Imaginen una vasija de porcelana rota: vemos en el suelo los trozos irregulares de la pasta delgada y brillante de kaolín que fue trabajada y pintada por las manos de un hábil artesano del Japón antiguo. La sensación de frustración, pérdida y enojo es absoluta, pues a la vasija le teníamos un particular cariño. Por nuestra mente desfilan un sin fin de fantasías con la idea recurrente de retroceder en el tiempo para evitar el desaguisado. Hay algo dentro de nosotros que se resiste a asumir la pérdida. Hasta que finalmente tomamos la escoba y el recogedor y barremos el sitio depositando en la basura los restos rotos de una obra de arte.
¿Qué otra cosa podríamos hacer frente al hecho? ¿Recordar con nostalgia la belleza de lo perdido? ¿Castigar al culpable? ¿Comprar otra vasija igual a la que teníamos pero que no será la misma? En Japón hacen otra cosa: el Kintsugi. Un arte que retoma los fragmentos rotos de porcelana para reunirlos y pegarlos con un cementante con polvo de oro. Así, con paciencia, la pieza destruida vuelve a tomar forma pero adquiere una belleza particular que parte del brillo del metal precioso y del proceso implícito de la reconstrucción de lo roto bajo una nueva visión del objeto. Los ejemplos del Kintusgi son muchísimos y se pueden encontrar en la red. https://www.youtube.com/watch?v=8XpeYHmhG0g&app=desktop
Traigo a colación esta tradición de reparar lo roto, pues estamos conmemorando los dos años del triunfo electoral que rompió la vasija de México. Pero tal suceso no fue por la impericia o el descuido de nadie. Se trató de algo inevitable dadas las circunstancias del país. Pues las vasijas hermosas pueden llenarse con injusticia, corrupción, desigualdad e indiferencia por el malestar de muchos. Y esos males terminan por agrietar, corroer y destruir el recipiente preciado.
A lo largo de estos dos años asistimos al drama de la vasija rota y a las confrontaciones entre aquellos que ven positivas las decisiones de gobierno que fueron respaldadas como programa político con una amplia mayoría de votos, y otro sector que solo ve los fragmentos rotos de la vasija perdida.
¿Es posible “resetear” los hechos históricos? ¿Creen que podríamos volver en el tiempo y fraguar un escenario político distinto? Persistir en esta idea es inútil. “La lluvia nunca vuelve hacia arriba”. Y a pesar de ello se insiste una y otra vez en este intento fallido. La negación del México roto lleva a muchos a llorar por los fragmentos disgregados por la ruptura, como si el llanto pudiera retroceder el tiempo. Otros buscan a un culpable y lo persiguen los domingos por las calles en sus autos y tocando el claxon. Algunos gobernantes pretenden conservar para si y para su grupo su trozo de vasija creyendo que la pueden atesorar como algo propio. Y hay algunos radicales que esperan el fallo descomunal para poder barrer los fragmentos preciados, tirarlos a la basura y conseguir una nueva vasija igual a la anterior.
La vasija rota yace en el suelo. Depende de nosotros el proceso de reunir las partes. Podemos tomar las piezas y amorosamente unirlas. El Pueblo del sol tiene el cementante de oro suficiente para pegar los cien mil pedazos rotos de México. En esta labor de reconstrucción cuidadosa todos somos valiosos y se requiere de compromiso y consistencia. En el proceso, la añoranza por la vasija perdida estorba, resta agilidad a nuestra mente y a nuestras manos.
Imaginemos la vasija en reconstrucción: donde el signo de la ruptura marca una cicatriz, esta brilla con el dorado del sol. Cada fragmento toma un lugar nuevo que sin embargo se adhiere a la nueva realidad. Cuando la obra quede terminada será un símbolo de nuestra capacidad de resiliencia, del actuar ante el cambio súbito e inesperado que nos ha sacado de la zona del confort.
Nuestro México roto será un nuevo México reunido. Y las grietas nos recordarán lo frágil de nuestra vasija. Y así evitaremos volver a llenarla con los mismos males que la rompieron: la injusticia, la corrupción, la desigualdad, la indiferencia. Y esa vasija luminosa será el digno recipiente del Pueblo del sol. Ya lo dijo Antonin Artaud: “México se encuentra en el camino del sol, y lo que se debe perseguir en él es el secreto de aquella fuente de luz”.
México a 2 de julio del 2020. A dos años de un triunfo electoral contundente.