Por. Marissa Rivera
Nadie imaginó lo que vendría.
Hace dos años, el 28 de febrero de 2020 apareció en México el primer caso de COVID-19.
Después, miles de muertos y contagios.
Una emergencia sanitaria convertida en la peor pesadilla mundial, que devastó familias, paralizó economías y sacudió la salud de millones de personas.
A 731 días de que inició la pandemia, el dolor y el luto persisten por las más de 500 mil muertes en nuestro país, aunque el gobierno solo reconozca 318 mil 531, hasta ayer, martes.
México ocupa el quinto lugar con más muertes en el mundo. Está entre los primeros lugares en letalidad, en positividad y en muertes de mujeres embarazadas.
Somos el primer lugar en fallecimientos de trabajadores de la salud.
¿Cree usted que la estrategia del gobierno para enfrentar la pandemia ha sido la correcta? Yo tampoco.
Han sido dos años de incertidumbre, de intranquilidad, aunque desde Palacio Nacional nos digan todos los días que la pandemia fue domada -desde abril de 2020 lo ha dicho el presidente-.
Algunas naciones enfrentaron con éxito la crisis más grave de salud pública de las últimas décadas, gracias a sus estrategias.
También lograron la eficiencia en sus sistemas de vacunación con una amplia y suficiente compra de vacunas para inmunizar a su población lo más rápido posible. Lamentablemente no fue el caso de México.
Acá sobraron los pretextos, las mentiras y las verdades a medias.
Los yerros del gobierno federal fueron evidentes desde que comenzó la emergencia sanitaria.
La irrupción de virus exhibió a unas autoridades sin oficio que, en lugar de prepararse para enfrentarla, la desestimaron.
El mismo presidente desdeñó el uso del cubrebocas e invitó a la gente a salir sin miedo, a ir a los restaurantes y a abrazarse, según él, no pasaba nada.
Ya se contagió dos veces y sigue sin usar mascarilla, lo mismo que sus “fieles” funcionarios a pesar de lo contagioso de Ómicron.
Destaca la soberbia, los errores, las omisiones y las contradicciones del responsable de la estrategia para enfrentar la pandemia, Hugo López-Gatell.
Su refugio de “no hay evidencia científica” ha sido la muletilla con la que ha justificado sus declaraciones, contrarias a lo que dicen los estudios y evidencias internacionales.
Mientras que otros gobiernos invirtieron recursos para realizar pruebas, rastreo de contagios y fomentaban o exigían el uso del cubrebocas, en México lo ignoraron.
Así ha sido la estrategia fallida de un gobierno autoritario que ha subestimado a la ciencia y a los científicos.
Donde la única verdad es la de un presidente que se niega a usar cubrebocas, que se siente protegido por sus imágenes religiosas y que, según él, el virus le daba principalmente a los corruptos, a quienes roban o traicionan.
A dos años de la llegada del virus, la vacunación avanza, pero no al ritmo que debería.
Desde Palacio Nacional se insiste que se ha vacunado a la mayoría de los mexicanos mayores de 12 años.
La realidad es que faltan de inocular a más de 42 millones, la mayoría, si, menores de edad. Solo el 61.6 por ciento de la población tiene esquema completo.
Se ha dejado fuera del Sistema Nacional de Vacunación a los menores de entre 5 y 12 años, con el argumento de que no es una población de alto riesgo.
Sin embargo, de acuerdo a datos de la Secretaría de Salud la letalidad de niños de este grupo de edad, es similar o mayor a las de adolescentes de 12 a 16 años (Dr. Arturo Erdely).
Si bien, los contagios han disminuido, los especialistas aseguran que este mismo semestre podría llegar una nueva ola de contagios, por la mutación del virus.
De manera que, si usted no se cuida, ya lo sabe, nadie lo cuidará.
La vacuna es una defensa contra el bicho. Pero no garantiza inmunidad total.
En las últimas dos semanas los muertos han sido en un promedio de 500 diarios.
El luto en México continua.
Ojalá y ya haya pasado lo peor.
Mientras tanto, el dolor se queda y lamentablemente la empatía de las autoridades también.