Al cubrir los eventos de la campaña política de Andrés Manuel López Obrador con el partido Morena se observaba inevitablemente la manipulación hacia los más pobres, se jugaba con su dolor, con su necesidad, con su desesperación. Hoy, en medio de la pandemia mundial por COVID-19 vuelve a suceder: las cifras de muertos y enfermos se manipulan, se juega con el dolor de las familias, con su necesidad de acceder a tratamientos médicos, con la desesperación económica y de salud.
El hartazgo al confirmar el nivel tan bajo de nuestros políticos y su nulo compromiso con el pueblo y con México sale como ardor por la nariz. Ni siquiera padecer COVID-19 puede despejar ese asquerosos olor a putrefacción, ni un sabor amargo al ver cómo los políticos no tienen vergüenza, se burlan de la gente sin pudor alguno.
Con tristeza puede uno ver el peregrinar de amigos muy cercanos por las distintas farmacias y la respuesta en un lugar y otro es la misma: los medicamentos que se necesitan con urgencia para los pacientes que enfrentan al COVID-19 están agotados a nivel nacional.
Jalisco y su gobernador Enrique Alfaro Ramírez han sido tachados de alarmistas, de exagerados porque se decidió el confinamiento obligatorio al iniciar la pandemia mundial por coronavirus y ahora se convierte en la primera entidad en encender el botón de emergencia, en un intento para frenar la cadena de contagios y evitar situaciones verdaderamente trágicas.
Las medidas que se toman a partir de hoy de suspender las actividades comerciales y de esparcimientos por las noches, no dejan de ser preventivas y de hecho son lógicas, si se toma en cuenta que la mayoría de los contagios se están dando entre los jóvenes y en fiestas familiares.
Quizás Jalisco exageró al inicio de la pandemia al cerrar toda actividad comercial hace casi ocho meses, pero desde entonces no se conocía la ferocidad del virus que enfrenta la humanidad. En esta entidad han trabajado de la mano especialistas, gobernantes, empresarios, científicos, magisterio, sindicatos, etc. Han dejado a un lado colores partidistas o ideologías para poner sobre la mesa, las preocupaciones, las necesidades, las realidades, los deseos y lograr acuerdos, con un solo fin: salvar vidas.
Es nauseabundo cuando los gobernantes pisan cadáveres para salir avantes o peor aún, que los esconden bajo la alfombra para aparentar que el país va viento en popa, tanto en el renglón sanitario como económico. Es imposible negar que México está padeciendo millares de muertes, muchas de ellas ocultas con otros padecimientos para autoengañarse. El país se enfrentará a una crisis económica, por lo menos en los próximos cinco años.
Los gobiernos locales deben ser valientes y tomar decisiones duras para mantener una política de austeridad, pero al mismo tiempo privilegiar la agenda social. Dar a los pobres para que sobrevivan, no significa darles un miserable subsidio, significa darles herramientas educativas y tecnológicas para que abandonen su situación de pobreza, asevera el analista político, Eduardo del Buey.
Las restricciones, durante la noche y los fines de semana, en el servicio de transporte público exclusivamente para las actividades indispensables para la sociedad, no son nada en comparación a las medidas que están tomando España, Italia, Alemania y Francia para frenar los rebrotes del COVID-19 y la saturación hospitalaria.
En aquellos países europeos, los gobiernos están implementando los toques de queda, la suspensión de actividades a partir de las 6 de la tarde, la limitación de la movilidad de las personas; en los restaurantes, durante el día, las personas tienen que dejar su nombre, teléfono y domicilio para ser ubicadas, en caso de que se registren casos positivos entre los comensales.
México y varios de sus gobernantes, lamentablemente incluyendo al presidente Andrés Manuel López Obrador, no quieren darse cuenta aún de la trascendencia y peligrosidad del COVID-19. No señor presidente, no todo gira en torno a las campañas políticas, hay algo más valioso que un voto y son las vidas de los mexicanos.