Por. Ivonne Melgar
El 15 de agosto de 2018, al ser aún presidente electo, López Obrador se reunió con los senadores de Morena para hacerles un encargo y una promesa.
“No soy hombre de compromisos con nombramientos y cuotas”, aclaró. Pero enseguida les pidió designar a Ricardo Monreal, su aliado desde 1996, como coordinador de la bancada.
Tres años después, bajo la acusación de que las derrotas de Morena en la CDMX eran atribuibles al exgobernador de Zacatecas, el Presidente dejó de invitarlo a Palacio Nacional; le transfirió el trato al secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández; abrió la sucesión y lo excluyó de la lista.
Con esa ley del hielo encima, Ricardo Monreal se autodestapó presidenciable y desplegó un activismo mediático, criticando el carácter antidemocrático de las encuestas como método de selección en Morena y el radicalismo presidencial.
Y continuó en su rol de diseñador de acuerdos con la oposición, requisito para concretar las reformas de López Obrador en materia eléctrica, electoral y Guardia Nacional.
Frente a esa fortaleza en la que no tiene competencia, en una acción avalada por Palacio Nacional, el gobernador Cuitláhuac García orquestó en diciembre el encarcelamiento en Veracruz de José Manuel del Río Virgen, secretario de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) de la Cámara alta, hombre de confianza de Monreal y de su gran aliado, el senador Dante Delgado, dirigente de Movimiento Ciudadano.
Fue el disparo de salida de una guerra declarada, a la que pronto se sumaron el propio Presidente de la República y Claudia Sheinbaum, con mensajes de respaldo al gobernador, una vez que se anunció en el Senado que habría comisión para indagar sobre el abuso de poder que los opositores y víctimas diversas padecen en Veracruz.
Y vino un inusual activismo de la jefa de Gobierno con senadores de Morena: Higinio Martínez, alguna vez del primer círculo de Monreal y a quien le han prometido la candidatura mexiquense –aun cuando suena difícil que pueda desplazar a Delfina Gómez–, la visitó con alcaldes de su entidad, y Antares Vázquez, ella sí desde siempre adversa al coordinador, hizo lo propio con la consentida de Palacio.
Ése fue el preámbulo de la adhesión del senador Antonio Álvarez Lima al chat de la bancada de Morena, quien dejó su tradicional bajo perfil para ser el artífice de impugnar esa comisión, junto con César Cravioto, Higinio y Antares.
Las formas en las que se reunieron las firmas de 29 senadores, en contra de las indagaciones que Monreal promovía, quedaron selladas por el detalle de que la carta se subió al mensajero de WhatsApp cuando faltaba un minuto para la 1 de la madrugada del domingo 23 de enero. Lo hizo Álvarez Lima, exdirector del Canal Once y uno de los legisladores más cercanos al vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas.
Fue la primera batalla de una guerra que apenas comenzó y que dejó herido al coordinador ante la evidencia de que 47% de la bancada, de un total de 61 senadores, le dio la espalda bajo el discurso de que estaban siendo leales con los leales del Presidente.
Monreal sabe ahora que muchos fueron colocados en el grupo de “los desleales” a Palacio Nacional sin consultarles si querían ser parte del golpe en contra del jefe de bancada. Y aunque esto lastimó a varios senadores que preferirían no ser rehenes de la sucesión adelantada, es un hecho que el fervor que le tienen a López Obrador será suficiente para que, cuando él lo decida, le retiren el apoyo.
Por eso Monreal se apresuró a reconocer este jueves que carecía del respaldo de los suyos para crear la comisión y la enterró, turnándole la investigación de Veracruz a la Comisión de Derechos Humanos, que encabeza Kenia López Rabadán (PAN).
En contraste, coordinadores e integrantes del PAN, PRI, MC, PVEM, PT y Grupo Plural cerraron filas con el morenista bajo la preocupación compartida de que los radicales de la 4T incurren en abuso de poder y en una persecución política que puede convertirse en el sello del sexenio.
Hoy y mañana, en la reunión de Morena, los gestos de los secretarios Adán Augusto, Marcelo Ebrard, la veracruzana Rocío Nahle y la maestra Delfina; las indirectas de éstos y de los autoproclamados senadores leales, la supuesta neutralidad de Olga Sánchez Cordero, todo será susceptible a interpretación en torno al incierto futuro de Monreal, quien ha decidido, según sus palabras, nunca confrontarse con el presidente López Obrador, pero tampoco someterse a la obediencia ciega.
Los susurros de Palacio apuntan que el relevo llegará a más tardar en mayo.
Hay otra incertidumbre: si el Presidente honrará la promesa pendiente que les hizo a los senadores 41 meses atrás, cuando les encargó a Monreal: “Conmigo, el Ejecutivo no será el poder de los poderes”.
Lo que ya saben en Palacio es que la remoción del legislador más importante del Congreso mexicano adelantaría el aglutinamiento de fuerzas en torno a su eventual candidatura.
Y, como en toda esta historia, el Presidente decidirá.
PD: Tomamos un receso. Nos reencontramos el 19 de febrero.