Hace 60 años se estableció un día específico para conmemorar a la mujer mexicana, la idea principal en 1960 era concientizar a ellas y ellos respecto de la importancia de la igualdad de género, en un año en el que el texto de la Constitución Mexicana, ni siquiera reconocía por igual a hombres y mujeres.
Entonces, ese reconocimiento de igualdad, era una intención genuina pensando en las mujeres que en esa época en su mayoría se dedicaban a las labores del hogar y a la educación de los hijos e hijas.
Han pasado seis décadas de que algunas brillantes mujeres, entre ellas Maruxa Vilalta, lucharon porque existiera un día para reconocer y alzar la voz por la mujer mexicana, esa que echa raíces, que es el alma de su hogar, que saca fuerza de la flaqueza, la que llora en silencio, la que huele a consuelo y amor, la que sazona mejor, quién en aquel entonces era el todo en su casa y que ahora es la columna vertebral en la oficina, y es además capaz de desdoblarse de tal forma para cumplir una segunda y hasta tercera jornada entre su trabajo fuera y dentro de casa y con sus hijos e hijas.
Desgraciadamente ahora las mujeres, las mexicanas, alcanzando logros públicos como el hecho de que se reconozca su capacidad para ocupar cualquier encargo público, están luchando por mantenerse vivas.
Este 15 de febrero, día de la mujer mexicana fue por demás irónico, sucede al final de una de las semanas más tristes por el cruel asesinato de una de ellas, una mexicana joven, hermosa, divina como todas las nacidas en esta patria, donde ese crimen impactó a la sociedad entera, y muchas personas criticaron las protestas por ese hecho aberrante. Lo peor pasó al día siguiente de la conmemoración, porque también en la Ciudad de México, se encuentra el cuerpo de una pequeña, menor de edad embolsada, tirada como basura, las preguntas del por qué pasa esto se quedan sin una respuesta coherente.
Por supuesto que hace 60 años las mujeres que buscaban un trato igual, jamás se imaginaron que en el futuro, en el año 2020 las mexicanas tendrían que salir a las calles a protestar para seguir con vida. Y no es que de momento no se pretenda la igualdad entre los géneros, por ahora la preocupación es regresar a casa sana y salva. Pero el problema para algunas otras es precisamente llegar a su hogar después de la escuela o el trabajo, ya que ese lugar es donde la violencia no solo hace sufrir sino la que mata.
De momento, remontando la memoria años atrás, las mujeres de los años sesentas buscaban liberarse, el uso de la falda más corta, realizar estudios superiores, no pensar solo en casarse, eran los temas de rebeldía. Hoy, las jóvenes estudiantes de la máxima Universidad del país están gritando los nombres de sus profesores acosadores y ese acto no solo es rebelde, sino digno de valentía, ya que son amenazadas con mayor furia.
Ahora los gritos ahogados se tuitean con frases cortas que dicen tanto: “Ni una más”, “Ni una menos”, “Yo si te creo”, y “…La culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía”, lo digo yo porque mi amiga, hermana, tía, prima, madre, compañera, ya no puede. “Viva se la llevaron viva la queremos”, “Nos están matando”, “No es una somos todas”, y una lista larga inacabada de consignas por seguir respirando, tranquilas de poder ir y venir seguras, vivas.
Las mujeres mexicanas que pugnaron por la conmemoración para visibilizar a las demás jamás imaginaron siquiera que ahora existiría una Alerta Ámber, para buscar a niñas y mujeres de todas las edades de las que parece se las tragó la tierra. Su tierra, la que las vio nacer y crecer. Y esa madre tierra no se las ha llevado a sus entrañas, han sido otros seres que han considerado que pueden y tiene derecho de arrebatar su último aliento.
En este año y en los que siguen la mujer mexicana quiere ser visibilizada, digna, igual al otro, pero además tiene el derecho de todo: a la vida, a la decisión de su cuerpo, a vivir su sexualidad libremente, a trabajar en lo que desee, a soñar, ser amada, salir de noche, divertirse, besar, pintar, gritar, exigir, emprender, rodar por el pasto verde, pero sobre todo, tiene derecho a sentirse segura.
Algo debe pasar, algo grande que permita que ninguna mujer sea violentada nunca más. La mujer mexicana merece eso y más.