Por. Marissa Rivera
El Presidente Andrés Manuel López Obrador hace lo que él quiere. Supone que por ser mandatario tiene ese derecho.
Pero no. Ser el Presidente de México, guste o no, trae consigo responsabilidades que deben ser un ejemplo para los mexicanos.
Por eso se le ha cuestionado, desde que aparecieron los primeros casos de Covid-19 en nuestro país, su llamado a salir a comer a la calle, darse abrazos, usar sus estampas religiosas para alejar al virus y decir que el virus atacaba a los corruptos.
No ha querido ponerse el cubrebocas (solo en aviones comerciales y en su viaje a Washington).
De ahí que llama la atención que después de sus explicaciones para no vacunarse, haya recapacitado y por primera vez habló de poner el ejemplo.
El lunes dijo que no se vacunaría porque sus médicos le indicaron que tenía los suficientes anticuerpos para no contraer, ni contagiar el virus.
Un día después cambió de opinión: “Me voy a vacunar dentro de unos 15 o 20 días, volví a preguntarle a los médicos, y también para, así, disipar dudas, sobre todo para que los que tuvieron COVID, como yo, no esperen tanto y dar ese ejemplo y se protejan”, escribió en su cuenta de Twitter.
Mañana o la próxima semana podría cambiar de opinión, dependerá del momento y de su estado de ánimo. Así es él.
Epidemiólogos han recomendado que quienes se han contagiado de Covid-19 deben vacunarse, solo habrá que esperar dos semanas para hacerlo. Así lo establece la normatividad internacional.
Al final, no importa si se vacuna o no. Es su decisión.
El problema es que es el mandatario de una nación y lo que él haga es el ejemplo para millones de mexicanos que lo apoyan. Por el Covid-19 han muerto más de 205 mil personas y se han contagiado 2 millones 250 mil. Somos el tercer país con mayor número de fallecimientos de todo el mundo.
Lo que si debe hacer el presidente es garantizar que haya vacunas suficientes, que el proceso sea más rápido, que se tenga la capacidad para aplicar el inmunológico.
Resulta incomprensible que las vacunas estén almacenadas porque la logística está rebasada y además hayan rechazado el apoyo del sector privado.
Lo que si debe hacer el presidente es dar certeza a los mexicanos que realmente son inoculados, sin el temor de que se les apliquen vacunas sin ningún antígeno o de aire.
Si, son pocos los casos, pero han salido al escrutinio público. Ojalá y por el bien de muchos que ya se han vacunado, sean los únicos.
El Presidente ordenó una investigación sobre lo que ocurrió para evitar que se repita. Pero no se quedó con las ganas de decir que era muy probable que se tratara de un montaje, que le abrió la posibilidad de tender una más de sus “cortinas de humo”.
Su habitual narrativa culpar a los adversarios, a los malos, “que son capaces de todo” y que muy probablemente lo quieren dañar.
Lo que si debe hacer el Presidente es garantizar que ni él ni los candidatos, funcionarios, legisladores y simpatizantes de su partido Morena, así como los de otros partidos políticos, usen el tema de la vacunación para hacer propaganda política. Porque lo que ya están haciendo muchos, no es más que mezquindad.
Hace unos días, en el parque Naucalli, se pidió un aplauso para el presidente López Obrador y para la presidenta municipal de Naucalpan, la morenista, Patricia Durán Reveles, porque gracias a ellos los adultos mayores pudieron recibir la vacuna contra Covid-19.
Y tampoco faltan las lonas agradeciendo a algún candidato o a algún funcionario público de la llegada de las vacunas.
Habrá que recordarles que es obligación del Estado y que esas vacunas se compran con el dinero de los mexicanos.
Una tarea más para el vilipendiado Instituto Nacional Electoral.