Por. Ivonne Melgar
Hay una lista de problemas de la agenda de las mujeres que el presidente de la República ha minimizado.
En el caso de la eliminación de las estancias infantiles, por ejemplo, argumentó que éstas se prestaban a la corrupción. Lo cierto es que el gobierno federal tiene derecho a construir la política social que mejor le parezca.
Y si bien ahora la oposición en campaña promete recuperar ese programa que operó durante dos sexenios, en lo personal no me queda claro qué tanto está haciendo falta esa modalidad de guarderías y si la población que antes atendía ahora se siente satisfecha o no con la cancelación.
El presidente López Obrador también se ha negado a reconocer que las violencias contra las mujeres requieren de intervenciones deliberadas, como rechazó en su momento que las agresiones domésticas aumentaron en el confinamiento por la pandemia.
No obstante, la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, y otras dependencias del gabinete han reconocido la existencia del problema y despliegan políticas públicas para atajarlo.
Al respecto sabemos que la austeridad en modo “austericidio” está haciendo estragos, pero al menos existen compromisos institucionales frente a una situación ampliamente documentada.
Hasta aquí podríamos decir que el Ejecutivo Federal tiene sus propios puntos de vista y que ventilarlos y exponerlos son facultades de su investidura. Y más cuando se trata de un presidente que, como López Obrador, es líder político de un movimiento que también es partido y cuenta con el respaldo activo de millones de mexicanos.
Pero este mayo el mandatario mexicano agregó a la lista una trivialización de graves implicaciones: la tragedia en las regiones marginadas, donde bajo los llamados usos y costumbres de los pueblos originarios, niñas y adolescentes son literalmente vendidas, incurriendo además en el ya legalmente prohibido matrimonio infantil.
El sábado 22 de mayo tuve la oportunidad de dialogar con la presidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Dulce María Sauri, y gracias a la pregunta formulada por una persona que nos acompañaba en la transmisión, le pedimos su opinión sobre la declaración del presidente López Obrador en ese tema.
La respuesta de la feminista y parlamentaria es digna de reproducción textual y aquí se la comparto, porque toca el tema de fondo cuando el mandatario nos pide colocarnos una venda en los ojos:
“No entiendo, con todo respeto, al presidente de la República. No lo entiendo. Esa falta de empatía para quienes sufren, la vemos una vez más. Es una amarga realidad la venta de niñas, en ciertas regiones del país, asociada no a los usos y costumbres, asociada a la pobreza, porque si nosotros vemos los municipios que diversos reportajes han dado a conocer en los últimos días, vamos a ver que son los municipios más pobres de México.
“Entonces, la pregunta es: ¿este fenómeno se pude revertir? ¿Cómo se revierte? Se revierte con políticas y acciones afirmativas e intervenciones en que les resulte mejor a los padres de familia, aquí habló de los padres, hombres, dejar a las hijas en las escuelas, que venderlas.
“Cuando iniciamos en 1997 el programa que entonces se llamaba Progresa, el programa de Alimentación, Salud y Educación, este programa tuvo la primera política de acción afirmativa en México, que fue darle una beca mayor a las niñas que a los niños, para que las niñas permanecieran en la escuela, para que les fuera atractivo a los padres de familia tener un ingreso seguro en el núcleo familiar, porque la hija seguía yendo a la escuela.
“Porque sí se puede intervenir, sí se puede transformar una realidad que vulnera los derechos más elementales de las niñas en esas comunidades. Por eso me preocupa muchísimo que el presidente de la República, con todo el poder que asocio a la figura presidencial, minimicé o banalicé un problema humano tan grave. Espero que reconsidere esta situación”.
Suscribo: esperamos que reconsidere.