Por. Citlalli Berruecos
Quiero creer que si algo hemos aprendido después de dos años de pandemia es a esperar, vivir con condicionales y a planear a medias. Nos dicen que “esperar, desespera” y que por eso no hay que hacerlo, pero tuvimos que encerrarnos y darle tiempo a la ciencia para que nos ayudara a salir del hoyo. ¿Recuerdan cómo hace sólo dos años estábamos en casa sin saber de dónde llegaba el bicho y cómo hacerle para curarse si te contagiabas? La angustia por la incertidumbre y desconocimiento del virus era continua. Se ponían tapetes desinfectantes en la entrada de casa y se lavaba todo lo que llegaba en paquetes o bolsas del supermercado, se hacían compras de emergencia que arrasaron con el papel de baño y cubrebocas. Fueron meses en los que sólo se veían gráficas de aumentos de contagios (cosa que ahora vivimos de nuevo con mayor intensidad) y de personas fallecidas, con hospitales llenos. Hace apenas dos años vivimos el miedo a todo lo que da.
En el 2021 vino la lucha por las vacunas. Al principio, hubo quienes pudieron salir al extranjero después de un vía crucis para conseguir citas. Cuando inició la vacunación en mi país, corrían las noticias en las redes de los lugares a los que podían ir y meterse en la fila, o conseguir el domicilio de un conocido para hacerlo. Aun así, me parece que la mayoría esperó a la fecha y hora dispuesta y con buena organización, se lograba el cometido.
Cuando menciono que aprendimos a vivir con condicionales me refiero a que ahora, nuestra vida cotidiana depende de “si pasa esto, ahora hago lo otro”; “si hay incremento en contagios, ahora me quedo en casa”, “si tengo que hacer este trámite y está cerrado, ahora busco la manera de que se pueda hacer en línea y no me afecte”… Y esto va de la mano con la planeación a medias pues cualquier cosa que uno tenga agendado, puede cambiar súbitamente por cualquier razón; como es el caso de las tripulaciones enfermas y de vuelos cancelados. ¿Enojarse? Se entiende la frustración de no cumplir lo que uno quiere, pero, en la pandemia, la gente se enferma, y si se enferman deben curarse, y para ello, deben aislarse.
Y para aprender a esperar, vivir con condicionales y planeación a medias, debemos ser empáticos, responsables y respetuosos. No es válido decir “sólo tengo una gripita”, “¿para qué me hago pruebas si puedo salir positivo?”, “ya me hice una prueba de antígeno y salió negativa hace tres días, sigo con la gripa, ¿para qué otra prueba?”. Tener dolor de garganta y sentir el inicio de un resfriado, en estos momentos, debería ser pensar que se tiene covid hasta descartarlo con pruebas. ¿Porqué? Pues para cuidarse, y si resulta positivo, recuperarse y no contagiar a los demás. El Covid es Covid, no es menos ni más, es una enfermedad que causa muertes. Dependerá de cada persona cómo se defienda ante él, por eso las vacunas son muy importantes.
Me sorprende que se juzga a quien se enferma como alguien irresponsable, como si lo hubiera buscado a propósito y se le culpa de la posibilidad de enfermar a otros. Si bien alguien enfermo contagia, tampoco quiere decir que en ese momento lo sabía, de hecho, muchos casos son asintomáticos. Si alguien anuncia ser positivo, de inmediato se vuelve una cantaleta detectivesca egoísta a su alrededor: “yo estuve con el una hora con cubrebocas”, “¿cuándo empezó?”, “cuántos días lleva”, “seguro fue porque salió con sus amigos”… Debemos aprender a quitarle la etiqueta de culpa a quien está enfermo, pues no sólo se siente mal físicamente, sino que carga un golpe emocional al preocuparse de poder enfermar a otros cuando eso es algo que, estoy segura, nadie quiere hacer. Si no se sabe a ciencia cierta de dónde pudo contagiarse (lo cual es común en estos días), recomiendo que no jueguen al detective, asuman lo que es, deséenle una pronta recuperación, y manténganse atentos a los síntomas.
El hecho de avisar a quienes tuvieron contacto con el enfermo por lo menos cuatro días antes de los síntomas o de ser positivo en la prueba es un acto responsable, y si hay alguna persona que resulte contagiada, no necesariamente fue a causa del enfermo responsable, puede haberse contagiado en cualquier otro lugar. Me sorprende que muchas personas prefieren encerrarse y no decirle a nadie. Supongo que tiene que ver con el juicio inmediato. A quienes lo hacen, se debe agradecer el aviso, estar atento a posibles síntomas y esperar, de nuevo, esperar, a que la prueba negativa sea lo más positivo en la vida.
Recuerden, el contagio se puede dar en cualquier lugar y hora, y si algo es difícil de entender, es que pueda ser con personas asintomáticas o que la carga viral sea menor a la que ofrece como resultado una prueba de antígeno. Una persona puede viajar presentando la prueba negativa de antígeno, dosis completa de vacunación y al mismo tiempo estar enferma. En mi país, ni las pruebas se piden para subirse en un avión. Por ello, es responsabilidad de cada persona la manera en la que se cuida, vacunarse, hacerse varias pruebas si se siente enfermo, aislarse en caso de estarlo, avisar a quienes estuvieron en contacto y curarse para seguir adelante. Es muy importante mantener las reglas básicas de cuidado: cubrebocas, sana distancia, no salir o salir lo menos posible y lavado de manos. La pandemia existe, sigue y aumenta. Mantengo la ilusión de que, si de alguna manera aprendimos a esperar y a vivir con condicionales y planeación a medias, seremos personas más empáticas, respetuosas y responsables entre nosotros. Ojalá así sea.