«TENGO ALGO QUE DECIRTE» La felicidad - Mujer es Más -

«TENGO ALGO QUE DECIRTE» La felicidad

Por. Citlalli Berruecos

Me despertó y me dijo que agarrara sólo uno de mis muñecos y me tapara bien. Era muy tempranito, de mañana, todavía no salía el sol. Todo estaba en prisa. Metí una cobijita, dos juguetes, mi osito viejo, mi cuaderno y los lápices de colores que encontré en una mochilita, esa que me regalaron hace mucho en mi cumpleaños. No sé qué pasa. Mi má ha estado muy rarita desde hace días, diciendo que pronto veremos a mi pá. Pero mi pá esta lejos. Se fue hace muchísimo. A veces, muy poquitas veces, llama y nos dice que nos quiere, que lo que hace es por nuestro bien, que pronto estaremos juntos. Yo casi no me recuerdo de él.

“Apúrale que ya nos anda…” y salí con mi má sin saber que mis cuentos, mis risas compartidas, mi milpa, las frutas y verduras que cosechamos, mis juegos y mi aire se quedaban ahí, esperándome. 

A caminar. Tengo hambre y frío. Cuando le pregunto a mi má que pos pa’ donde vamos, me dice que a la felicidad. ¿Y qué es eso? Llevamos días y semanas, camine y camine, y eso no aparece. Aunque de momento me pongo contenta cuando estoy con otros niños y niñas igual que yo. Entre todos nos contamos lo que dicen los grandes, pero ni así entendemos qué pasa. Somos montones de personas. Muchos hombres, algunos de ellos feos que dan miedo, son los que van hasta delante. A nosotros nos dejan por en medio de la fila que porque hay que protegernos. ¿De qué? Tampoco sabemos. Lo único es que a nuestros pies les salen bolitas con agua que explotan y duelen un montón, que le digo a mi má que no puedo caminar más y sólo me dice que sigamos, que no podemos quedarnos atrás.  

Hoy me dijo que estábamos más cerca. “¿De la felicidad?”, le pregunté. “De tu papá…” y le salieron lágrimas de sus ojos. Era de noche y nos dejaron dormir un rato donde pudiéramos. Por suerte, mi cobijita y mi oso me acompañan, me abrazo de mi má y juntas, bien cerquitas, dormimos, aunque sé que ella apenas y cierra el ojo para cuidarnos.  Hay historias que cuentan los otros niños que son muy feas, y todas pasan cuando se duerme. Por eso, me abrazo a mi má lo más fuerte que puedo.

Pasaron gritando que había que seguirle y que venía la parte dura. Que nos cuidáramos mucho al cruzar. No sé qué íbamos a cruzar, pero sonaba difícil.  “Pase lo que pase, no te sueltes de mi. ¿Entendido?” 

Caminamos y caminamos. Esto de caminar a la felicidad cuesta dolores en todo el cuerpo y sentir que te falta aire para soñar.  De repente, empezaron los gritos y todos a correr… mi má y yo íbamos hacia adelante, el chiste era cruzar lo que fuera, pero había que cruzar. Tomadas de la mano, mi má jalándome para que fuera más rápido, un paso suyo son dos míos… apenas y podía. De repente, frente a nosotras unos señores grandes, con cosas en la cabeza y el cuerpo, como robots con palos en las manos, se acercan a mi má, la agarran entre dos, yo me cuelgo de su mano, trato de abrazarme a su pierna y un monstruo de esos me jala y me arranca de ella. Mi má gritaba mi nombre y yo el suyo y se iba haciendo chiquita. Solo les daba patadas, pensando que podía escapar de sus garras y así me volvería a ella. Nos prometimos no soltarnos, pero lo lograron entre los tres. Lejos, vi cómo metían a mi má a un camión llorando y gritando mi nombre. Me llevaron a otro a donde encontré a algunos de los amigos del camino. Todos lloramos lágrimas de terror. Mi má… mi pá… ¿A dónde nos llevan? No sabemos qué va a pasar. Tenemos mucho miedo.

Ahora si que no sé para qué buscamos ir a la felicidad, si esto es sentir que uno se muere por dentro.

Tapachula, un día de agosto.

 

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