«EN TACTO CON GAIA. BREVARIO DE MUJERES ARTISTAS» Los locos años 20 y la revolución de las ‘Flappers’ (II) - Mujer es Más -

«EN TACTO CON GAIA. BREVARIO DE MUJERES ARTISTAS» Los locos años 20 y la revolución de las ‘Flappers’ (II)

 

SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE

El pelo corto, era lo que rigurosamente se portaba sobre los hombros, este corte iba sin tocados y sin el porte de sombreros de altas florituras, también dejaron de usar peinetas y diademas, asimismo, la flapper, para rematar su estilo, se cubría con un sombrero de punto, encasquetado en la cabeza hasta los ojos, del que sólo escapaba algún mechón de pelo, ejemplo perfecto de ello es la legendaria artista francesa Alice Ernestine Prin, mejor conocida como Kiki des Montparnasse

Ella representó una de las encarnaciones de la mujer de ese tiempo, también fue musa de la vanguardia artística que influiría gran parte de del siglo pasado, el Surrealismo, Kiki, incluso fue coronada como la reina de Montparnasse en el idílico París de los grandes artistas como Jean Cocteau, Alexander Calder, Pablo Gargallo, Brancusi y Man Ray, este último fue quien la inmortalizó con la fotografía El Violín de Ingres y en el filme surrealista, L’Étoile de mer (La Estrella de Mar, 1928). 

“Era muy atractiva. Nadie fue tan retratada como Kiki”, señaló Peggy Guggenheim al recordar sus años en la cuidad luz de principios de siglo veinte, una versión nebulosa del cortometraje se puede apreciar en (https://bit.ly/36qWS6r), Kiki, también protagonizó la extraña cinta La Galerie des Monstres (La Galería de Monstruos, 1924) de Jaques Catelain, misma que está disponible en (https://bit.ly/2GrDagc).

Asimismo, los cosméticos daban el toque final a esas jóvenes de los veinte, para entonces el rojo ya no era monopolio de coristas y prostitutas, así que las flappers lucían despreocupadas y con todo su esplendor los labios pintados en forma de corazón, lo que provocaba más de una lujuriosa mirada de los hombres, quienes de la mano de estas mujeres, experimentaban un mundo más libre, en lo sexual y lo oculto, incluyendo la experimentación con drogas y alcohol a raudales.

De hecho, la flapper ideal, de acuerdo a algunos historiadores de la moda, era una joven de unos 19 o 20 años, moderna hasta la exageración, fumaba en público, bebía hasta ponerse ebria, profería insultos y también se enfundaba en nuevos roles, transformándose en actriz, escritora, bailarina o modelo, incluso muchas de ellas personificaron los primeros desnudos artísticos en la fotografía de la época y fueron el antecedente de las famosas Pin Up Girls.

A las flappers, nada le chocaba, eran francas como sus faldas cortas, que, a principios de los años veinte, al igual que Wall Street, subían cada vez más y más, hasta ascender por encima de las rodillas, enseñando a los hombres occidentales de moral judeo-cristiana de su tiempo, más pierna de la que jamás habían visto en público desde la época de las cavernas.

De tal manera que, la bailarina afroestadunidense Josephine Baker, la actriz sueca Greta Garbo, la directora alemana Leni Riefensthal, el personaje de caricatura Betty Boop, la diseñadora francesa Coco Chanel, la actriz estadunidense Barbara Stanwyck, y la escritora modernista Djuna Barnes representaron el prototipo de las flapper, sin dejar pasar de largo la memoria de la actriz canadiense Fay Wray, protagonista de filme King Kong, y la emblemática alemana Brigitte Helm, la María robótica y humana del filme Metropolis, obra cumbre del director expresionista, Fritz Lang.

Otra personalidad de esos venturosos años, fue la actriz ruso-alemana, Nathalie Margoulis mejor conocida como Lya Lys, quien fuera la protagonista, junto al actor francés Gastón Modot, del filme surrealista, L´Age D’or (La Edad de Oro, 1930) dirigida por Luis Buñuel, cuyo filme causó gran estremecimiento en sectores católicos, y que aún es posible apreciar en (https://bit.ly/2TV8v2T).

En la literatura, la autora estadunidense Djuna Barnes, de quien ya dimos cuenta en esta columna (https://bit.ly/2tcZQy0) escribió en 1928, Ladies Almanack, una obra en la que cataloga las intrigas amorosas de la red lésbica de Barnes, la trama está centrada en los veintes en el salón de Natalie Clifford Barneyen en París. Previamente en 1925, John Dos Passos, publicó Manhattan Transfer, donde utiliza la ciudad de New York como lienzo para describir a los personajes con una profunda desilusión del sueño americano. En la obra Dos Passos expone el lado opuesto de lo romántico de los locos veinte y plantea un mundo monocromático y miserable de la sociedad estadunidense.

Paralelamente, Francis Scott Fitzgerald, publicó The Great Gatsby, un clásico de la literatura universal, donde muestra los contrastes de un tiempo idealizado y desnuda la decadencia de los excesos del sueño americano, obra indispensable para comprender la esencia de los veintes, y considerada por la editorial Modern Library como la mejor novela estadunidense del siglo veinte.

Cabe recordar a Zelda Sayre, novelista perteneciente a la Generación Perdida de escritores estadunidenses afincados en París, también bailarina y esposa de Scott Fitzgerald, inclusive la memoria de Zelda, como regularmente se le conoce, permanece como un icono de la época, ya que fue nombrada por su esposo como “la primera flapper de Estados Unidos”, además su presencia perdura en el nombre del videojuego de culto, Legend Of Zelda.

En el México antiguo podemos recordar a las flappers con las primeras fotos de la joven actriz Dolores del Río, igualmente las de la enigmática artista Carmen Mondragón, mejor conocida como Nahui Olin, y los retratos y andanzas de la escritora Antonieta Rivas Mercado, asimismo, la fotógrafa italiana Tina Modotti, coqueteaba con el sabor de los veintes, aunque para no perder la costumbre, en nuestro país esta moda solo alcanzó a las clases altas, que pese a la Revolución de 1910, mantenían su estatus burgués y supremacista. 

Tristemente, los destinos de las flappers, sucumbieron durante la Gran Depresión, y a pesar de que su influencia llegó a las clases acomodadas de las sociedades occidentales, con la nueva situación económica su permanencia o evolución resultó difícil. El hedonismo y gusto por la moda de estas mujeres fue eclipsado por una reacción conservadora que dominó durante los años treinta, en los que la actitud jovial fue censurada, sin embargo, queda el recuerdo de su importancia en el mundo como germen de la liberación femenina del siglo veinte, misma que cien años después y en plena era de la hiperinformación, cobra nuevos bríos con el surgimiento de un movimiento feminista global. 

Para cerrar esta intervención, recomiendo a los lectores la canción del legendario jazzista Cab Calloway, Minnie The Moocher (https://bit.ly/2RTFzpi) que representa la esencia del ambiente de los fabulosos veintes, acompañados de su sordidez y amor perverso por la cultura criminal estadunidense, que irremediablemente serían el preámbulo de la cultura Beat, de la que ya habrá tiempo de escribir para el público atento a esta columna.

 

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