Caro pagaron los ciudadanos de Troya el no haber escuchado las advertencias del sacerdote Laocoonte sobre la traición de sus dioses…
Vivimos tiempos extraordinarios. El 22 de septiembre 2020 fue un día especial, un día que podría cambiar el destino de México o quizás sólo el de algunos de sus héroes trágicos. La moneda está en el aire. El equinoccio abrió las puertas al otoño, tiempo de cosechar lo que se ha sembrado. El sol entró al signo de Libra, el único al que los antiguos observadores del universo no dieron un emblema animal, sino el de una magnífica balanza, el necesario equilibrio sin el cual es imposible la justicia. En los días cercanos al equinoccio de otoño el presidente López Obrador tuvo expresiones que a muchos preocuparon sobre la manera en que concibe la justicia y la libertad. Dolorosa toma de conciencia.
Al verlo actuar en el escenario de su conferencia mañanera, pudimos atestiguar su proceso de transformación al verse confrontado con la renuncia de Jaime Cárdenas, su antiguo colaborador y compañero de muchas batallas. Andrés Manuel siguió asumiéndose como luchador social; añorando su zona de confort. El actor ha recitado su parlamento, autoproclamándose “el mejor presidente para los peores tiempos”, pero algo le sigue impidiendo asumirse como presidente de la República.
El martes del equinoccio, al anunciar la salida de Jaime Cárdenas, Andrés Manuel recitó ante las cámaras una reflexión sobre el ejercicio del poder. Sus palabras quedaron grabadas para la posteridad. Fue su propio juicio; fue su propia sentencia.
“¿Qué necesitamos?”, preguntó lanzando la mirada al infinito, dirigiéndose a la audiencia del teatro fantástico, pero también asumiendo un diálogo consigo mismo. “Necesitamos gente con convicciones, mujeres y hombres honestos. Algunos se extrañaban cuando decía yo que el 90 por ciento dependía de la honestidad y el 10 por ciento era conocimiento. El 10 por ciento también es trabajo, pero lo fundamental es la honestidad.
Es que se debe tener fortaleza para resistir las tentaciones del poder, el dinero, las tentaciones de lo material. El poder exalta, hace brotar virtudes y defectos. El poder atonta a los inteligentes y a los tontos los vuelve locos.
¿Se acuerdan cómo era antes, y todavía? Llegan a un cargo y se sienten superiores, empiezan a vestirse de otra manera, caminar de otra manera, hablan de otra manera, se transforman. Entonces, para que no haya deformaciones, lo mejor es aferrarse a los principios, a los ideales.
Si hasta la gente que se formó en la lucha por años, que fueron a la cárcel por luchar por ideales… pasa el tiempo, llegan al poder y cambian… gente consecuente.
Por eso el juicio histórico se tiene que hacer a los dirigentes, a los políticos, hasta que mueren, porque mientras uno esté vivo siempre va a haber la tentación; esto es como caminar en la cuerda floja, siempre la tentación. Lo importante es resistir.
Ese día numerosos noticiarios informaron que el presidente había explicado la renuncia de su compañero de muchos años en la lucha como un asunto de fatiga, como su necesidad de regresar a la academia. El tono se endurecería después.
El dilema entre “lealtad ciega” y “lealtad reflexiva”
La balanza de Libra y su emblema de justicia siguió envolviendo el episodio cuando comenzaron a conocerse los términos de la carta de renuncia. En cinco cuartillas Jaime Cárdenas expuso la causa real de su salida: El Instituto para Devolverle al Pueblo lo Robado, creación de la 4T, fue armado para favorecer la corrupción. La carta tenía ejemplos sobre la presunta manipulación de subastas, la desaparición de obras de arte y la falta de transparencia en el manejo del instituto.
El miércoles 23 Jaime Cárdenas conversó con el conductor de radio Ricardo Rocha, uno de los periodistas que por muchos años dio amplia cobertura favorable a Andrés Manuel y que ahora también parece presa del desencanto. Cárdenas pronunció la frase que marca la verdadera dimensión del drama que vivimos. Afirmó que tuvo que abandonar al presidente porque se le exigió una “lealtad ciega” cuando él lo que ofrecía era una “lealtad reflexiva”.
Cárdenas explicó que el presidente, como los políticos distinguidos, piensan que la política es de resultados y lo que vale fundamentalmente es obtenerlos y, aunque coincide en esencia con ese planteamiento, su formación de abogado le hizo insistir en que había que cumplir con normas y procedimientos administrativos. Muchas veces eso se vio como un obstáculo para la toma de decisiones y para conseguir los resultados. Dijo que cuando él exponía sus argumentos, sus comentarios disgustaban en Palacio, tanto a sus compañeros en el gabinete como al Presidente mismo.
Un presidente que exige lealtad ciega
En el escenario de la conferencia matutina del jueves 24 de septiembre la reportera Maru Rojas preguntó al presidente si era cierto que él no escucha y que espera lealtad a ciegas. Andrés Manuel quedó nuevamente expuesto al juego de espejos que ha exhibido sus debilidades como gobernante.
Respondió que sí escucha, pero confirmó que exige lealtad a ciegas; lealtad al proyecto de nación, a la Cuarta Transformación, porque el pueblo para eso los eligió. Dijo que lo que pide es lealtad al pueblo, no a su persona, porque la lealtad a las personas se convierte en servilismo. Reiteró entonces que lo que quiere es lealtad al proyecto. El presidente también confirmó que está en desacuerdo con que la obediencia ciega a la normativa ponga freno a las acciones para favorecer al pueblo.
Con ese drama en mente me fui a dormir esa noche. Pensando en todos los símbolos que surgen en tiempos de pandemia.
El diálogo con el Quijote 2020:
Nuestro Quijote me esperaba con rostro sorprendido ante la explosión de imágenes, ideas y angustias.
—¿Por qué veo en tu mente tanta confusión?, me dijo, pensativo.
—Porque sé que ni yo ni muchos otros alcanzamos a comprender la importancia y la gravedad de lo que está sucediendo.
—¿Qué te dice tu corazón?, dijo nuestro personaje.
—Mi corazón se angustia al ver que el emblema de la justicia parece moneda de cambio de intereses políticos y ajustes de cuentas que no alcanzo a comprender.
—Decían los griegos que “los dioses ciegan a los que van a perder”, me dijo nuestro Quijote 2020 con voz suave. No dejes que la angustia y la ira te cieguen. La balanza de la justicia llama siempre a buscar un equilibrio. Para que puedas salir del laberinto, pregunta siempre dónde está el equilibrio.
—Sé dónde no está, le dije con un dejo de tristeza.
—¿Y según tú dónde no vas a encontrar el equilibrio?, preguntó con una sonrisa.
—En este momento no está en Andrés Manuel, ni en su entorno cercano que está expulsando a quienes se atreven a discrepar, le dije convencida. Pero tampoco está en opciones radicales como el movimiento Frenaa, que muestra una actitud igualmente intolerante hacia quienes no piensan como ellos. A todos los veo como a Cronos devorando a sus hijos y tratando de devorarnos a todos nosotros.
—Recuerdo la pintura de Goya, me dijo nuestro Quijote. Los extremos se tocan, sin importar ideologías. Hay quienes sólo sobreviven alimentando la intolerancia y el conflicto. Contra eso hay que luchar. Nunca habrá justicia si se suprime la libertad.
—¿Y cómo enfrentar la intolerancia?, pregunté.
—Tu presidente dijo que el poder vuelve tontos a los inteligentes y a los inteligentes los vuelve locos, me dijo nuestro Quijote con voz grave. Pero le faltó decir que para evitar eso hay un antídoto: El diálogo sincero; aprender a escuchar…
–¿Entonces tú crees que haya esperanza?, pregunté con voz débil.
–Observa bien las escenas del teatro de las mañaneras, respondió. Observa atentamente. Observa con el corazón. Ahí encontrarás las respuestas que necesitas.