Hace unos días leí en Mujeresmás el artículo de Marisa Iglesias sobre los chiles en nogada y la recuperación del placer. ¡Me encantó! El periplo emocional alrededor de la receta familiar me conmovió, y aún más la forma en que Marisa recuperó (gracias a la voluntad de Ivonne Melgar) el placer de salir a comprar en el mercado sus ingredientes y reunirse nuevamente con los amigos a cocinar y compartir el pan y la sal, a pesar de la pandemia.
¡Qué necesaria es la vuelta a la vida, a la interacción con quienes queremos! Han sido meses muy difíciles, rodeados de tragedia, angustia, miedo, que ya nos merecemos un buen chile en nogada, que es la dicha golosa de los mexicanos. Y aprovecho la temporada para compartir mis reflexiones sobre este platillo con todos ustedes.
Un buen chile en nogada conjuga los sabores dulces con la carne jugosa, el picor moderado pero irrenunciable del chile gordo, el manto virginal de la nuez y los destellos frescos de la granada.
¿Por qué surgió el mito entre nosotros de que esta vieja receta colonial fue creada por unas piadosas monjas para convidar a Agustín de Iturbide en su cumpleaños y festejar además la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de Puebla? No tenemos respuestas precisas, pero quizás le podríamos preguntar a nuestro arrogante emperador mexicano.
“Soy Agustín, general de las tropas del rey en estas tierras de la Nueva España. Durante varios años combatí a los guerrilleros insurgentes, esos que querían la Independencia de la Corona española. En este reino la gente no sabe lo que quiere, solo le gusta quejarse de cómo están mal las cosas. Y aquí está uno partiéndose el lomo persiguiendo bandidos y cosechando insultos e infundios. Que si somos brutales con los enemigos del orden, que hemos matado gente buena, que no nos damos cuenta del sufrimiento del pueblo. ¿Cuál pueblo? ¿La bola de indios que ni español saben hablar? ¿Los vecinos a los que esos curas rebeldes metieron sus ideas? Hay tantas cosas que se dicen pero nadie las piensa bien.
“Nuestra Nación es grande. Somos herederos orgullosos de un reino que conquistó todo un continente virgen para traer la verdadera religión. Para alejar a sus indios de ideas falsas sobre lo divino. Que trajo lengua, cultura y firme gobierno para implantar una nueva soberanía nunca antes vista: la virgen América ha sido tomada por el barón español para engendrarnos como nueva estirpe, llamada a igualar y superar la grandeza hispana.
“Nosotros sabemos lo que hay que hacer: pensar con grandeza en la gloria de nuestro futuro. Para que reyes y emperadores de todo el mundo traten con respeto nuestra nación porque esta ha alcanzado su mayoría de edad y reclama su independencia. El pueblo quiere ser tratado con la dignidad que merece, y desea que entre los honrosos barones de sangre real, haya un hijo dispuesto a amar y guiar a la nación mexicana. Porque esta ya tiene la madurez plena para dejar la tutela de la madre patria.
“Solo con la ayuda de la Iglesia católica nuestra nación podrá acometer el gran destino para la que nació. La paz y la concordia unirán a todos sus hijos americanos sin distinción de casta. Porque nosotros, los que estamos llamados a desempeñar la grave responsabilidad del gobierno y del mando, sabemos guiar a nuestra patria por el sendero que la tradición ha marcado desde siempre. Solo nuestra fuerza y audacia podrá mantener el orden y concierto entre las diferencias. Pues Dios nos ha llamado a ello. Pero por encima de nuestra mano firme capaz de llamar al orden, estará la pureza de una fe inquebrantable en el favor de Dios. Soy como ese chile verde y ancho desvenado al fragor del fuego de la guerra y que sujeto la voluntad de los castizos, mulatos, indios y mestizos, que son como ese picadillo revuelto de carnes, frutas y sazón que se refugia en mi. Pero que ambos somos cobijados por el manto blanco y puro de la fe en el momento en que nuestra virgen nación se ha entregado a nosotros en matrimonio y ha comido el granate de semillas para de sus entrañas parir la grandeza mexicana.
“¡Mexicanos! Vayamos al encuentro de nuestra nueva grandeza y presumamos con orgullo las joyas antiguas que nos engalanan como baluartes de la civilización de América. ¡Viva nosotros! ¡Viva el chile en nogada! ¡Viva yo!” ¡Ay! que emperador fifí tan presumido. No olvidemos su trágico final: fusilado. Y su historia se parece a la de los presidentes recientes, presumidos por llevar a México a la modernidad, por abrir a México al mundo, por favorecer el “Mexican moment” de oropel (y corrupción), que a lo mejor serán enjuiciados, si el pueblo sabio así lo decide.
¿Pero la muy mexicana “gracia de presumir” es exclusivamente criolla, de los güeros? ¿El chile en nogada no tiene nada prehispánico y es solo colonial? Veamos lo que dice la diosa Tonantzin.
“Veo a mis macehuales esforzarse. Ellos compiten por ser los mejores, pues quieren ser reconocidos. Y ahí están mostrando su fuerza en la “gran fiesta de los señores.” Nos hacen fiesta a Tezcatlipoca y a mi. Con ofrendas nos obsequian y piden nuestro favor. No solo quieren fortuna, anhelan la gloria. De su emoción nace la gracia de presumir. Una gracia que solo los hombres y algunos animales tienen. Ahí está el guajolote que tensa sus plumas para mostrar su valía o el perro que ladra a los desconocidos por pisar su tierra. Así, con la misma presunción, los hombres luchan por alcanzar las flores del escudo de llamas amarillas que las vírgenes han dejado por lo alto del templo. Pelean entre si, arengan, se intimidan entre ellos hasta que cuatro toman la flor del sol. Y exigen caricia y beso de las muchachas castas.
“Cuatro también son los sacrificados al dios que todo lo da y lo quita. Uno es el que me ofrecen a mi. Y las mujeres entregan a dos muchachas para que siempre haya mazorca divina que alimente a sus hijos y haya vientre inmaculado para engendrar su descendencia.
“Ofrecen chiles verdes, grandes y frescos y leche blanca de maíz mientras que derraman gotas rojas y preciosas para alimentarnos. En la vasija preciosa de la ofrenda veo entonces el verde de jade, el blanco de la pluma de garza y el rojo del sacrificio. Con tres colores festejan los mexicanos. Se presumen entre los pueblos grandes de toda la tierra. Y yo dejo que de su corazón brote cual yoloxóchitl, cual flor del corazón el nombre sagrado de las tres sílabas: ¡Mé-xi-co! Y retiemble en sus antros la tierra. ¡Qué presumidos son mis mexicanos! Y yo los consiento porque me hacen gracia”.
Para cerrar les recomiendo la gracia de la música mexicana, en el proyecto de “La Orquesta Imposible” de Alondra de la Parra. https://www.youtube.com/watch?v=kSdPbcP9gTM
Con su versión del Danzón número 2 de Arturo Márquez. Y donde baila Elisa Carrillo ¡Una maravilla! Que nos demuestra que si hoy somos presas en confinamiento, el arte es capaz de liberarnos por los aires de la inspiración.
¡Qué todo el mundo coma chiles en nogada! Digo yo.