Los casos empiezan a contarse por decenas. Hace unas cuantas semanas estos números eran de alguien más. Ahora son nuestros. Intentamos verlos lejanos, compararlos con los ciento treinta millones que somos, con las cantidades que se han disparado en todo el mundo, pero es difícil; hay números que no pueden menospreciarse.
El Covid-19 ya corre por nuestra tierra tan maltratada. A veces parece que no hemos salido de una dificultad cuando ya estamos entrando en la siguiente. ¿Ya nos repusimos por lo menos del temblor? Pero no son tiempos para permitirse el pesimismo, porque entre una ruptura y otra, en los espacios vacíos entre las cicatrices, también hemos encontrado solaz refugio. Claro que este suelo sabe regalar alegrías. Quizás hoy sea el día para ceder ante la ola new age y ante los esotéricos, concederles que lo que corresponde es contar bendiciones.
Afuera aún hay niños en los parques. Adentro la gente revisita a Camus o lo conoce por primera vez. Los más arriesgados, los que tienen un estómago más fuerte, ven Twelve Monkeys en las salas de sus casas. ¿Cuántas parejas estarán agradeciendo este reencuentro? ¿Cuántas lo estarán maldiciendo?
En las redes circula una cita atribuida a Kafka. “No es necesario que salgas de casa. Quédate sentado a tu mesa y escucha atentamente. No escuches siquiera, limítate a esperar. Ni siquiera esperes, simplemente quédate callado y solo. El mundo se te ofrecerá para que lo desenmascares, no puede evitarlo; extasiado, se retorcerá ante ti”. Muchos no tienen más que esperar esa revelación. Otros no pueden ni siquiera imaginar la posibilidad: los que se ganan el pan día con día, los que sobreviven con menos de lo necesario, esos no tienen el privilegio de resguardarse.
Se ha anunciado que se cierran los gimnasios, los cines, los zoológicos, negocios y los ocios, los teatros (aunque muchos teatreros ya habían tomado la delantera en esta medida). Las siguientes cuatro semanas se van mostrando poco a poco con toda su incertidumbre.