Por Bárbara Lejtik
Anoche soñé con ella, con Kamala, no se rían, no recuerdo muy bien los detalles, si yo era ella o si yo trabajaba con ella, pero estaba a su lado y la veía con mucha emoción.
Seguramente fue por tantas veces que vi las imágenes de la toma de protesta, prácticamente fue de lo único que se habló en todo el día.
Y no es para menos, un cambio de presidente en el vecino del norte de lo más polémico e inolvidable, mil razones lo harán memorable por siempre.
Yo me quedo con la imagen de Kamala Harris, con su sonrisa, con su gesto de satisfacción.
Los detalles ya todos los conocemos.
La primera mujer que llega a la vicepresidencia del país más poderoso del mundo y no solo eso, Kamala es afrodescendiente, es más, es sudamericana-afro-hindú descendiente, hija de primera generación de una pareja de inmigrantes, un jamaiquino y una mujer hindú, que llegaron a Estados Unidos buscando un lugar seguro para vivir.
Kamala lleva en cada uno de sus rasgos esta historia, no oculta su origen racial y étnico, por el contrario, resulta impresionante reconocer en sus facciones todo este mestizaje.
Kamala no fue incluida, no recibió un favor por ser mujer, Kamala conquistó este lugar, no es ella la esposa de nadie ni obtuvo un puesto por mandato de igualdad de género.
Ella está allí porque ese lugar es suyo, porque lo trabajó, porque fue la mejor para el puesto y esto me hace olvidar temas que no me encantan como el lenguaje inclusivo o las leyes de inclusión de género.
Ella no necesita que la mencionemos como ella, o él, o elle, no lo necesita, ella no necesita que recordemos los derechos de las mujeres, porque ella es la imagen absoluta del derecho.
Ella no es incluida ni tomada en cuenta, ella simplemente es la nueva vicepresidente de los Estados Unidos.
A nadie le importa el color de su vestido, ni la actitud de su pareja, ni siquiera su nombre de casada es relevante, nadie habla de sus zapatos ni de su peinado. Cuando una mujer llega a la cima solo importa su nombre, puede triunfar con collar de perlas o con traje de astronauta, en tacones o en uniforme militar.
Kamala representa para mí la llegada a la meta, la conquista de la cima, pero un triunfo pacifico, lógico, inteligente; No con lágrimas, no por lástima, no por favores y esto es a lo que todas las mujeres aspiramos.
Por un mundo con muchas más Kamalas y por muchas más mujeres que sean lo que quieran ser en la vida, pero por propia decisión.
Si en mi sueño yo era Kamala o trabajaba a su lado o simplemente la aplaudía desde mi casa es igual de satisfactorio.
Este para mi es el verdadero avance, el único cambio que importa, no sé si Kamala sufrió, si fue segregada por su color y por su género, si logró estudiar y ascender a golpes y mordidas, es muy probable.
Lo que sale en la foto es una mujer triunfante y más allá de eso, un ser humano que logró sus sueños sin importar nada más.
No es negra, no es inmigrante, no es mujer.
Es Kamala.