Más allá de la polémica causada en las redes por el machismo expreso de John Ackerman hacia Sabina Berman en la transmisión de John y Sabina, y cuyos problemas fuera de cámaras y al aire llevaron a la televisora a cancelar, el peor sabor de boca lo deja Canal Once.
Un día después de la controversia ventilada al aire entre Berman y Ackerman, Canal Once, a través de un comunicado, explicaba que el programa llegaba a su fin antes de tiempo “de mutuo acuerdo” y que John Ackerman tendrá un nuevo espacio de opinión en la televisora en 2021. También señaló que “ha iniciado conversaciones” con Sabina Berman para una coproducción.
Y si bien esto fue señalado por la misma escritora como un “acuerdo salomónico”, poco hay más alejado de la realidad.
No es posible que en un canal que en su mismo portal se describe como “la primera televisora pública, educativa y cultural en México” se le dé cobijo a un violentador. Se le debe recordar a la televisora que la violencia laboral se entiende como “todas las acciones ejercidas en el ámbito del trabajo que manifiesten agresión, ya sea física, emocional, sexual, mediante intimidación, acoso, amenazas, discriminación, inequidad salarial, desvalorización del trabajo mismo que afecten o puedan deteriorar la salud, integridad y dignidad del trabajador” y que “pueden concluir en la pérdida del trabajo generalmente por la renuncia del trabajador”.
Y cómo se cataloga al doctor Ackerman como tal, usando de referencia el Violentómetro laboral, el cual es similar al violentómetro para relaciones de parejas, pero destinado a las relaciones en los ambientes laborales.
Esta herramienta fue diseñada por el Instituto Politécnico Nacional –al que pertenece Canal Once, por cierto– y la Secretaría de Salud, y se divide en tres niveles que van de menor a mayor escala, señalada con colores para tener en foco comportamientos agresivos que pueden pasar desapercibidos. En él se señalan acciones violentas y de alerta el exhibir supuestos errores laborales en público, el congelar, el intimidar, negar derechos laborales y amenazar con despidos como niveles medios e incluso altos de violencia.
Si para Canal Once no quedó claro, el doctor Ackermann no sólo ignoró al aire a su compañera, sino que se dedicó a exhibirla en redes, promoviendo el “bullying” entre sus seguidores, la descalificó y humilló haciéndola pasar como oportunista; además intentó tomar el control total de invitados y participaciones. Por si eso no fuera suficiente amenazó con sacarla del programa, lo cual a final de cuentas Canal Once confirmó.
Es triste que un espacio público y que debería ser usado para erradicar la violencia de género que asola el país, la consienta y promueva con sus acciones.
Más lastimoso aun, que el Doctor Ackermann haya optado por victimizarse en las mismas redes donde denostó a Berman. El sábado posterior a la cancelación del programa, puso un hilo en Twitter donde no da una sola disculpa, sino por el contrario justificaba su violencia y promovía su propia etiqueta de apoyo #AckermanSeQueda. Esto a pesar de que la Comisión de Género de Jurídicas de la UNAM (institución a la que él pertenece) condenó el trato de Ackerman a Sabina Berman.
Lejos queda aquel Jenaro Villamil de 2017, hoy convertido en coordinador del Sistema Público de Radio y Televisión, quien tras asistir a una marcha feminista aseguraba en redes : “…ninguna violencia se enfrenta con violencia, menos en un país donde matan a periodistas y mujeres” (https://twitter.com/jenarovillamil/status/909526529356439552?s=21).
Hoy el Politécnico optó por proteger el machismo en la televisión pública. Pero no contarán con la protección de nuestro silencio.