Por. Patricia Betaza
Tu mente lucha por escuchar, pero tus oídos te lo impiden. La vida puede dar giros inesperados en instantes. De pronto te das cuenta de que los sonidos se van perdiendo y que no hay manera humana de atraparlos. Es la vida de Ruben, un baterista al que azares de la vida lo ponen entre las cuerdas y le quitan la posibilidad de hacer lo que más ama: la música del metal. Es la trama de la película El sonido del metal. Gracias a los efectos de sonido -que por cierto este domingo dieron el premio Bafta a lo mejor del cine británico e internacional a tres mexicanos: Michelle Couttolenc, Jaime Baskht y Carlos Cortés– el espectador es partícipe de la pérdida auditiva, de las distorsiones de los sonidos y de la desesperación. En cada segundo se siente esa minusvalía. La pérdida de la audición es también un recordatorio de la importancia de disfrutar cada uno de los sentidos con los que contamos, su trascendencia y que, como decía Susan Sontag, la salud solo la valoramos cuando la perdemos. Efectivamente, ¿quién hace alarde de la importancia de oír y escuchar, de mirar, oler, degustar y tocar? Realmente nos perdemos la oportunidad de valorar estos sentidos porque los creemos seguros. Pero de pronto algo imprevisto puede suceder y dejarnos a oscuras o en silencio. Ruben hace todo lo imposible por recuperar el oído, no solo por el placer musical, sino por seguir en la vida misma. De ahí reconocer a quienes se sobreponen de la pérdida auditiva desde el momento de nacer. La vida es un constante aprendizaje y aún en las peores circunstancias una oportunidad para renacer. ¿De qué depende esa fortaleza? ¿Cómo comenzar a tomar al toro por los cuernos? ¿Se puede vencer el infortunio? Y cuando recuperamos lo perdido….. ¿Es exactamente lo que nos daba sentido a la existencia? El sonido del metal es dirigida por el estadounidense Darius Marder y protagonizada por Riz Ahmed, Olivia Cooke y Paul Raci. Tiene seis nominaciones al Oscar, entre ellas a la mejor película.