«EL ARCÓN DE HIPATIA» Rosario Robles: ¿injusticia de género? - Mujer es Más -

«EL ARCÓN DE HIPATIA» Rosario Robles: ¿injusticia de género?

Por. Saraí Aguilar

La justicia y la solidaridad no deben ser selectivas. De lo contrario, se convierte en venganza una y conveniencia la otra. Y esto ha quedado plenamente demostrado en el caso de Rosario Robles.

La semana pasada fueron evidentes los criterios arbitrarios del Poder Judicial. Por delitos que no ameritan prisión preventiva oficiosa, a ella se le niegan los amparos para llevar su proceso en libertad o en prisión domiciliaria, con el argumento de un probable “riesgo de fuga”. La argucia cada vez suena más ridícula después de que se viralizaran las imágenes de otro implicado en un caso de corrupción, Emilio Lozoya, departiendo en lujosos restaurantes sin mayor problema. ¿Por qué la doble vara para ambos acusados?

No deja de llamar la atención la soledad con la que Robles ha llevado su proceso. Si bien se han levantado voces de opositores reclamando por su situación, tal parece que sus antiguos correligionarios –tanto de la izquierda como del PRI– han decidió abandonarla a su suerte (y lo mismo podría decirse de un feminismo que privilegia las diferencias políticas que tiene con ella antes que la exigencia de una justicia de género pareja).

Esto no es una defensa de la inocencia de Robles, la funcionaria, sino un reclamo acerca de cómo la justicia formal y la mediática en casos de corrupción se han cargado esta vez con más fuerza en contra de una mujer. ¿Por el hecho de serlo? Muy probablemente.

Ocurre en otros ámbitos en los que no deja de asombrar cómo el ser mujer determina la forma como se viven los procesos. Como en los casos de las víctimas de violencia sexual, obligadas en los hechos a demostrar que no son las culpables de que las agredieran.

Y en el caso de Robles la inequidad también es un rasgo que sobresale hasta cuando se habla de su vida personal. Su relación con el empresario Carlos Ahumada dio lugar a todo tipo de encabezados insidiosos: “Cartas de amor a Carlos Ahumada”, ”Amor, política y traición”, “Así inició todo”, como si fuese una novelilla de folleto o una serie de Netflix, y no la vida personal de una mujer con derecho a mantener en privado su intimidad. Compárese con el tratamiento que se le da a su exjefe, Enrique Peña Nieto, a quien se le celebra como héroe hasta su más reciente noviazgo.

Y es que la historia de Rosario vende. Sí, vende en un país machista donde se pueden perdonar muchas cosas, menos el competir, pelear y vencer “como hombre” a hombres en un mundo diseñado por ellos, para ellos y de ellos. Y eso es imperdonable.

No hay que confundirse: Rosario Robles debe responder por cualquier irregularidad o ilícito que se le compruebe en su desempeño como servidora pública. Pero esto no impide pensar que quizá su verdadera falta es haberse atrevido a jugar el mismo juego de hombres poderosos, en donde ellos pueden responder a sus reglas no escritas y pactos de caballeros, como los que llevan a que acusados de desfalcos millonarios puedan gozar de “criterios de oportunidad”.

Mientras la justicia no sea una cancha pareja, está plenamente justificado pensar que lo que hoy ella expía es la osadía de haberse batido en la arena política a la par del género opuesto.

¿Qué será más regocijante para una sociedad machista que ver a la otrora poderosa Rosario —la que departía con los hombres más poderosos del país, a quien incluso se le llegó a mencionar como presidenciable– olvidada y sin los alcances que durante años ostentó? ¿Cuántos hombres más, resentidos de sus antiguos correligionarios y opositores políticos, quedarán por ahí que secretamente se regocijan de ver acorralada a la mujer que alguna vez los desafió?

 

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