Por. Marissa Rivera
Acabamos de ser testigos de cómo la justicia puede ser torcida por órdenes superiores, por influencias de servidores públicos o hasta por incompetencia de los jueces.
Los casos de Alejandra Cuevas y su madre Laura Morán de 96 años de edad, sentaron un precedente de la justicia en México durante la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Aunque el Poder Judicial señale que se está erradicando la corrupción, el abuso y la negligencia de los funcionarios públicos, un solo caso mostró todo lo contrario.
Autoridades judiciales de la Ciudad de México se olvidaron de la justicia, se corrompieron para actuar con dolo y abusaron de un par de víctimas.
La señora Alejandra Cuevas pasó un año y medio encerrada en la cárcel, por la obsesión y el enojo del Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, por la muerte de su hermano Federico en el año 2015.
Estuvo recluida porque el ministerio público le inventó delitos.
Le violentaron sus derechos humanos, no tuvo un debido proceso y no fue juzgada con perspectiva de género. Pero si, aprisionada, durante 18 meses.
Y pudo haber sido sepultada en la cárcel, sino hubiera sido por tres enormes razones.
El amor, las agallas y el pundonor de sus hijos que jamás se dieron por vencidos. Lucharon como guerreros en defensa de su madre. Una mamá que, sin duda, debe estar orgullosa de ellos.
La segunda razón fue una grabación ilegal de una llamada que reveló la colusión del fiscal Gertz Manero con al menos cuatro ministros de la Suprema Corte.
De manera ilegal, también, Alejandro Gertz obtuvo el proyecto de un ministro con el cuál según él, había un acuerdo, pero que el ministro se volteó y no cumplió, para dejar en la cárcel a Alejandra Cuevas como responsable de la muerte de su hermano.
En la llamada, el fiscal advierte que tiene contacto con el ministro presidente de la Suprema Corte y que contaba con el apoyo de hasta cuatro ministros para no dejar pasar el proyecto que pretendía absolver a la señora Cuevas.
Mayor evidencia de la manipulación de la justicia era imposible.
Y la tercera razón, la carta de Julio Scherer Ibarra en la que delata el enojo de Gertz Manero por haberle negado el único favor que le había solicitado: “impedir que su cuñada Laura Morán y su hija, Alejandra Cuevas, lograran un amparo”.
Frente a las pruebas, el poder del fiscal se desmoronó.
Los ministros de la Suprema Corte lo abandonaron y de paso exhibieron a las autoridades capitalinas que se prestaron al abuso de Gertz Manero.
Por unanimidad otorgaron la inmediata libertad a la hija de su cuñada y a la mamá la ampararon
Frente a este desaseado proceso el fiscal deberá tomar una decisión.
Irse y dejar de ser un fiscal incómodo.
O quedarse y ser una piedra en el zapato para López Obrador.
Ante lo ocurrido, el presidente manifestó su respaldo y su confianza hacia el Fiscal General de la República.
Aferrado como es, López Obrador no atenderá los reclamos de separar del cargo a un fiscal mañoso.
Sería doblegarse frente a la oposición.
Pero ya con este son varios los yerros de su administración que pueden ser canalizados por sus adversarios.
Un reacomodo no le vendría mal.
A veces se gana, perdiendo.