Por. Oscar H. Morales Martínez
Descalificar por descalificar está de moda más que nunca. Sin análisis, sin conocer los hechos, sin atender las particularidades del caso, cualquier persona tiene derecho a opinar y juzgar. Si hubiera Juegos Olímpicos de “criticar”, seguro los mexicanos nos subimos al pódium medallero.
Se está presentando un fenómeno mundial, sobre todo en ciertas regiones y países. La falta de vacunas, la mala implementación de un sistema de vacunación contra el SARS-CoV-2 (COVID) o la deliberada segregación de grupos poblaciones en razón de edad o clase social, está creando el “turismo de vacunación”.
Hace unos días platiqué con un buen amigo español-mexicano, que radica en Madrid y me comentaba que desde allá se ofrecen “paquetes” de viaje a los Estados Unidos para aplicarse la vacuna (una o dos dosis, según el tipo de vacuna), por la lentitud y escasez de vacunas en España. No obstante que cada país europeo decide a quién vacunar, cuándo y dónde, la Unión Europea se encargó de la coordinación de la compra de las vacunas.
Específicamente en España, ha habido una gran disparidad en la aplicación de las vacunas, ya que se dividió por regiones y la cantidad de dosis depende del número de habitantes. Así pues, cada región decide cómo y cuándo administrarlas, por lo que en muchas regiones ha habido retrasos.
Canadá es un caso muy extraño, aunque han adquirido dosis suficientes para vacunar al triple de su población, hasta el momento su sistema ha sido muy restrictivo haciéndolo prácticamente nulo para sus habitantes.
En México, el número de vacunas adquiridas ha sido muy limitado y la política de su aplicación tiene las siguientes prioridades: personal médico, maestros y personas que tengan 60 o más años. Hay un criterio de privilegiar a las personas de las zonas rurales o de escasos recursos, para en las siguientes fases proseguir con el resto de la población.
Nadie puede negar que estos criterios tienen razones sólidas y asistenciales, pero hasta el momento y sin emitir ningún juicio de valor o crítica, la realidad es que la población económicamente activa está segregada.
También existe incertidumbre sobre el volumen de vacunas y el tiempo en que llegarán, por lo que muchas personas dudan si la aplicación de la segunda dosis será de la misma marca y si estará en el plazo suficiente para ser totalmente eficaz.
Sumando el robo de vacunas, el mal manejo en su transporte y distribución, el descuido en su almacenaje, es claro que no podrán aplicarse la totalidad de las dosis que llegan a México, por lo que debe cuantificarse una merma.
Ha sido loable la labor de los voluntarios, personal médico y el Ejército en la aplicación de las vacunas, pero la pregunta latente es: ¿cuánto tiempo faltará para lograr vacunar a toda la población?
Por esa y muchas razones, las personas que actualmente no tienen acceso a la vacuna en México están viajando a Estados Unidos para aplicarse las dosis, porque en ciertas ciudades y lugares específicos no solicitan identificación, ciudadanía e incluso ninguna prueba de domicilio en ese país o restricción de edad (excepto a menores de 16 años).
Por ejemplo, el Hotel Venetian de Las Vegas, Nevada, ofrece a ciertos clientes recurrentes un plan de hospedaje que incluye la aplicación de la vacuna en una famosa cadena farmacéutica. En otras ciudades de Texas, existe cierta facilidad para vacunarse cumpliendo determinados requisitos.
¿Es reprobable vacunarse en el extranjero? Muchas personas así lo piensan y en ello entran resentimientos sociales, envidias, reproches clasistas o simple ignorancia.
Sin embargo, tenemos que entender que la vacunación tiene un efecto más allá de la inmunidad individual, es un acto humanitario en favor de la colectividad. Si una persona está vacunada no solo no podrá contagiarse, también evitará contagiar a más personas y podrá regresar a la vida productiva, impulsar la economía y desde luego llevar una vida social responsable.
Además, vacunarse en el extranjero abre la oportunidad para que los volúmenes precarios de dosis que llegan a México puedan seguir direccionándose a los sectores más desfavorecidos y de más riesgo. Por otro parte, entre más rápido se logre la vacunación universal, más pronto se terminará la pandemia, que es algo a lo que aspiramos todos, de modo que una persona vacunada es una victoria lograda contra esta terrible enfermedad.
Nos debemos congratular con todas aquellas personas que han decidido vacunarse, sea en México o en el extranjero, porque el peor acto de irresponsabilidad social es no vacunarse.
Preferible invertir en un viaje de vacunación al extranjero, que robar vacunas o abusar de cargos públicos para allegarse de ellas en México, eso sí es imperdonable y debe castigarse severamente, porque son actividades que constituyen delitos.
¿Vacunarse en el extranjero es un acto delictivo o va en contra de disposiciones sanitarias locales? Dependerá de la política de vacunación de cada país, pero específicamente en los Estados Unidos, el gobierno federal se encarga de la distribución de vacunas y cada Estado maneja sus propios esquemas de vacunación.
En Florida, es obligatoria la acreditación de residencia, pero siendo un estado en el que su población es “flotante”, bastaría con un comprobante de pago de servicios. En Nueva York han aumentado los casos de canadienses que van a vacunarse, por lo que además de la residencia se exige una prueba de empleo, lo mismo que en California.
En otros estados hay información contraria, por ejemplo, mientras que el gobernador de Texas declaró que “las vacunas están destinados a los texanos”, el Departamento de Salud estatal dice que deben seguirse los lineamientos de los Centros para el Control de Enfermedades del gobierno Federal que indican que nadie debe ser discriminado: “es gratis y no requiere prueba de residencia, ciudadanía o seguro.”
Estamos ante un evento catastrófico mundial inusitado. Así como el mundo se unió para lograr la vacuna más rápida en toda la historia de la humanidad, debe unirse para actuar con “humanismo”. “El acceso a la vacuna debe estar disponible para todos, sin importar dónde viven ni su status migratorio”, dijo Thomas Kennedy, coordinador en Florida de “United We Dream”.
No solo es moralmente correcto, sino que garantiza la seguridad de los propios ciudadanos locales y extranjeros.
Es cierto que todos estamos en el mismo océano, pero navegando en diferente barco. Sin embargo, en este tema en particular, debe ser prioridad de todos los gobiernos del mundo no hacer diferencias ni restricciones y ser más equitativo en la distribución de las vacunas. Quizá pueda generarse un padrón mundial de vacunación y establecer medidas globales que eviten actos discriminatorios.
El Arca de Noé es para todos y entre más rápido entremos, todos nos salvaremos del diluvio.