«2020: EL AÑO DEL ENCIERRO» El año que perdí la esperanza - Mujer es Más -

«2020: EL AÑO DEL ENCIERRO» El año que perdí la esperanza

 

Por. FERNANDO COCA

Escribir estas líneas ha sido doloroso.

Me inundan las emociones y mi esperanza decrece en la medida en que las consecuencias de la pandemia de la COVID-19 se hacen más presentes en mi entorno.

La muerte de mi madre se da justamente la semana en la que decidieron que debíamos permanecer aislados, confinados en nuestro hogar, dulce hogar, que con el paso de tiempo se convirtió en cárcel para muchos.

Ante ese inmenso dolor, la vida debía continuar, pero creo que nadie estaba preparado para enfrentar los avatares de la pandemia.

Desde el privilegio que me da un empleo estable, una familia que me reconforta, amigos y colegas que están pendientes, y la conclusión de un proyecto desarrollado por años, lo que me hace perder la esperanza es la poca empatía social que vivimos.

Primero, nunca entendimos, y ya no lo vamos a entender, que cada acto personal se traducía en un beneficio y/o perjuicio al prójimo.

Luego comenzaron las quejas de la incapacidad del Zar anticovid por su manejo de la pandemia en lugar de actuar. A muchos les costó trabajo ponerse un cubrebocas, arma letal contra la Covid, según ha demostrado la experiencia científica y salieron a las calles pensando que la palabra del subsecretario era dogma.

Acto seguido, no entendimos que había personas que tenían la necesidad de salir a trabajar todos los días. Comerciantes ambulantes, tianguistas, los que viven del comercio informal, pues. Ellos no tuvieron opción, pero quienes la teníamos, la dejamos para otra oportunidad.

Y no dejamos de festejar los 10 de mayo, los cumpleaños. No nos permitimos aislarnos para no afectar a otros.

El encierro ha golpeado la salud mental de todo mundo. El ánimo ya no está por los suelos, se encuentra en el subsuelo.

Saber que un familiar, un amigo, un vecino o un conocido ha muerto, incluso si no es de Covid, duele más, mucho más que antes. A flor de piel están no solo los sentimientos, sino las frustraciones de que no hay remedio para nuestra mezquina humanidad.

Ya viene la vacuna. Nos ayudará a inmunizarnos contra el virus. Lo que no tenemos es una vacuna que nos regrese la solidaridad, la empatía, el amor al prójimo, la simpatía por la vida.

Como sociedad hemos demostrado que no hay nada más letal que la indiferencia y la falta de acción.

No tengo esperanza de que, como seres humanos, hayamos aprendido la lección.

 

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