Por. José Luis Hernández
Hace por lo menos cuarenta años, cuando salía del Metro Chapultepec, me encontraba con esto: todo un microcosmos cultural, los puestos metálicos cubiertos con lonas multicolores para proteger a toda la “parroquiada” de las inclemencias del clima. Y ahí rumbo a la cola para tomar la chombi (combi- pesera) estaban los puestos de tacos de suadero.
A primera vista teníamos que ser muy valientes para comer unos tacos ahí; entre botes de basura, perros callejeros, puestos ambulantes- pero 5 tacos por 10 del águila, es decir el precio, pues uno no podía decir que no, y le entrábamos sin miramientos y sin culpa.
En aquellos años no contaba con gran presupuesto y la oferta era muy tentadora. Los tacos incluían, rábanos, pepinos, nopales y las imperdibles salsas, junto con cebollas cambray, pero algo que llamó mi atención fue un florero del que todos los comensales arrancaban unas hojas verdes y se las comían. ¡Resulta que era pápalo! Su aroma es verdaderamente fuerte y cuando se comían se escuchaban hasta los eructos.
El suadero en sí, es carne de res pegada al costillar. Su preparación es tardada ya que se confita con su propia grasa y agua, hasta que llega a su punto exacto de cocción.
Los tacos de suadero fueron creados en la CDMX y no tienen una gran diferencia entre las miles de taquerías que hay en cada rincón de nuestra capital. Tal vez el sello distintivo de cada taquería, es la salsa. El taquero se la tiene que rifar para darle un toque especial.
Para mi los mejores tacos de suadero se preparan en Los Cocuyos, en el mero corazón de la capital, las salsas son espectaculares y de alto riesgo para flora intestinal.
Hagan memoria cuando se aventuraron a echarse unos de suaperro sin miedo al éxito, ya que cuando la tripa ruge y no hay mucha lana, los de suacán siempre nos sacan del apuro.