrar con toda la fuerza, de vivir con pasión cada día con sus noches.
Somos protagonistas de nuestras propias historias, sabemos cómo nos hicimos las heridas que nos dejaron cicatrices y las exhibimos con orgullo, nos hemos roto más que un hueso, nos hemos roto el alma y pudimos continuar deteniendo nuestros pedazos con las manos.
Sabemos de olvidar las enseñanzas tóxicas y reconstruirnos en el camino, aprendimos significados y los hicimos nuestros, muchas fuimos educadas con base en la obediencia y la sumisión y vivimos nuestra propia lucha para independizarnos y aprender una nueva forma de vivir, con libertad, con autosuficiencia, nos enfrentamos a viejos prejuicios, decidimos a quien queríamos amar y aprendimos a respetar a quien ama diferente.
Todo esto en tacones, con un hijo en un brazo y el ordenador en otro.
Me encanta lo que somos, me encanta ver a las mujeres de mediana edad y más entrenando para maratones, participando en marchas, dando clases, aprendiendo cosas nuevas, preocupándonos por vernos guapas, ahorrando para irnos de viaje, bailando todos los ritmos, buscando aventuras nuevas.
Si nos sentimos cansadas a veces, nos sentamos un rato, tomamos vitaminas, buscamos un rincón para llorar, un oído que nos quiera escuchar y volvemos más fuertes y poderosas.
Estas somos las nuevas cincuentonas, las que no nos quitamos los años, las que contamos más de una historia, las que nos dolemos ante la injusticia, las que queremos equidad, las que podemos con base en nuestros propios errores dar consejos de vida y los damos con generosidad y cariño, las que compartimos recetas y cantamos en las fiestas sin pena.
Porque estamos vivas, no medio vivas, más vivas que nunca.
Re calculemos el término, no somos mujeres de mediana edad, somos mujeres y medias, con el extra de vida que nos hemos ganado en la batalla.
Y eso, eso se celebra y se aplaude rabiar, subamos al podio y dejemos que las lágrimas fluyan de felicidad porque haber atravesado medio siglo es sin duda una hazaña digna de ovacionar.