¡Vaya encíclica de Francisco I! Aún no termino de leerla pero quiero compartir lo que me ha llevado a reflexionar acerca de la acción social en el mundo actual.
Su primera parte es un análisis minucioso de los males que aquejan a nuestra sociedad contemporánea y su sistema económico imperante, en donde se ha desterrado la visión comunitaria y humanista que podría hermanarnos como lo soñó hace siglos Francisco de Asís. Sus palabras son poderosas, ponderadas y con un sentido universal que va más allá del credo religioso personal.
Nos sugiere que ante la desgracia de los otros existen dos actitudes que los humanos asumimos para mantener la injusticia: el provocarla en beneficio propio y la indiferencia de “los que pasan por el camino mirando a otro lado”. Y así se cierra “el círculo entre los que usan y engañan a la sociedad para esquilmarla, y los que creen mantener la pureza en su función crítica, pero al mismo tiempo viven de ese sistema y de sus recursos. Hay una triste hipocresía cuando la impunidad del delito, del uso de las instituciones para el provecho personal o corporativo y otros males que no logramos desterrar, se unen a una permanente descalificación de todo, a la constante siembra de sospecha que hace cundir la desconfianza y la perplejidad. El engaño del “todo está mal” es respondido con un “nadie puede arreglarlo”, “¿qué puedo hacer yo?”. De esta manera, se nutre el desencanto y la desesperanza, y eso no alienta un espíritu de solidaridad y de generosidad. Hundir a un pueblo en el desaliento es el cierre de un círculo perverso perfecto: así obra la dictadura invisible de los verdaderos intereses ocultos, que se adueñaron de los recursos y de la capacidad de opinar y pensar”.
¿Cuántos años llevamos inmersos en la lógica de la indiferencia? Muchos. Y ya es urgente cambiar el rumbo. ¿Cómo? “Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. No tenemos que esperar todo de los que nos gobiernan, sería infantil. Gozamos de un espacio de corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos. Sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído; aunque muchas veces nos veamos inmersos y condenados a repetir la lógica de los violentos, de los que sólo se ambicionan a sí mismos, difusores de la confusión y la mentira. Que otros sigan pensando en la política o en la economía para sus juegos de poder. Alimentemos lo bueno y pongámonos al servicio del bien”.
Estas palabras no tienen la finalidad de inspirar una acción individual para satisfacer nuestra propia conciencia, sino vincularnos en algo más amplio, pues señala que “nosotros estamos invitados a convocar y encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la suma de pequeñas individualidades; recordemos que «el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas».[60] Renunciemos a la mezquindad y al resentimiento de los internismos estériles, de los enfrentamientos sin fin. Dejemos de ocultar el dolor de las pérdidas y hagámonos cargo de nuestros crímenes, desidias y mentiras. La reconciliación reparadora nos resucitará, y nos hará perder el miedo a nosotros mismos y a los demás”.
Y nos habla del poder del amor como una potencia humana capaz de grandes transformaciones a través de gestos simples: “Cuidemos la fragilidad de cada hombre, de cada mujer, de cada niño y de cada anciano, con esa actitud solidaria y atenta, ampliemos nuestro círculo, para que demos a nuestra capacidad de amar una dimensión universal capaz de traspasar todos los prejuicios, todas las barreras históricas o culturales, todos los intereses mezquinos… El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos”.
Es muy poco lo que se puede agregar a un mensaje tan profundo y sencillo. Ojalá que su lectura nos amplíe nuestra capacidad para amar. Seguiremos con el tema.