Por. Marissa Rivera
Algunas han arriesgado sus vidas para liberarse de esa degradante práctica.
Otras no tienen más remedio que la sumisión.
Un delito que los “usos y costumbres” de las comunidades indígenas, permiten.
Trata de personas, esclavitud, abuso de menores, como lo quieran llamar, pero una práctica aberrante que sigue vigente en muchos lugares de México.
Angélica es uno de los casos más recientes. Hace cuatro años su suegro pagó 120 mil pesos para que se casara con su hijo, cuando ella tenía 11 años. El joven con el que se casó se fue a trabajar a los Estados Unidos y la dejó sola, por lo que el suegro exigió lo que según él, le correspondía e intentó violarla hasta en cuatro ocasiones. Ella huyó y se salvó de una violación, pero no de la cárcel. Frente a las leyes del pueblo no tenía escapatoria.
El caso de Angélica llegó a los medios y solo así actuó la Comisión Estatal de Derechos Humanos.
Se puso en evidencia la monstruosa injusticia que viven muchas niñas en las comunidades indígenas.
No salíamos del asombro, cuando el fin de semana, en una gira del presidente Andrés Manuel López Obrador, en el estado de Guerrero, justo donde ocurrió el caso de Angélica le preguntaron sobre el tema y molesto respondió que, “la venta de niñas ´no es la regla´, pues en la región y las comunidades hay muchos valores culturales, morales y espirituales.
“Ahora que fuimos a la Montaña unas periodistas, por toda la campaña que se genera, de quienes no conocen las comunidades de las culturas, de los pueblos la pregunta que me hacían es ¿qué nos dice o viene a ver lo de la venta de las niñas, lo de la prostitución de niñas? No, no vengo a eso porque no es la regla”, dijo el presidente.
Sabemos que son miles de casos y aunque fuera solo uno, la respuesta del presidente provoca indignación.
No es la primera vez que el mandatario se refiere de la misma manera en torno a la venta de niñas.
Apenas en mayo pasado, en su “mañanera” los periodistas le preguntaron sobre la venta o canje de niñas en comunidades indígenas del país, principalmente en los estados de Chiapas, Oaxaca y Guerrero.
Ese día, también, sin la mínima empatía con mujeres y niñas que son víctimas, la respuesta del presidente provocó indignación y reclamos.
Lamentó “la venta de niñas en comunidades”. Así, como decir “lo siento”. Y pidió no estigmatizar a las comunidades indígenas del país porque ese tipo de hechos “se dan, desgraciadamente, en todas las clases sociales”.
No se trata de clases sociales. En el ámbito que ocurra se trata de un delito, de una violación, de una salvajada a los derechos de las niñas y de las mujeres.
Ya sea avalado por “usos y costumbres” en las comunidades indígenas o por acuerdos entre otras clases sociales, se trata simple y llanamente un abuso de menores.
Con esas respuestas del Presidente de México, se ve difícil erradicar ese atropello hacia las mujeres. Tristemente.
Es claro, que no se trata de un problema actual, gobiernos anteriores han evadido el tema. Escudados en “usos y costumbres”, permiten la venta de niñas y con ello el matrimonio forzado con una menor, que está prohibido en nuestro país.
De los casi 2 mil 500 municipios que hay en México, 600 son indígenas y de ellos, poco más de 400 se rigen por usos y costumbres, reconocidos por la Carta Magna.
Un deleznable negocio que el presidente evade y subestima: “esta idea de que en las comunidades indígenas sucedan estas cosas, usos y costumbres y que se cometen hechos de barbarie, no debe prevalecer… es clasista y racista la idea de que en las comunidades indígenas ocurren situaciones como la venta de niñas, no corresponde a la realidad”.
Pero la realidad lo alcanzó. En la comunidad de Cochoapa el Grande, Guerrero, Angélica no solo fue vendida por su padre y sufrió intentos de violación de su suegro, también fue encarcelada porque escapó de su agresor.
Angélica que fue encarcelada junto a su abuela de 70 años y sus hermanos menores de edad, ya están libres.
¿No le parece inhumano, señor presidente, que obliguen a niñas casarse con hombres mayores y que sean abusadas sexualmente incluso antes de comenzar a menstruar?
Esa humillación de la que son víctimas es una realidad y es inhumano, aunque usted tenga otros datos.