¿Para qué criticamos al gobierno, si todos sabemos que el 15 de septiembre vamos a dar el Grito?
Con sombrero, jorongo, trompetas, silbatos, abrazos, pero sobre todo gritos y cantos cargados de gotículas que pueden llevar en cada una el virus del SARS-CoV-2, o que en el momento de abrir nuestra boca para decir ¡Viva México!, estaremos dando entrada a otras miles de posibilidades de infección.
Sabemos que vamos a festejar cual si fuéramos héroes de la independencia y que muy poco nos va a importar el contagio. Y así como vamos a gritar ¡Viva México! después estaremos gritando ¡es culpa del gobierno!
Sabemos también que muchos no diremos que nos contagiamos y padeceremos en casa sin saber a cuántos más contagiamos en la fiesta o fiestas a las que asistiremos, incluso llevando el contagio a ciudades más chicas y pueblos que no tienen los suficientes sistemas de salud, que después vamos a estar alegando que nos ocultan cifras y que el gobierno ha hecho un pésimo manejo de la pandemia.
Hospitales hay, camas hay, pruebas también, a excepción del heroico personal médico que se ha contagiado cuidando a los enfermos y los trabajadores que han realizado actividades esenciales para que esto no colapse, no haya desabasto de productos y las calles se mantengan limpias y relativamente seguras; todos los demás han sido contagiados en lugares públicos y haciendo caso omiso de las recomendaciones sanitarias.
Somos capaces de señalar al Presidente de México por no usar cubrebocas en los informes matutinos, cuando claramente no tiene a nadie enfrente en por lo menos 10 metros y usando cubrebocas menos entenderíamos su mensaje, a sabiendas de que la claridad en el habla no es su fuerte; pero no todos, sobre todo los opositores, acatan al pie de la letra las recomendaciones del gobierno federal.
Los primeros en lanzar la primera piedra cuando se pierdan todavía más trabajos y cierren más empresas serán aquellos que se han visto más afectados, pero no precisamente por la pandemia, sino por no poder continuar con sus viejos hábitos: Tráfico de influencias, compra y venta de facturas, omisión total o parcial del pago de impuestos, licitaciones para construir sin permisos reglamentarios, etcétera. Y claro, también a los que de sobremanera les molestan las ayudas sociales, porque es algo que le correspondía hacer a las buenas conciencias en sus oraciones dominicales y con sus limosnas y propinas, y que convocan a marchas responsables con cubrebocas y banderas, sin tocar el piso eso sí, como si no hubiera algo más urgente en estos momentos que la salud pública.
En fin, yo me pregunto:
¿Cuándo vamos a dejar de repartir culpas y hacernos responsables por nuestros propios actos?
Quisiera escuchar a alguien decir:
–Si, yo y mis hijos fuimos a una fiesta, no usamos cubrebocas ni respetamos la sana distancia y ahora estamos contagiados.
En vez de:
–Todo es culpa del gobierno que no ha sido lo suficiente claro con lo del uso del cubrebocas (a estas alturas todavía hay quien lo sostiene) y nos oculta o maquilla el número de contagiados.
La gente que tiene acceso a internet tiene o debería tener acceso a portales de noticias serios o de investigación y ciencia. Es más que sabido que el que sale y no se tapa las vías respiratorias corre riesgo, aunque moje los zapatos en bandejas con desinfectantes o peor aún, se esté destruyendo el aparato digestivo tomando dióxido de cloro u otro tipo de remedios sin sustento científico y asegurando sobre la Biblia que con eso no se contagiarán.
La era del Coronavirus nos ha afectado a todos, hemos perdido amigos y familiares, nuestras economías están por los suelos.
Todos queremos que esto termine ya, volver a la normalidad, dejar de escuchar cifras escalofriantes sobre contagiados y fallecidos, que nuestros hijos dejen de ver su adolescencia a través de la pantalla de la computadora, recuperar nuestra utilidad en los negocios, no trabajar de sol a sol para apenas sobrevivir, dejar de acumular deudas y no poder dormir por la incertidumbre de si tendremos para subsistir al día siguiente.
Sí se puede, si nos lo proponemos y somos responsables podemos salir adelante y no contagiarnos sobre la marcha.
Cuidar nuestra salud al máximo y no me refiero solo a taparnos la cara, pues una de las razones, además de la desobediencia e irresponsabilidad por la que hemos sido uno de los países más golpeados por la enfermedad, es por la cantidad de gente en condición de obesidad que existe en nuestro país.
¿Y qué hemos hecho? En vez de tomar la decisión de llevar una vida más saludable para bajar de peso y no sólo ser vulnerables al coronavirus sino a un sinnúmero de enfermedades crónicas y mortales como la diabetes, nos hemos encerrado a comer más que nunca, mientras compartimos noticias catastróficas en nuestras redes sociales.
Todos hemos cometido errores, gobierno y ciudadanos ¿Pero es ésta una guerra de culpas? ¿O vamos a ponernos de acuerdo para avanzar juntos?
No solo el COVID flota en el aire alrededor de nosotros, también la negligencia y el egoísmo.
Si ya te contagiaste o si no tienes miedo de hacerlo, piensa en el personal médico que no se merece llevar meses jugándose la vida y sin ver a sus familias, piensa en la juventud que está viendo pasar su vida por Zoom, piensa en la gente mayor que no merece morir entubada y aisladas de su familia, en sus hijos que tendrán que conformarse con unas cenizas que seguramente no son las de su familiar.
Piensa en los pequeños negocios que mantenían a familias enteras y que ahora no sacan ni lo de la luz.
Creo que es tiempo de demostrar que si somos una especie superior, al menos pensante, la que nos diferenció del resto de las especies animales por poder acceder a la razón y el libre albedrío.
Hasta el día de hoy, dos cosas son ciertas. La famosa vacuna de AstraZeneca y la Universidad de Oxford se queda enlatada por ligeras fallas en los efectos secundarios hasta nuevo aviso, así es que estamos como al principio. Y la segunda, queremos y debemos reactivar la economía a como dé lugar. Por eso si, pero con prudencia*.
Cita Yuval Noah Harari** a Epicuro*** en su libro Homo Deus: “Para alcanzar la felicidad como bien supremo, hay que trabajar con ahínco. Los logros materiales por sí solos no nos satisfarán por mucho tiempo. De hecho la búsqueda ciega de dinero, fama y placer no conseguirá más que hacernos desdichados, lo mismo pasa con la satisfacción inmediata, con la necesidad imperiosa de comer, beber y tener sexo de manera continua y sin moderación, eso solo nos lleva a un estado de ansiedad e insatisfacción continuo”.
* Prudencia. Capacidad de pensar, ante ciertos acontecimientos o actividades, sobre los riesgos posibles que éstos conllevan y adecuar o modificar la conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios.
**Yuval Noah Harari (1976), profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén, autor de varios libros, entre ellos Homo Sapiens, de animales a Dioses, traducido a más de treinta idiomas.
***Epicuro (341 a.c.) fue un filosofo griego fundador de la escuela que lleva su nombre, Los aspectos más destacados de su doctrina son el hedonismo racional y el atinismo. Influenciado por Demócrito, Aristóteles y los Cínicos se volvió contra el Platonismo y estableció su propia escuela, conocida como “El jardín” y “En Atenas”, donde permitió la entrada de mujeres, prostitutas y esclavos a la escuela.