Por Marissa Rivera
Con algarabía el gobierno anunció la compra de vacunas con diversas farmacéuticas del mundo. De la misma manera celebró el inicio del proceso de inmunización. Razones había de sobra, México fue uno de los primeros países latinoamericanos en iniciar la vacunación.
Sin duda, buena noticia para los mexicanos. Marcelo Ebrard operó con precisión que nuestro país fuera de los primeros beneficiados.
Orondas, las autoridades de salud anunciaron el calendario de vacunación. Primero los trabajadores del sector salud que están en la primera línea de atención a enfermos de Covid-19. Luego los adultos mayores. Después los de 59 hasta 50 y de 49 hasta 40 años. Al final en una quinta etapa, el resto de la población.
Es decir, el primer trimestre de 2022, debería estar vacunado el 70% de los mexicanos mayores de 16 años, para lograr la inmunidad de rebaño.
Pero, era muy pronto para echar las campanas al vuelo. No es lo mismo tener la vacuna, que el esquema de vacunación. Nadie consideró las causas de fuerza mayor que retrasarían la llegada del antígeno al país. Por lo que la meta se alejó.
De por si la logística para distribuir y aplicar las vacunas era un desafío, ahora se presentan obstáculos ajenos para cumplir tal propósito.
Sin embargo, también hay afirmaciones inconvenientes, por no decir engaños, como la del presidente que, según él, México aceptó la propuesta de la ONU para reducir la entrega de dosis de la vacuna Pfizer en beneficio de las naciones más pobres: “Nosotros estuvimos de acuerdo, que nos bajen y luego nos repongan lo que nos corresponde”, mencionó durante una gira por Guerrero.
La realidad es que la farmacéutica cerró su planta en Bélgica para adaptarla y poder tener una mayor capacidad de producción. El retraso en la llegada de vacunas afectará a varios países del mundo, no solo a México.
Ayer llegó el sexto embarque con 219 mil 375 vacunas de la farmacéutica Pfizer, el 54 por ciento de las 400 mil dosis que se tenían programadas. El siguiente cargamento arribará después del 15 de febrero y se compensará el retraso, según informó el presidente.
De manera que a finales de marzo será imposible que estén vacunados todos los adultos mayores, como pretendía el gobierno. Y menos, si se ha vacunado a quienes no son trabajadores del sector salud y que gozan de las influencias o del agandalle.
Los “siervos de la nación”, esos personajes que AMLO ha ocupado para entregar sus dádivas electoreras y que ahora también participan en el Plan Nacional de Vacunación, han sido vacunados con el pretexto de que corren riesgo al recabar datos de los vacunados. Ellos son los encargados de elaborar los padrones que tanto le interesan al gobierno.
Es infame, por decir lo menos, que se les vacune primero a ellos que a los médicos y enfermeros de instituciones privadas, a quienes se les ha relegado en la inmunización, a pesar de atender a pacientes con Covid-19. ¿Será porque ellos no promueven el voto a favor de Morena?
El gobierno puede solo, no necesita ayuda y jamás cedería el control. Por lo pronto ya rechazaron el apoyo que ofreció la UNAM, tanto en el ofrecimiento de ultrarefrigeradores para conservar las vacunas, como en el apoyo para acelerar la vacunación masiva en el país.
“Tenemos capacidad para la vacunación, piensen que son 10 mil brigadas. Sin mucho problema pueden vacunarse tres millones de personas por semana, entonces nos alcanza, siempre y cuando tengamos la vacuna”, acotó el presidente.
También ha rechazado la participación de la iniciativa privada. Nadie, solo ellos. Son tiempos electorales.
Lo cierto es que no hay ninguna certeza ni de la vacunación ni de la contención de los contagios.
Lo único real y tangible es que siguen en ascenso los contagios y muertes. Ayer, una vez más se rompió el récord de fallecimientos por el virus, mil 584 personas en 24 horas.
El gobierno insiste en su estrategia y no la cambiará, el gobierno no se equivoca y si se equivoca, jamás lo reconocerá.
La tarea del gobierno es complicada. Sin embargo, como sociedad no estamos ayudando. Si no nos cuidamos nosotros nadie lo hará. Hospitales saturados, medicamentos que escasean y gente que desdeña el cubrebocas y que sigue asistiendo a fiestas o reuniones. Así, simplemente no se puede contener nada.