Por. Gerardo Galarza
“Las mujeres estamos con Félix” Salgado Macedonio, cuentan las crónicas que gritaron las mujeres guerrerenses al inicio de la campaña política del candidato de Morena a la gubernatura de Guerrero, el sábado pasado en Acapulco.
Nada tendría de noticioso si no fuera porque tal candidato está acusado por cinco mujeres por acoso sexual e incluso violación, y varias decenas de legisladoras y mujeres militantes del partido que lo postula firmaron una carta exigiendo el retiro de esa candidatura. (Todavía la noche del domingo 14, en las redes sociales circulaba una nueva carta solicitando firmas de mujeres morenistas contra la postulación y ya se hablaba de “simulación”, imposición” y “traición” de… la dirigencia de su partido, aunque está claro ya que la decisión sobre esa candidatura fue tomada por el inquilino del Palacio Nacional).
La respuesta políticamente correcta de Morena al la primera protesta fue aceptar su requerimiento y anunciar que repondría el procedimiento, una encuesta desconocida entonces, para seleccionar a su candidato, ya para entonces registrado ante la autoridad electoral. Vencido el término de los registros, se levantó la nueva encuesta, oficialmente también desconocida, en la que como se había previsto en días anteriores el candidato impugnado resultó nuevamente ganador, por ser –en términos generales, según Morena- el mejor posicionado y el mejor perfil electoral y, por lo tanto, se ratificó.
Es cierto. O al menos pocos deben dudar que el candidato de Morena a la gubernatura de Guerrero ganará las elecciones. El PRI ya las ganó antes en diversas ocasiones con candidatos más o menos similares de broncos y autoritarios, señores de horca y cuchillo, aunque ciertamente sin esas acusaciones, como por ejemplo Rubén Figueroa Figueroa y Rubén Figueroa Alcocer, entre otros. Tampoco hay nada nuevo bajo el sol, diría el Eclesiastés.
Lo que queda por hacer ante un hecho consumado es que el día de las elecciones las mujeres guerrerenses, y también los hombres, voten contra ese candidato que a juicio de muchas de sus correligionarias es un presunto delincuente; que las abajo firmantes militantes de Morena que denunciaron y protestaron por esa candidatura digan algo ante la decisión y respuesta de su partido, al que debían de renunciar, por simple congruencia.
El escribidor teme que no ocurrirá ni una ni otra cosa: las mujeres protestantes apechugarán la decisión de su líder máximo, como en los tiempos del priismo, hoy renacido y actuante; y los votantes guerrerenses, hombres y mujeres, emitirán su voto por quien se les ordene no desde la dirigencia de su partido, sino desde Palacio Nacional.
No son nuevos tiempos. Los tiempos que se quieren hoy desde el poder son los que se iniciaron en México hace más o menos 90 años. A ellos se quiere regresar y, en algunos ámbitos, ya se regresó.
El principal retroceso, cuando al actual gobierno federal no cumple aún tres años, es la resurrección del presidencialismo más cerril: el sustento de la dominación por del partido oficial (PMR-PRM-PRI) por poco más de 70 años, reencarnado hoy en Morena; la siniestra época de “lo que usted ordene señor presidente”. Ojalá y las morenistas inconformes no vayan a terminar pidiendo disculpas al candidato de su partido.