Rosalinda y José María
A los 51 años Rosalinda tuvo que volver a ser madre. Fanny, su hija, fue una víctima más de la ola feminicida que azota a México, por lo que dejó a su pequeño, José María, huérfano a los siete meses.
Rosalinda, junto con su esposo, tuvieron que hacerse cargo del pequeño. Y los abuelos tuvieron que reaprender a ser padres con todo lo que ello significa: desvelarse, cambiar pañales, administrarle medicinas cuando el niño enfermaba, recoger los peluches y juguetes que así, de pronto, invadieron la casa.
Y no sólo eso: también aprender a usar el celular en el que José María ve caricaturas, ajeno a la tragedia que le quitó la vida a su madre y al fenómeno que arroja 10 asesinatos de mujeres por día, la mayoría de los cuales quedan en la impunidad.
Josefina y Sebastián
Sebastián tiene seis años y cuando escucha a su abuela, Josefina Cruz, hablar del feminicidio de su hija Adriana, el niño la interrumpe con naturalidad: “un señor la mató”.
La señora Cruz tiene 60 años de edad y ahora se hace cargo del pequeño Sebastián y de su hermana Ashly Nataly, de nueve años. Un puesto donde vende comida mexicana es lo que les da de comer.
Sin embargo, se siente angustiada. No por el trabajo, siempre ha estado acostumbrado a él, sino por su estado de salud. No le da miedo la muerte, sino dejar a sus nietos solos porque no tienen padre. Ella es su única familia.
Las cuatro mil víctimas
La orfandad es una de las consecuencias más lamentables y dolorosas de la violencia letal contra las mujeres mexicanas. En los primeros meses del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (de diciembre de 2018 a junio de 2019), 4 mil 245 niños, niñas y adolescentes han quedado huérfanos a causa de 2 mil 192 homicidios dolosos y feminicidios cometidos en el país.
Cada asesino de esas 2 mil 192 mujeres provocó que, en promedio, dos menores quedaran huérfanos (1.93).
Esas cifras provienen del censo que levanta el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), en el que se establece que 173 de las asesinadas (7.9 por ciento) eran menores de edad.
En un documento denominado “La violencia contra las mujeres en México”, elaborado por la Secretaría de Gobernación, Inmujeres, y el Instituto Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal, se destaca que de los 4 mil 245 niños, niñas y adolescentes que quedaron en orfandad, el mayor número de casos está en el Estado de México, con 483, le sigue Jalisco, con 334; Guanajuato, 313; Baja California, 276, y Ciudad de México, 263.
A su vez, los estados con menos casos son Campeche (tres), Aguascalientes y Yucatán (11, cada uno), Baja California Sur (13) y Nayarit (28).
La titular de la Dirección para una Vida Libre de Violencia del Inmujeres, María Fabiola Alanís Sámano, asegura que la instrucción de la actual administración es que esos huérfanos no queden desvalidos.
El Estado mexicano, a través de los gobiernos federal, estatales y municipales, asume el compromiso de protegerlos con apoyos económicos, y ayuda médica y psicológica. El objetivo es que continúen con sus estudios, tengan un desarrollo emocional menos traumático y lleven una vida social sana, sin repetir patrones violentos cuando sean adultos.
Sin embargo, esa es una aspirina. La verdadera solución al problema es frenar la ola feminicida que parece no tener fin y que provoca que, en promedio, diez mujeres sean asesinadas por día.