«EN TACTO CON GAIA. BREVARIO DE MUJERES ARTISTAS» Violette Leduc o la erótica escritura asfixiante - Mujer es Más -

«EN TACTO CON GAIA. BREVARIO DE MUJERES ARTISTAS» Violette Leduc o la erótica escritura asfixiante

 

No pienso en mí como no entendida. Me considero inexistente.

Mi caso no es único: tengo miedo de morir y estoy angustiada por estar en este mundo. No he trabajado, no he estudiado. Lloré, lloré en protesta. Estas lágrimas han ocupado gran parte de mi tiempo.

V.L.

Segunda y última parte.

En la primera parte publicada el día de ayer, se mencionaba cómo Violette retrata al lesbianismo en su obra, con tintes realistas y eróticos, pero legítimamente amorosos, casi poéticos, algo inaudito para la literatura de su tiempo.

Para su tercer libro, Ravages (Devastaciones, 1954), que tardó seis años en redactarse, el comité dictaminador, mayoritariamente masculino, de la Editorial Gallimard, lo consideró demasiado impactante para ser publicado en su totalidad, y calificó la primera parte, que es una representación autobiográfica del apasionado romance entre las colegialas llamadas Thérèse e Isabelle, como un texto lleno de “obscenidad enorme y precisa” y susceptible de “invocar los rayos de la ley”, no obstante, pese a tal reticencia, el capítulo fue publicado hasta 1966, pero como libro independiente, titulado simplemente Thérèse e Isabelle, y fue hasta el año 2000 que se publicó íntegro y sin censura, lo que habla muy mal de la supuesta libertad de expresión de la literatura francesa.

De acuerdo a Levy, “parece como si la libido femenina que impulsa la narrativa en Thérèse e Isabelle, inquietó a (la editorial) Gallimard”, sin embargo, continúa Levy, “en sus propias palabras, Leduc intentaba expresar con la mayor exactitud y minuciosidad posible las sensaciones del amor físico. –El sexo llenaba nuestras mentes-. Y a diferencia de Georges Bataille y del Marqués de Sade, Violette no solo somete al lector a una implacable coreografía de posiciones sexuales. Además, sus protagonistas femeninas experimentan el amor sexual como un encantamiento devastador; tienen opiniones, problemas e incluso padres. Leduc escribió, además, sobre su madre posesiva en toda su obra, y aparentemente nunca escapó de su alcance”. (https://bit.ly/2EJwzNB).

Ante este episodio de cerrazón y cobardía de la editorial, la crítica Deborah Levy sostuvo, de acuerdo a su colega francesa del Paris Review, Emma Garman, que “el pudor de Gallimard, parece basarse en el hecho de que la narrativa de Leduc está impulsada por la libido femenina, casi única en la literatura de entonces y apenas más común hoy en día”. Esa censura literaria, devastó a Violette por la “mutilación” de su libro, lo que le pareció “un asesinato”, y en palabras de Simone de Beauvoir, a la autora le habían “cortado la lengua”. (https://bit.ly/2Mr0tdM).

Lo cierto es que tristemente, Ravages no obtuvo éxito comercial, por lo que Leduc cayó en una depresión profunda y paranoica, una vez abrumada por la migraña y el insomnio, la autora creía que los periodistas ridiculizaban sus fracasos y su fealdad, ante estos ataques de paranoia, Simone de Beauvoir la convenció de que se internara en una clínica psiquiátrica en Versalles, allí permaneció durante seis meses, sometida a una “cura del sueño” y terapia electroconvulsiva, más tarde, ella reveló que, “tuve que aprender a caminar de nuevo, a trabajar mis párpados, y no estaba curada. Tenía que hacerlo todo yo misma”.

En contraste, un capítulo memorable de la vida de la Violette, de acuerdo a la autobiografía de Edmund White (biógrafo de Jean Genet), citada por Levy, fue que “el dramaturgo y Leduc incluso realizaron juntos una película amateur, una recreación de un bautizo en el que Genet, quien era huérfano y gay, interpretaba al niño y la narradora a la madre. Ambos escritores eran ilegítimos, y nacieron en un momento cuando tales cosas importaban. El teatro del bautismo con sus narrativas de pertenencia, del ser ordenado y reclamado, debe haber sido muy potente para escenificar. La mente da vueltas al pensar en lo que podrían haber hecho. Que pena que la película se haya perdido”. (https://bit.ly/362EKkd)

“Si, como señala White”, cita Levy “tanto Proust como Genet estaban desmantelando todas las ideas recibidas sobre la pareja, la virilidad, el amor y los roles sexuales”, la crítica incluiría a Leduc en “la reorganización del andamiaje social y sexual de su tiempo”. Aunque sus biógrafos y críticos afirman que Violette nunca se propuso conscientemente un papel revolucionario en la historia de la literatura desarrollando sus temas como, la soledad, la humillación, el hambre, la derrota, y la desilusión; el hecho es que su origen paupérrimo contrastaba con el del resto del statu quo literario de su tiempo, a veces aburguesado y academicista de muchos de sus antecesores y contemporáneos, por lo que su escritura evidentemente no podría ser de otra forma, esta era totalmente vivencial por lo que hizo de su vida literatura.

Previamente, ya consolidada como escritora, el filósofo existencialista, Jean-Paul Sartre, el icono vanguardista Jean Cocteau y el dramaturgo Jean Genet, fueron algunas de las personalidades que celebraron las dos primeras novelas de Violette, L’asphyxie (La Asfixia, 1946) y L’affamée (El hambre, 1948). -“Ella es una mujer extraordinaria, está loca, fea, barata y pobre, pero tiene mucho talento”, vociferaba un admirado e irónico Genet, además el célebre autor Albert Camus, quien había aceptado a L’asphyxie para su serie en Éditions Gallimard, también consideró a Leduc como una “escritora brillante”. 

Finalmente, con su narrativa, Violette, se reveló como una escritora excepcionalmente dotada para representar inquietantemente la profundidad y la pasión del amor homosexual, al grado de establecerse, de acuerdo a la crítica británica Deborah Levy, como un paralelo femenino, del autor francés Georges Bataille, conocido por una obra literaria y filosófica que buscaba límites exasperantes y eróticos, casi místicos, es decir, la parte maldita y la continuidad, de acuerdo a su pensamiento.

Pero para la crítica actual, ya en pleno siglo veintiuno, es difícil imaginar que las líneas de Leduc fueran calificadas de corruptoras de las sensibilidades del siglo veinte, más que el clásico gay de Jean Genet, Notre-Dame-des-Fleurs (Nuestra Señora de las Flores, 1951) publicado por la propia Gallimard, o cualquier párrafo de Pierre Louÿs e inclusive algunos pasajes de Guillaume Apollinaire, y uno que otro texto de la narrativa erótica de Bataille. Previamente, en 1924, el Ulysses de James Joyce había sufrido censura en Estados Unidos y en Reino Unido, además en 1955, las autoridades francesas presentaron cargos de obscenidad contra el editor moderno del Marqués de Sade, Jean-Jacques Pauvert, y el autor “anónimo” (Anne-Cecile Desclos) de Histoire d’O (Historia de O, 1954).

Censura asombrosa para los tiempos de una emergente posmodernidad, pero comprensible en un mundo en el que la humanidad occidental vivía una suerte de adolescencia, un mundo aún colonialista, que ya había atravesado dos grandes guerras mundiales, revoluciones, crisis económicas, prohibiciones, excesos, desarrollo tecnológico y construía una nueva visión del ser humano, infortunadamente siempre marcado por la moral judeocristiana capitalista.

La Bâtarde, que se publicó en 1964, estuvo entre los nominados al prestigioso Premio Goncourt y felizmente se convirtió en un éxito de ventas, por lo que Leduc alcanzó la fama y reconocimiento literario, posteriormente desarrolló cáncer de seno y murió a la edad de 65 en Faucon, Vaucluse en 1972.

En conclusión, a Leduc a menudo se le conoce, de acuerdo a la crítica del Paris Review, Emma Garman, “como una escritora para escritores, que conlleva connotaciones de gran experimentación. Sin embargo, su obra, lejos de ser engañosa o inaccesible, contiene algunos de los conjuros más crudos y auténticos de la subjetividad humana (autodesprecio, vanidad, lujuria, codicia, alegría, desesperación) que los lectores encontrarán en su escritura. Los colegas escritores de Leduc, sin embargo, obtendrán un placer particular, acompañado de un reconocimiento conmovedor, de sus meditaciones brutalmente francas sobre la vida”.

De acuerdo a Garman “Leduc ha sido aclamada como la mayor escritora desconocida de Francia”, título que se disputaba con la autora estadunidense Djuna Barnes. En 1968, en pleno auge de la revolución sexual, el célebre director estadunidense Radley Metzger, realizó un filme erótico de la novela Thérèse e Isabelle. La película fue bien recibida por la crítica y trata fundamentalmente sobre el amor lésbico adolescente, fue protagonizada por Essy Persson y Anna Gael, sin embargo, cabe señalar que la cinta se encuentra en el acervo del Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York, así como toda la filmografía de Metzger gracias a sus méritos artísticos, aquí se puede ver el filme de manera gratuita: https://bit.ly/2FjWH1V

También es recomendable, apreciar una película de 2013 sobre la vida de Violette, protagonizada por Emmanuelle Devos y dirigida por Martin Provost, cinta que elevó su perfil público de manera moderada, pero en la que Leduc resulta eclipsada por las luminarias literarias de la Rive Gauche francesa (James Joyce, Djuna Barnes, Sylvia Beach, Ezra Pound, Ernst Hemingway, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Gertrude Stein, Djuna Barnes, etcétera) quienes fueron sus amigos y admiradores.

Finalmente, vale el esfuerzo para las nuevas generaciones de la gente de letras en México, recuperar la lectura de la obra de Leduc y valerse de su pluma como una influencia para renovar la machista, apolillada y neoliberal literatura mexicana, que aún está repleta de pacatas y sectarismos burdos y abyectos. Marchita República de las letras mexicanas, en la que muchos de sus protagonistas y caciques, la hacen parecer más a la vieja CTM de Fidel Velázquez, que, a la Generación de Medio Siglo, por mencionar solo un antecedente histórico de calidad e identidad.

 

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