Los mexicanos necesitan héroes. Siempre.
¿Será? El escribidor aventura hipótesis: los mexicanos necesitan héroes para justificar o hacer menos dolorosas sus derrotas. Los héroes redimen: No ganamos, pero luchamos hasta el final. Y cuando es necesario pronuncian frases para la historia.
No importa que esos héroes tengan existencias, acciones y palabras dudosas. Los mexicanos los necesitan; a ellos, a sus acciones (cargar en las espaldas una piedra para evitar las balas e incendiar la puerta de la alhóndiga; envolverse en la bandera y lanzarse al precipicio ante el ataque invasor…), y sus palabras justificantes: “Si hubiera parque, no estaría usted aquí”.
Para que les resuelvan sus problemas cotidianos. Por eso, como sustitutos, surgen los tlatoanis, los caudillos, los emperadores, los dictadores, los presidentes todopoderosos.
De acuerdo con las diversas acepciones del Diccionario de la Real Academia, un héroe es alguien quien realiza acciones abnegadas en beneficio de una causa noble (patriótica, social, política, religiosa, bélica, apunta el escribidor), que actúa de manera valerosa y arriesgada, admirado por ellas y que, según la mitología griega, era un ser nacido de un dios o diosa y un ser humano.
A lo largo de su historia, México ha necesitado de ellos porque sus gobernantes y ciudadanos han sido incapaces de resolver los problemas que se les presentan, y requieren de su aparición casi como en los cuentos y en series de televisión.
Se cree que en las décadas recientes han aparecido nuevos héroes. Baste con citar dos: los rescatistas en los terremotos de 1985 y 2017 en la Ciudad de México, quienes tuvieron que aparecer ante la ineficiencia de los gobernantes. Fueron ciudadanos que salieron a las calles a rescatar a los atrapados o recoger los cuerpos de sus prójimos. Fue tal su presencia que el incompetente gobierno de entonces (1985) se sintió obligado a levantarles el monumento llamado Plaza de la Solidaridad, en la CDMX, nada menos. ¡Faltaba más!
Hoy ante la pandemia, los mexicanos recuerdan que necesitan héroes y los encuentran: los médicos y las enfermeras, que se han roto la madre para salvar vidas y, según la definición, podrían ser calificados como tales.
Pero no. Resulta que son mexicanos que ejercen su profesión a tope, con gusto, con compromiso, con vocación y hasta con gastos económicos, porque ellos la escogieron y la quieren y gozan con ejercerla, y también porque quieren que esa sea su forma de vida, es decir, que su trabajo les dé para vivir.
Esos trabajadores comprometidos no necesitan ser llamados héroes ni heroínas; necesitan que el gobierno (tan incompetente como el de 1985) les proporcione siquiera material e insumos mínimos para su protección personal y para ayudar a paliar el sufrimiento de sus pacientes. No hay mejor médico que el que está sano para salvar a los enfermos.
A cambio, reciben agresiones cuando se les descubre en la calle o en el vecindario. Hasta la semana anterior ha habido más de 500 agresiones. Las autoridades están obligadas a protegerlos, castigar a los agresores y dejarse de homenajes y aplausos. La obligación del gobierno es evitar la necesidad de héroes y milagros, que ahí estarán cuando se les necesite.