“El yoga es unión. Es una invitación a equilibrar y armonizar el cuerpo, la mente y el espíritu.”
Irla Granillo.
Hace unas semanas, cuando el Presidente emitió un mensaje dominical en el que presentó su decálogo, fue criticado y caracterizado como un “instructor de yoga” que da consejos a sus alumnos para mejorar su vida y no como jefe de Estado.
Quizás algunas se lo imaginen ayer miércoles dando instrucciones a Donald Trump en la Casa Blanca. Con su voz pausada comienza diciendo: “ahora respira profundo. Inhala, exhala. Aquieta tu mente. Flexiona tu torso, toca con tus manos el suelo, estira tu cabeza. Has el “perro mirando abajo,” has “la cobra” (para que te encante), sostén con fuerza la plancha… Te repito: los mexicanos no somos malos. Busca que tus palabras expresen amor y gratitud.” Con todo eso, el instructor de yoga logró que el mensaje del republicano fuera tan cordial y meloso que no damos crédito todavía. Dijo Trump: “Nos une el comercio, la historia, la familia, la fe. Estados Unidos alberga a 36 millones de ciudadanos mexicoamericanos que fortalecen nuestras iglesias, nuestras comunidades y colorean todos los trazos de la vida de nuestra nación”.
¡Bendito yoga! Al parecer los pequeños ejercicios que conectan nuestra mente con nuestro cuerpo y espíritu son altamente eficientes para los asuntos diplomáticos y las relaciones internacionales. No solo para la población mexicana que sigue con puntualidad los mensajes del Presidente en su comunicación cotidiana.
Lo interesante del discurso de ayer fue que, una vez aplacada la mente del republicano y que de su boca salieron solo elogios para con nuestro mandatario, López Obrador pronunció su discurso y lo expuso a los medios de los dos países. Y al escuchar sus palabras nos dimos cuenta que además de buen instructor de yoga, el Presidente sabe de historia, le apasiona y nos dio una interesante clase sobre el pasado común de México con Estados Unidos.
Desde luego el discurso no lo escribieron quince minutos antes de la conferencia de prensa y después de la reunión privada en la lap top de Jesús Ramírez. Fue un discurso pensado una y otra vez por el Presidente, que seguramente tuvo varios borradores hasta que las ideas quedaron claras y el mensaje bien expuesto.
La historia nos ofrece un sin fin de hechos consignados en fuentes documentales de todo tipo. El historiador investiga y selecciona aquellos que son relevantes para estructurar un discurso historiográfico propio que explique las razones de “algo” en nuestra historia.
Algunos gobernantes son apasionados de la historia y saben de la importancia de su estudio para comprender el presente. Pues como solía decir la maestra Beatriz Ruiz Gaytán “somos lo que somos, porque fuimos lo que fuimos”. Por ello, incorporar la historia en el discurso político es una herramienta útil para fijar la posición presente en el transcurrir del tiempo y vincularla a una visión más amplia del devenir.
El Presidente escogió distintos hechos de la historia compartida que fue hilvanando en su discurso: la pérdida de la competitividad de la región de Norteamérica desde los años setentas hasta la fecha, la llegada de los braceros a Estados Unidos durante el tiempo de la Segunda Guerra Mundial, la formación de una nueva y amplia comunidad mexicano americana, el apoyo del gobierno de Estados Unidos a Juárez contra la Segunda Intervención francesa y desde luego, las buenas relaciones entre presidentes emblemáticos de ambos países como Benito Juárez, Lázaro Cárdenas, Abraham Lincoln y Franklin D. Roosevelt. No eludió mencionar que también existen agravios históricos y que los mexicanos en Estados Unidos van en busca de trabajo entregando su valiosa capacidad humana.
Queda para la historia de nuestro país la estampa de la visita de ayer. Se corrieron riesgos. Se enfrentaron posiciones acerca de la conveniencia de dicha visita. Se valora según la posición de los distintos grupos políticos mexicanos el resultado del acontecimiento. Los opositores vaticinan la desgracia sobre nuestro país si la próxima elección en Estados Unidos la ganan los demócratas. Pero al final, los hechos constatan que la calamidad fue evitada. Y que se puede construir un discurso de unidad con nuestros tremendos vecinos desde la posición nacionalista del gobierno actual.
Esta visita nos deja en claro la importancia del yoga, del saber respirar profundamente, de aquietar nuestra mente. Y desde luego, de conocer nuestra historia. Al final del discurso, el Presidente instructor de yoga gritó el mantra sagrado del Pueblo del Sol: “¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México!”.