En tiempos de pandemia todos cocinan. Los que nunca quisieron –por aversión– y los que nunca pudieron –por falta de tiempo–.
El confinamiento ha sacado a la luz el cocinero que todos llevamos dentro porque no nos queda de otra. Además, comer da placer y calma la ansiedad.
Famosos como la influencer italiana Chiara Ferragni –quien usualmente viaja por el mundo haciéndose selfies con tops y bolsos de Chanel– posteó hace unos días una imagen de su “primera pizza” desde el encierro en Milán. Toda una odisea para la fashionista que, tras la hazaña, fue secundada por ¡470 mil followers!
También a muchos cantantes o actores de prestigio internacional no les ha quedado más que “seguir a cuadro” desde su cocina, haciendo gala no sólo de sus platillos favoritos, sino también de sus monumentales casas. Y aquí también se cuecen de esas habas, aunque menos elegantes. Ya saben a cuál famosilla le fue como en feria por querer apantallarnos con sus recetas típicas en modo vegano.
El punto es que, tanto para las estrellas como para los simples mortales, el temor a contagiarse con comida a domicilio o por previsión económica, los ha llevado a preparar sus propios alimentos, aunque por la falta de práctica sus guisos no siempre resulten del todo bien.
Para los que amamos cocinar, la cuarentena ha sido una gran oportunidad para desplegar la técnica o experimentar con platos nuevos o avanzados.
Sin embargo, para la gran mayoría, incluso para miles de mujeres profesionistas o trabajadoras, tener que preparar alimentos todos los días has sido además de un gran reto, una carga más a su jornada laboral en casa.
Lo interesante es que muchas de ellas, lejos de estresarse, han hallado paz en el acto de cocinar y ahora cuentan en sus redes que lo encuentran muy terapéutico, y ¡vaya que lo es! Claro, siempre y cuando se descuente la lavada de trastos y no sea ésta la única o principal actividad de su día.
Ellas han caído en la cuenta de que cocinar es un acto de amor. ¿Cuántas mujeres de la generación de sus madres no tuvieron de otra más que sufrir los avatares de la cocina día tras día, y aun así se esmeraban por llevar a la mesa guisos nutritivos y elaborados? Y no tuvieron opción, les gustara o no, las estresara o no, tenían que cocinar.
Algunas se tomaron el tiempo de escribir sus recetas y dejarlas como una herencia familiar. Hoy, sus hijas e hijos les reconocen el gesto y replican sus guisos con dificultad y asombro.
Pero también están aquellas a las que siempre les ha gustado la cocinada y hasta hoy cuentan con tiempo de sobra para hacer sus pininos en el arte culinario. Orgullosas comparten la foto de la lasaña y de la salsa bechamel cuya preparación les hizo sudar en serio.
Un profesor de la Escuela de Psicología Profesional de Chicago, que imparte un curso sobre terapia culinaria, explicó hace unos días que, ante la pandemia, “muchas personas están sintiendo una pérdida de control y por eso cocinar puede centrarlas, ofreciéndoles la base emocional de una tarea y una sensación de logro”.
Y tiene toda la razón. Si una receta con cierto grado de complejidad nos queda bien, nos sentimos realizados y orgullosos. Y si encima nos alaban con la pedida de una doble ración,¡ya la hicimos!
Muchas personas han empezado a disfrutar actividades que antes no creían poder hacer ni gozar y respecto de las que, quizás, tenían muchos prejuicios. Y la cocina sin duda se llevará el primer lugar entre ellas.
A mi juicio, hornear es todavía más relajante y curativo, porque requiere concentración. Una vez que te enfocas, todo fluye. Además, la parte decorativa promueve la creatividad. De hecho, esta misma tarde, la bella Chiara ha posteado una imagen desde su cocina mostrando un cheesecake de berries, con la frase: ¡Nadie me había dicho cuán relajante puede ser la cocina”.
No cabe duda que, en tiempos de coronavirus, para muchas mujeres la cocina se ha vuelto “una habitación propia”, un espacio al que entran para fluir y salir a flote del estrés “modo encierro”.