En su introducción al libro “Heinrich von Ofterdingen”, el poeta romántico alemán Novalis, clamaba: “…Ella es la que derrama la luz en nuestros ojos y la que nos ha dado el sentido de las artes; el corazón alegre y el corazón cansado saborean el milagro de una santa ebriedad…Por ti me puedo consagrar al noble arte, pues tú, amada, quieres ser mi Musa y el silencioso Genio que protege mi canto…En sus senos repletos me amamanto de vida; por ella soy ahora lo que soy y puedo levantar, alegre, la mirada. Mi sentido más alto dormía todavía, pero lo veo acercarse volando, como un ángel; desperté y, volando, con ella me llevó”.
El poema anterior, bien puede describir la fruición sublime que provocaba a los artistas mexicanos de la primera mitad del siglo pasado, la belleza serena de María Dolores Asúnsolo Morand, musa del arte, quien naciera en San Luis Missouri en 1904 y más tarde, fuera fundadora de una célebre galería en las inmediaciones del Paseo de la Reforma del entonces Distrito Federal, donde exhibía y vendía obra de los pintores emblemáticos de nuestra historia del arte.
Artistas como David Alfaro Siqueiros, Raúl Anguiano, Federico Cantú, Jesús Escobedo, María Izquierdo, Diego Rivera, Carlos Orozco Romero, Juan Soriano, fueron solo algunos pintores que tuvieron como mecenas y modelo a María Asúnsolo, quien también fue motivo de inspiración para escritores y músicos, además de ser tema de un sinfín de anécdotas, la mayoría de ellas exageradas o falsas, de acuerdo a la propia musa.
Por ejemplo, en algún momento, la fundadora de la Galería de Arte Mexicano y promotora favorita de Siqueiros, Inés Amor, contó alegremente que el pintor en alguna ocasión fue a verla, y a manera de asalto, le pidió “prestados” cuarenta pesos para comprarle a su gran amor, María Asúnsolo, un perfume francés.
Lo cierto es que María fue motivo de una serie de tres retratos portentosos realizados por Siqueiros, mismos que se exhiben ocasionalmente en la sala que llevaba su nombre en el Museo Nacional de Arte, también fue retratada al menos tres veces por su amiga, la pintora María Izquierdo, a quien defendió y apoyó tras la cancelación de su proyecto mural durante 1945 y más tarde en su convalecencia de una embolia sufrida en 1948.
Sobre Asúnsolo, el pintor Juan Soriano rememoró a la periodista Ana Cecilia Terrazas en 1999: “Le pinté dos retratos (Retrato de María Asúnsolo, mujer y niña, de 1941, y Retrato de María Asúnsolo en rosa, de 1942, que cuelgan en el Museo Nacional de Arte) y después nos tratamos toda la vida.
Para Soriano, continua Terrazas, Asúnsolo “era de una hermosura muy rara, porque era una hermosura clásica. En su cara no se sabía lo que pensaba, no era expresiva, pero era muy bonita Hablaba mucho en palabras diminutivas y tenía un encanto, sin ser mujer de las que hablan demasiado o dicen muchas cosas…Tenía un salón en donde recibía todos los días, desde muy temprano, a gente que tenía que ver con el arte, con la política, con diplomáticos, con las cosas que movían al México de ese entonces ahí iban de todas partes”
Soriano narraba que, “cuando Dolores del Río —su prima hermana, cuyo nombre era María Asúnsolo López Negrete de Martínez del Río— decidió vivir en México, le pidió a María que le presentara a gente. A su salón iba gente como María Félix antes de que fuera estrella de cine, cuando ni soñaba o quería serlo, periodistas, pintores jóvenes, yo era muy joven Estaba rodeada de amigos Sólo que, cuando sintió que no podía tener tanto éxito, se casó con un hombre más joven que era político, y no le fue tan bien, desde el principio tuvieron muchas dificultades”
De acuerdo con Soriano, el asesinato del último esposo de Asúnsolo, Mario Colín, “fue una situación muy rara. Luego trataron de implicar a su hijo (Agustín Diener), quien acabó muriendo de tantas torturas a las que lo sometieron, él no sabía de ese mundo. En el fondo, la vida de María fue después bastante solitaria, se fue a vivir al Pedregal y posteriormente a Cuernavaca. La gente ya no la buscaba tanto, había perdido interés en ella y ella se había retirado en un esfuerzo por hacer una vida más tranquila”.
El muralista José Chávez Morado, decía: “Hay mujeres bellas en cada época nada más que María Asúnsolo marcó una época” y continuaba, en una entrevista con la periodista Verónica Espinoza en 1999, “la imagen de María es una bellísima mujer, vestida con un traje de hombre entallado. Era una forma de coquetear de ella, vestirse así. La musa era tan solicitada” narraba Chávez Morado, “que se daba el lujo de posar cuando quería…En un tiempo anduvo María con un hombre al que le decíamos ‘capitán de corbata’, porque siempre usaba una. Era capitán de la armada Tuvo muchos amores, era una mujer deliciosa”(https://bit.ly/2LQI0qz).
María Asúnsolo, además de haber sido poseedora de una inteligencia, visión y belleza excepcionales, fue una promotora artística trascendental, también fue dueña de una gran colección pictórica y un prominente acervo bibliográfico, que fue donado en dos partes a la UNAM, por lo que debe ser reconocida como una mujer fundamenta en la historia artística del país.
El acervo, de acuerdo a la periodista Merry MacMasters, “consiste en una colección de más de 500 publicaciones referentes básicamente al arte, la literatura, la historia y la cultura de México y, la otra, el acervo formado por su tercer marido, Mario Colín Sánchez, sobre el Estado de México y otras entidades del país, que contiene 8 mil 757 libros y folletos, mil 296 volúmenes de periódicos y revistas, así como 633 expedientes que conformaban su archivo particular”. (https://bit.ly/2slgD17 )
Y aunque en el siglo veinte, México fue un destino de viaje obligatorio o el hogar adoptivo de grandes artistas plásticos, escritores e intelectuales de renombre mundial, algunos personajes como Edward Weston, Henri Cartier-Bresson, Malcolm Lowry, D. H. Lawrence, Sergei Eisenstein, André Bretón, Leonora Carrington, Tina Modotti, Antonin Artaud, Lev Trotsky y Luis Buñuel, además de que nutrieron sus obras y pensamiento en nuestro país, y también influyeron al arte nacional que definió gran parte de la identidad de los mexicanos, pero la vida y el legado de María Asúnsolo, mujer excepcional, fue indudablemente, como diría Stephan Zweig, un “momento estelar de la humanidad”.