«COLUMNA INVITADA» Una mexicana en Chicago - Mujer es Más -

«COLUMNA INVITADA» Una mexicana en Chicago

 

Por Raúl Jiménez Lescas

Somos las esclavas de los esclavos
Somos más explotadas que los hombres.

Lucía Eldine González nació en 1853 en Johnson County, Texas, es decir, a los pocos años en que este estado pasó a formar parte de la Unión Americana, tras la Guerra de Intervención estadunidense contra México en 1847 y la firma de los Tratados de Guadalupe Hidalgo el 2 de febrero de 1848 (mediante el cual México cedió a los invasores los territorios de Texas, Arizona, Nuevo México y la alta California).

Y no eran pocos los mexicanos que vivían en Texas en la transición a su asimilación a los Estados Unidos. Los investigadores calcularon, con base a datos oficiales, que en 1860, sumaban las 12 mil 444 personas, aunque alertaron que era muy difícil saber con exactitud el número de mexicanos por la forma en que los gringos los contaban (“Los nativos de México, de padres mexicanos, no eran enlistados por separado. Por tanto, este sector de mexicanos es desconocido.”).

Pero Lucy Parsons, como se le conocía en el movimiento sindical, se consideraba “mexicana” y sus adversarios y enemigos se referían a ella como una “mujer de color”.

De Lucy se conoce poco de sus años mozos, pero sus biógrafos recuerdan que ella solía decir que era hija de una mexicana (probablemente María del Carmen) y de un indio Creek (quizá de nombre Jhon Waller) y, que a los tres años de edad quedó huérfana, por lo que un tío maternal la crió en un rancho de Texas. Joe Lowndes dice que una reciente investigación arrojó el dato de que probablemente Lucy estuvo esclavizada en ese rancho tejano.

El historiador James D. Cockcroft la definió como “una mujer hispano hablante de mezcla India-Africana-Mexicana, es conocido mundialmente que fue una activista obrera toda su vida.”.

A fines del siglo XIX, el cordón algodonero de San Antonio y Austin (Texas) rivalizaban con el Valle del Río Grande a “lo largo de la frontera, por lo que toca a número de mexicanos residentes. Fue ahí, en Austin, donde Lucy conoció a Alberto Richard Parsons, con el cual se casó en 1871 o 1872 y, años después, procreó dos hijos (Lulú y Alberto Jr.).

Como Parsons era un republicano radical, y su recién fundada familia una mezcla de razas, los tejanos lo obligaron a emigrar. Con las escasa pertenencias y las maletas en la mano, la familia Parsons se trasladó a la ciudad industrial de Chicago en 1873; ahí Lucy abrió una pequeña tienda de ropa quizá por su afición a los campos de algodón y el trabajo de las costureras, para ayudar a la economía del hogar, mientras que Alberto laboraba en un taller de impresión, una vocación que llevaba a flor de piel.

Lucy no sólo tenía cualidades de organizadora y buena ama de casa, le tomó gusto a la lectura y empezó a redactar artículos sobre temas diversos en 1878 (sobre los sin techo, los desocupados, los vagabundos, sobre los veteranos de la Guerra Civil y, referentes al papel de las mujeres en la construcción del socialista).

Más adelante, ayudó a fundar la Unión de Mujeres Trabajadoras de Chicago, que en 1882, Los Caballeros del Trabajo la reconocieron y la sumaron a sus filas (en esos años no se permitía la militancia de las mujeres en las organizaciones). Asimismo, participó de la fundación de la Internacional Working People’s Asociation (IWPA), una organización de ideas anarquistas que promovían la “Acción Directa” contra los capitalistas.

En 1885, en plena efervescencia por la jornada de 8 horas, Lucy fue una mujer muy activa en la organización de las costureras de la industria maquiladora (sweat-shops).

Colaboraba con artículos para el periódico La Alarma, que editaba su compañero Alberto R. Parsons. Desde esa tribuna, hizo hincapié en la defensa de los negros. En un artículo publicado el 3 de abril de 1886, denunció que los negros eran víctimas sólo porque eran pobres, y planteó que el racismo desaparecería inevitable con la destrucción del capitalismo.

Durante las movilizaciones de mayo de 1886, acompañó al movimiento obrero desde el primer día. El 1° de Mayo, tomada de la mano de Alberto y sus hijos, desfiló altiva y orgullosa de pertenecer a la clase obrera industrial.

Durante los sucesos de Haymarket del 4 de mayo, junto a sus pequeños (Lulú de 8 años y Alberto Jr., de 7 años) y su esposo, estuvo en el Salón Zept’s, por lo que nada tuvieron que ver ni ella ni su esposo, en el lanzamiento de la bomba que mató al policía Degan, razón por la cual se inculpó a los Mártires de Chicago a morir en la ahorca o purgar largas cadenas en la cárcel.

Al presentar su propia defensa, el inculpado Oscar W. Neebe, narró cómo ocurrían las cosas tras los sucesos de Haymarket: “En la mañana del 5 de mayo (1886) supe que habían sido detenidos Spies y Schwab y entonces fue también cuando tuve la primera noticia de la celebración del mitin de Haymarket durante la tarde anterior. Después que terminé mis faenas fui a las oficinas del Arbeiter Zeitung, en donde encontré a la esposa de Parsons y la señorita Holmes. Cuando iba a hablar con la primera de dichas señoras, entró de pronto una manada de bandidos, llamados policías, en cuyos rostros se retrataba la ignorancia y la embriaguez, gentes de peor calaña que los peores rufianes de las calles de Chicago. El mayor Harrison iba con estos piratas y dijo: “¿Quién es el director de este periódico?” Los chicos de la imprenta no sabían hablar inglés, y como conocí a Harrison me dirigí a él y le dije: “¿ Qué pasa, señor Harrison? Necesito -me contestó- revisar el periódico por si contiene algún artículo violento”. Yo le prometí revisarlo y lo hice en compañía del señor Hand, a quien Harrison fue a buscar. Harrison volvió a los pocos minutos y vi bajar la escalera a todos los tipógrafos; otra pandilla de rufianes policíacos entró a tiempo que la esposa de Parsons y la señorita Holmes se hallaban escribiendo. Uno que yo tenía por un caballero oficial dijo: “¿Qué hacéis aquí?” Y la señorita Holmes, respondió: “Estoy escribiendo a mi hermano, que es editor de un periódico obrero.” Al oír esto aquel oficial, la agarró fuertemente por un brazo, y ante las protestas de aquella señorita gritó: “¡Concluye, zorra, o te arrojo al suelo!” Repito aquí estas palabras pura que conozcáis el lenguaje de un noble oficial de Chicago. Es uno de los vuestros. Insultáis a las mujeres porque no tenéis valor para insultar a los hombres. Lucy Parsons obtuvo igual tratamiento, a la vez que le aseguraban que no se publicaría más el periódico y que arrojarían por la ventana todo el material de la imprenta. Cuando oí esto, cuando vi que se pretendía destruir lo que era propiedad de los obreros de Chicago, exclamé: “Mientras pueda haré que el periódico se publique.” Y volví a publicar el periódico; cuando se nos echaron encima los policíacos bandidos y todas las imprentas se negaron a imprimirlo, reunimos fondos y adquirimos imprenta propia, mejor dicho, dos imprentas; se multiplicaron los suscriptores, y en fin, los trabajadores de Chicago cuentan actualmente con todo lo necesario para la propaganda. ¡He ahí mi delito!”.

Por otro relato que nos legó Alberto Parsons (véase su discurso), podemos entender que primero discutió con su esposa Lucy, su posible entrega a la policía y correr la misma suerte que sus compañeros detenidos y juzgados. Todo indica que la tenacidad, entrega y decisión de Lucy fue muy importante para acompañar a su esposo en la lucha sindical histórica de los Estados Unidos.

Tras la detención y el juicio a los inculpados por los sucesos de Haymarket, Lucy recorrió el país (cargando a sus pequeños hijos), generando un gran movimiento en defensa de los inculpados. Un historiador escribió: “La protesta solitaria de Lucy creció hasta alcanzar a millones”.

Tras el ahorcamiento de su esposo, Lucy siguió recorriendo el país, organizando a las trabajadoras y escribiendo para los periódicos sindicalistas.

Contribuyó a la fundación de la organización denominada Defensa Internacional del Trabajo (ILO, por sus siglas en inglés). Participó en las movilizaciones de 1890, cuando se conmemoró por primera vez el 1° de Mayo, en Estados Unidos. En el XX Aniversario del ahorcamiento de los Mártires de Chicago (11 de noviembre), Lucy, recordó en 1907 que las manifestaciones llevadas a cabo en Chicago, “son un gran éxito desde muchos puntos de vista”, ya que notablemente habían participado “un número creciente de gente joven”.

Por lo cual, haciendo referencia a las palabras de Alberto Parsons, escribió: “La voz del pueblo todavía será escuchada”.

El 15 de diciembre de 1911, escribió un balance sobre los efectos que produjo la publicación de Los famosos discursos de los Mártires de Haymarket, donde señaló: “A 18 meses de que los publiqué (..) En este tiempo he viajado de Los Ángeles a Vancouver, de California a la ciudad de Nueva York, dos veces. He dedicado mis energías enteras a los Locales (sindicales)… El resultado es que he vendido 10.000 copias…” y anunció “la sexta edición, con 12.000” ejemplares más.

Lucy afirmó contundentemente: “Miro estos discursos como el pedazo más grande de la literatura de la propaganda (revolucionaria)…”. El 1° de Mayo de 1912, Lucy recordó, en un artículo, la tragedia de Haymarket: “El mitin de Haymarket es referido históricamente como ‘el alboroto de los anarquistas de Haymarket’. No había alboroto en Haymarket a menos que la policía se desenfrene. El Alcalde Harrison asistió al mitin (…). La gran huelga de mayo de 1886 fue un acontecimiento histórico de gran importancia, ya que era la primera vez que los trabajadores mismos habían procurado conseguir un día laborable más corto por la acción unida, simultánea…. Esta huelga fue la primera Acción Directa a gran escala”.

Lucy, adelantándose a su tiempo sentenció: “Por supuesto, la jornada de ocho horas es tan anticuada como las uniones (sindicatos) mismas. Debemos agitar hoy por una jornada laborable de cinco horas”.

En 1913, a los 60 años de edad, fue arrestada por la policía en Los Ángeles, CA., pero recibió una gran solidaridad, especialmente, de los trabajadores de San Francisco, quienes se movilizaron en su defensa. Estuvo presente en la constitución de los Trabajadores Industriales del Mundo (IWW, por sus siglas en ingles), conocidos con el sobrenombre de Wobblies. El congreso fundacional se llevo a cabo en la ciudad de Chicago en 1905.

En 1926, Lucy escribió: “Parsons, Spies, Lingg, Fischer y Engel: ustedes no están muertos. Ustedes están empezando a vivir en los corazones de todos los verdaderos amantes de la libertad. Ahora, después de cuarenta años que ustedes se han ido, miles que entonces eran nonatos, están ávidos por aprender de sus vidas y martirio heroico, y cuando los años se alargan, el más brillante lustrará sus nombres, y ustedes llegarán a ser apreciados y amados.” 

Por el contrario Lucy, sentenció sobre los verdugos de Chicago: “Aquéllos que tan suciamente los asesinaron, bajo los formulismos de ley en una Corte de supuesta justicia, serán olvidados”. 

Terminó su escrito con las siguientes palabras: “Descansen, camaradas, descansen. ¡Todos los mañanas son suyas!”.

En 1927, formó parte del Comité Nacional de Defensa del Trabajo Internacional , que defendió a los activistas sindicales y afroamericanos como Angelo Herndon. Muchos años después, en noviembre de 1937, Lucy recordó la mañana en que llevó a sus dos hijitos a darle el último adiós a su querido Alberto Parsons: “En esa mañana melancólica del 11 de noviembre de 1887, llevé a nuestros dos pequeños niños a la cárcel para darle mi adiós a mi amado. Encontré la cárcel sellada por fuera con cables pesados. Los policías con sus pistolas caminaban por el recinto.

“Yo les pedí que nos permitieran ir con nuestro amado antes de que lo asesinaran. No dijeron nada. Entonces les dije: ‘dejen a estos niños dar a su padre el adiós; déjenlos recibir su bendición. No pueden hacer ningún daño’. “En pocos minutos una patrulla nos detuvo y nos encerraron en la comisaría de la policía, mientras el hecho infernal se consumaba. Oh, miseria, he bebido la taza del dolor a sus heces, pero sigo siendo una rebelde.”.

A los 89 años, Lucy seguía activa, cuando la muerte la sorprendió en Chicago, al incendiarse su hogar en el año de 1942.

Tras 62 años de activismo político-sindical, su vida se esfumó, pero la policía de Chicago, la seguía considerando una amenaza, por lo que sus documentos personales fueron sustraídos de aquel hogar destruido.

En México no se le ha recordado, desde que en 1892, se organizó la primera conmemoración del 1° de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores y de los Mártires de Chicago.

El 1 de julio de 1992, en Boston, se fundó el Centro de Lucy Parsons, a partir del Almacén Rojo del Libro, constituido en 1969. Dicho Centro funciona como una librería, además de ser una organización no lucrativa y sostenida por sus simpatizantes, según lo informan en su página Web: http://oat.tao.ca/ ~lucyparsons//index.html 

En el local del Frente Auténtico del Trabajo (FAT), se encuentra un mural donde está dibujada Lucy Parsons.

Lucy González Parsons debe figurar entre las grandes sindicalistas que hicieron posible la conquista de la jornada laboral de 8 horas para los trabajadores del mundo, por ello, su nombre debe estar también escrito, a la par que los Mártires de Chicago.

* Tomado del capítulo VIII del libro Historia del 1º de Mayo (en imprenta) de Raúl Lescas Jiménez

 

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