Por. Gilda Melgar
Vacuna: virus o principio orgánico que convenientemente preparado se inocula a una persona o a un animal para preservarlos de una enfermedad determinada. RAE.
El prestigioso diccionario estadounidense Merriam-Webster dio a conocer hace unos días la “Palabra del año” 2021.
Su selección se basa en los datos de búsqueda de sus lectores: la palabra más buscada durante este segundo año de pandemia ha sido “VACUNA”. Un vocablo que en nuestros días suena como “música para los oídos” y es sinónimo de esperanza para muchos habitantes del planeta.
Y es que el año de la vacunación masiva contra el Covid-19 se nos inyectó algo más que anticuerpos: la esperanza de seguir en este mundo.
En mayo pasado compartí en esta columna la inmensa emoción que me embargó el día que recibí mi primera dosis de Pfizer. En el verano experimenté aún más tranquilidad cuando mi hija mayor –joven adulta– recibió sus dosis. Y apenas hace unos días, le tocó su turno a mi hijo adolescente. Ahora sí en casa ya todos tenemos la bendita vacuna.
De acuerdo con la página oficial de Our World in Data, hasta octubre pasado “más de 4,288 millones de personas –55% de la población mundial– ya están vacunadas con al menos una dosis”.
Sin embargo, hay una gran diferencia entre continentes. Mientras que en algunos países de África la vacunación apenas ha llegado a 11 por ciento de la población, en otros, como Estados Unidos, ya se administraron las dosis de refuerzo.
Sorprendentemente, según la misma fuente, Latinoamérica (73%) ha superado a la Unión Europea (71%) en el porcentaje de habitantes vacunados con al menos una dosis, ya que, si bien de este lado del mundo las vacunas llegaron mucho tiempo después, son más los habitantes que se toman en serio la pandemia y creen en la eficacia de la vacuna.
En octubre pasado, el movimiento italiano antivacunas salió a las calles para manifestarse en contra del decreto gubernamental que hace obligatorio el “certificado de vacunación” para el trabajo. Los inconformes argumentaban que viola los derechos civiles y la libertad de elección. También a fines de noviembre, miles de belgas y holandeses tomaron las calles en protesta por las medidas oficiales para frenar la cuarta ola de contagios. En ambos casos hubo disturbios y violentos altercados con la policía local.
Sí, el otoño europeo ha estado marcado por el regreso de los contagios y las protestas antivacuna. Es por lo que, en su discurso del adiós tras 16 años en el poder, Angela Merkel se despidió de los alemanes con la súplica del “sí” a la vacuna.
“Nuestra democracia se nutre de la capacidad de examinarse críticamente y corregirse a uno mismo. Vive de la solidaridad y la confianza, además también de la confianza en los hechos y del hecho de que allí donde se niega el conocimiento científico, se difunden las teorías de la conspiración y la agitación”, dijo en un discurso pronunciado el 2 de diciembre.
Y como en todos lados “se cuecen las habas” de la conspiración, supongo que todos contamos con un familiar o amigo “antivacuna” para el cual la palabra del año es sinónimo de “peligro” o “invención”. Más allá de los argumentos biológicos, religiosos o socioeconómicos que sostienen los antivacunas para negarse a la inmunización, parece que un factor común entre ellos es la creencia de que la sustancia puede debilitar su salud, en lugar de beneficiarla.
Además del fanatismo religioso, ignoro qué otro tipo de creencias hay que tener para negarse a las maravillas de la ciencia, especialmente cuando vivimos una época en que las nuevas tecnologías de salud permean nuestra vida incluso en los rituales más cotidianos: compramos artículos con complementos, como la pasta dental con carbón activado, el shampoo con ácido hialurónico, un sérum facial con colágeno, cereal con hierro fortificado para los niños o yogurth con lactobacillus para reforzar las defensas, etcétera.
Es innegable que la creación de la vacuna se convirtió en un halo de esperanza para la humanidad, aunque los expertos adviertan que ésta no garantiza el fin de la pandemia, ya sea por el tiempo que tarda en hacer efecto, como por las posibles consecuencias de relajar las normas de autocuidado o por los ritmos de vacunación en cada país.
Una advertencia que ha quedado más que clara con la aparición de la variante ómicron en Sudáfrica, ahora ya presente en todos lados. Pero, esta misma semana, Pfizer anunció que planea tener lista la vacuna contra esta nueva cepa en marzo del próximo año.
Es cierto, la protección de la vacuna tiene fecha de caducidad y por esa razón el Gobierno federal ya empezó a aplicar las dosis de refuerzo a los adultos mayores. Pero también quedó demostrado que la mayoría de los contagiados postvacuna experimentaron síntomas más leves gracias a su inoculación.
Todavía hace seis meses algunos creíamos que para las navidades íbamos a darle vuelta total a la página del Covid-19. Desafortunadamente, el número cada vez más elevado de contagiados con ómicron parece indicar que “vacuna” seguirá siendo la palabra clave en 2022.