Por. Bárbara Lejtik
“Es una tragedia aunque no haya habido muertos”.
Fueron las palabras de Mauricio Kuri, gobernador del estado de Querétaro y vaya que lo es. La batalla campal que se suscitó el pasado sábado 5 de marzo en el Estado Corregidora de Querétaro, en el partido entre Los Gallos Blancos y el Atlas ha dejado además de personas heridas, corazones, familias, prestigios y todo un país, profundamente lastimado.
Corría el minuto 52, en el juego número ocho de la jornada, un partido que no era trascendental para ninguno de los dos equipos en ningún aspecto, cuando en la tribuna se empezó a gestar un enfrentamiento entre las porras de los dos bandos, que al calor del alcohol y los ánimos empezaron a agredirse como muchas veces sucede en este tipo de eventos sin pasar a mayores.
Quince minutos después, todo era un caos, el partido suspendido, la cancha invadida por familias buscando ponerse a salvo y también por aficionados que ya no estaban conscientes de la violencia que había tomado por completo a cada persona involucrada en la pelea.
Violencia colectiva y violencia individual, en donde ya no se frenaban ante nada y ante nadie, en donde no había distinción ni conciencia y solo se trataba de golpear con puños y palos, patear a personas que no conocían aún estando ya inconscientes en el piso, aún viéndolos indefensos, aún habiendo niños cerca, todos se volvieron enemigos de todos. No se trataba solo del color de la camiseta, en una pelea como está corren el mismo riesgo un bando que el otro, sus hijos, sus compañeras, la gente mayor, los asistentes que estaban presentes y que no quería ser parte del pleito, la gente perdió el control sobre sus actos y dejó salir de si una violencia inusitada, seguramente nunca antes experimentada por la mayoría de los protagonistas. Ya no se trataba de defender un equipo, de resarcir una ofensa, la gente golpeaba por golpear, con una furia irracional y absurda.
Las imágenes son dantescas, cuerpos desnudos, molidos a golpes sobre charcos de sangre y gente enardecida pateándolos aún sabiendo que un golpe más podía ser mortal.
¿Qué tiene que haber en la mente de una persona que acude a un estadio a ver un partido de futbol a divertirse y acaba golpeando con brutalidad a otro ser humano que no había visto jamás en su vida y que no le había hecho nada más que apoyar al equipo contrario?
¿Qué tiene que pasar en un colectivo de personas fuera de sí para que no reparen en las familias, en su propia seguridad? ¿Para que pongan su vida en riesgo y no se den cuenta que en cualquier momento se pueden convertir en homicidas y cambiar su historia para siempre?
¿Solo por un gol?
¿Solo por una burla de la porra contraria?
¿Desde cuándo los seres humanos nos odiamos entre nosotros de esta manera?
Ningún conato de violencia es justificable, mucho menos uno sin ningún tipo de precedente.
¡Era un partido de fútbol!
No fue un tema de territorio, no una independencia ni una revolución, no fue por hambre o por hacer valer los derechos de una comunidad.
¿Nadie podía pensar en las consecuencias?
Las imágenes son terriblemente perturbadoras y empezaron a invadir las redes sociales a una velocidad trepidante, prácticamente en tiempo real, los que no estuvimos en el estadio nos enteramos más rápido que los propios asistentes de lo que sucedía y no podíamos dar crédito a lo que nuestros ojos veían.
Los datos los controla cada quien, las especulaciones no se hicieron esperar, se repetía el número 17, supongo yo que por la última noticia de una masacre pública ocurrida en Michoacán y que todavía tenemos muchos en mente, pero era completamente imposible manejar cifras reales, ni siquiera al otro día ni en la semana siguiente, nadie podía asegurar con certeza que hubiese determinado número de heridos y mucho menos de muertos, pero aún así lo aseguraban. Olvidamos la lógica y repetíamos lo que escuchábamos o leíamos sin ponernos a pensar sobre la gravedad de transmitir información sin sustento, aunque muchos aseguren tener la razón hay cosas que son ciertas, no hay forma en un evento tan mediático de esconder 17 o 24 muertos, no se pueden callar a 24 familias, desaparecer los cuerpos en un evento atiborrado de gente grabando todo con su celular, los heridos fueron llevados al hospital general, fueron uno a uno identificados y se mantiene estricto control sobre la información de su estado de salud, así como se evidenciaron los cuerpos heridos, no hay evidencias sobre funerales o desaparecidos ni nada parecido.
El gobernador del estado dio en un comunicado oficial su teléfono para recibir cualquier dato o evidencia en caso de que haya dudas.
A la fecha la información oficial del estado sigue siendo la misma, 22 heridos, dos de gravedad, uno de ellos trasladado al hospital siglo XXI, 22 detenciones, 40 órdenes de aprensión, 31 cateos en seis municipios.
El gobierno promete a la ciudadanía hacer justicia, dar con los responsables y devolver al estado la tranquilidad y la seguridad que siempre lo ha identificado.
El Estadio Corregidora se construyó allá por los años ochentas, expresamente para ser sede del mundial México 86, ha sido testigo de innumerables encuentros deportivos, artísticos y culturales, ha servido como albergue, como centro de acopio, como escenario para conciertos nacionales e internacionales, es más que un recinto de eventos masivos, un icono para el estado de Querétaro que siempre se ha caracterizado por la hospitalidad y amabilidad de su gente. Jamás Querétaro ha sido un estado violento, por el contrario, siempre ha sido reconocido como un lugar de gente pacífica, consiente y amigable.
¿Qué pasó entonces?
¿A quién podemos culpar por este deleznable incidente?
Los cuerpos policiacos fueron insuficientes e ineficientes, o se vieron desbordados por la exacerbada agresividad de la gente, nadie está preparado nunca para algo así, no era un motín ni una manifestación, no va un padre de familia o un grupo de amigos a pasarla bien en un evento deportivo y termina en el hospital golpeado de gravedad y con posibles secuelas de por vida, por alguien que indistintamente y sin razón se deja ir sobre quien sea, mejor aún si no se puede defender.
¿Podríamos mencionar que probablemente los humanos nos encontramos en un caso real de estrés post traumático por culpa de la pandemia de COVID que nos ha tenido a todos bajo la amenaza de muerte durante dos años?
En la historia de la humanidad, después de los episodios traumáticos como guerras, pandemias, desastres naturales, suele venir una etapa de recesión, la gente se encuentra deprimida, frustrada, sin encontrar sentido a sus vidas, se sufren graves crisis existenciales, separaciones, suicidios.
¿Es este episodio de violencia un caso de estrés post traumático?
Estamos los seres humanos llenos de ira, de un resentimiento incontrolable. Sin duda todos tenemos una historia muy triste que contar, todos vivimos pérdidas o estuvimos contagiados, perdimos negocios, trabajos, años de nuestras vidas, el COVID nos trajo rompimientos, crisis familiares y económicas, deterioro en nuestra salud y una baja importante en nuestro nivel de vida, los seres humanos estamos enojados, tristes, mermados.
Es de llamar la atención que los exámenes toxicológicos de la mayoría de los heridos apuntan un exceso considerable de alcohol y drogas en el organismo, lo que ha dificultado en muchos casos los procedimientos médicos, incluso las intervenciones quirúrgicas y por consecuencia la recuperación.
Estaban demasiado intoxicados, demasiado enojados, buscando con quien descargar su furia.
¿La pandemia nos dejó tan lastimados que ya somos incapaces de generar empatía?
¿O simplemente así somos los seres humanos?
Quiero creer que es lo primero, que este comportamiento obedece a una profunda frustración que no estamos sabiendo manejar ni como sociedad ni en lo individual.
Somos en este momento de la historia la especie más agresiva sobre la tierra, una raza inadaptada y violenta que a la menor provocación pierde la paciencia y saca los más bajos instintos de auto exterminio, este fue un caso violencia por violencia y eso no tiene descripción ni nombre.
Querétaro está de luto, el futbol está de luto, México entero está de luto, como bien lo dijo su gobernador, “aunque no haya muertes esto es una tragedia”, porque en este incidente nos vemos afectados todos, nuestras familias, nuestros negocios, porque mostramos una cara al mundo que no es la verdadera, porque recuperar la confianza de los inversionistas y visitantes nos va a costar mucho trabajo, porque era completamente innecesario que esto pasara.
Porque los mexicanos somos gente trabajadora, cálida, positiva, porque las imágenes que ahora invaden las redes sociales y los noticiarios no nos representan, no es lo que somos como país, porque somos una comunidad que ante todo protege a sus niños y a sus familias, porque Querétaro se ha caracterizado siempre por su ambiente cordial y por su civismo. Quien haya visitado Querétaro no me dejara mentir, la amabilidad de su gente se nota en todo, en el transito mejor organizado del país, en las amistades de toda la vida de sus pobladores, en la respuesta tan generosa ante las adversidades, en sus buenos hábitos, en la limpieza de las calles que es ejemplar a nivel mundial y no es más que un reflejo de la educación y las buenas costumbres, del respeto de la gente por si misma, por su estado y por sus visitantes.
Todos los mexicanos queremos que este episodio tan lamentable e injusto que hoy nos llena de vergüenza nos sirva como lección pero no se vuelva un precedente ni eche por la borda toda una historia de trabajo y esfuerzo, que podamos volver a los estadios con confianza y alegría, que el deporte siga siendo el mejor plan de fin de semana, que podamos seguir disfrutando de algo tan bonito como el futbol que nos ha dado tantas y tantas horas de alegría y emoción.
Hoy más que nunca debemos permanecer unidos y mostrar solidaridad, evitar ataques infundados, no dividir y no transmitir información de la que no tengamos plena certeza, no aventurarnos asegurando sobre datos extra oficiales de los que no conocemos el origen y no nos consta que sean fidedignos, no especular, tenemos que actuar con responsabilidad y unir esfuerzos e intenciones, salir adelante, sumar y no restar, comprometernos y hacer lo que mejor sabemos hacer, nuestro trabajo en bien de nosotros mismos y de nuestro país.