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«SALA DE ESPERA» Votos y vacunas

Por Gerardo Galarza

Lucrar electoral con una política pública de salud, como lo es la vacunación contra el covid 19, es una de las peores canalladas que puede cometer un gobierno contra sus ciudadanos.

Hasta hoy resulta inexplicable la exigencia, desautorizada por lo menos públicamente, de la presentación de la credencial de elector y la entrega -a funcionarios del grupo propagandístico llamado “servidores de la nación”- de una fotocopia de ella para la aplicación de la vacuna. Ellos además le recuerdan al inoculado que al votar no olvide quién lo vacunó y en algunos casos, ya documentados, hay reparto de volantes de presuntos candidatos del partido del gobierno.

Los ciudadanos mexicanos son personas con más de una decena de documentos personales oficiales (acta de nacimiento, cartilla nacional de vacunación, CURP, número de seguridad social -IMSS, ISSSTE, Ssa-, registro federal de causantes, pasaporte, licencia para conducir, cédula profesional, credencial de Inapam y otros trámites públicos y también privados en los que necesariamente se requieren los datos personales), pero la credencial de elector sigue siendo, para el gobierno y su partido, una especie de tótem para garantizar su triunfo en las elecciones.

La práctica de “recoger” credenciales de elector viene desde la “dictadura perfecta” priista, cuyos gobiernos controlaban los procesos electorales mediante la Secretaría de Gobernación, y tiene su origen y éxito en la incultura política de los ciudadanos, quienes son chantajeados, intimidados, inducidos, observados y también agradecidos a la hora de votar. Y hoy se mantiene vigente, no sólo con la vacunación contra el covid, sino también a través del reparto de despensas y las diversas “becas” gubernamentales, en cuya estructura están esos “servidores de la nación”.

La práctica de “recoger” credenciales para votar era “más entendible” en aquella época de control y en la que el PRI organizaba operativos electorales fraudulentos, conocidos como “ratón loco”, “tamal”, “tacos”, “rellenos”, “carrusel” en las que se utilizaban esas identificaciones y en el mejor de los casos se acarreada a los votantes, previamente condicionados. Habrá que adelantarse y decir que no es lo mismo votar en una casilla de las zonas urbanas (e ilustradas) de las grandes ciudades que en una de la zona rural de cualquier parte del país.

Se supone que hoy sería muy poco probable la implementación de alguno de esos operativos u otros, por las vigentes leyes y estructuras de organización y vigilancia electoral, pero los hechos parecen demostrar que esa corrupción electoral sigue actuante y rampante, si no es así ¿para qué la identificación con la credencial del INE y su fotocopia para una vacuna contra un virus?

Bien, en 1988, durante la campaña presidencial de Heberto Castillo muchos habitantes de zonas rurales e indígenas le confiaban al candidato del PMS que ellos querían votar por él, pero que iban a perder sus despensas y sus apoyos oficiales o que les habían quitado su credencial. La respuesta era: cojan las despensas, digan que van a votar por ellos, pero en la boleta electoral voten por quienes ustedes quieran. Pero, se van a dar cuenta, decían. Y les explicaba que el voto tiene que ser secreto.

Hoy hay que aplicar esa recomendación: si le exigen su credencial de elector y la fotocopian para ser vacunado, pues acéptelo y el 6 de junio vote en secreto por quien usted quiera, inclusive por él que lo vacunó si eso desea, pero libremente.

 

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