«EN TACTO CON GAIA. BREVARIO DE MUJERES ARTISTAS» Sylvia Beach, la Penélope de James Joyce II - Mujer es Más -

«EN TACTO CON GAIA. BREVARIO DE MUJERES ARTISTAS» Sylvia Beach, la Penélope de James Joyce II

 

Segunda y última parte.

Cómo se mencionaba el día de ayer, aún Sylvia no tenía una vocación clara, y aunque estaba interesada en el periodismo y la poesía multilingüe, las vacantes para traductores o periodistas en tiempos de guerra, en Francia, fueron pocas.

En 1918, mientras realizaba algunas investigaciones en la Bibliothèque Nationale de París, Beach encontró en una revista literaria el nombre de una biblioteca de préstamo y una librería, La Maison des Amis des Livres, donde fue recibida calurosamente por la dueña que, para su sorpresa, era una joven rolliza y rubia; Adrienne Monnier, quien portaba una prenda que parecía un híbrido entre el vestido de una campesina y el hábito de una monja. Aunque Beach vestía una capa y un sombrero españoles, Monnier supo de inmediato que era estadunidense, durante ese primer encuentro, Adrienne declaró: “Me gusta mucho Estados Unidos”. A lo que Sylvia respondió que “le gustaba mucho más Francia”. Más tarde se hicieron amantes y vivieron juntas durante 36 años hasta el trágico suicidio de Monnier en 1955.

Hubo una relación instantánea entre las dos mujeres que iba a durar toda la vida, lo que finalmente inspiró a Sylvia a encontrar la vocación que estaba esperando y un alma gemela para una formar una pareja, pero antes de tomar la decisión de abrir una librería, Sylvia y Adrianne viajaron a Serbia, que estaba destruida por la Gran Guerra, para trabajar como secretarias y traductoras de la Cruz Roja.

 

Esa experiencia hizo toda una feminista de Beach, ya que las mujeres no tenían voz en las decisiones de la Cruz Roja y, en general, sus aportaciones no eran reconocidas; durante este período fue que la idea de abrir una librería se cristalizó, al principio pensaron montarla en Nueva York, pero era demasiado caro, Londres fue descartada por consejo del poeta belga Harold Monro, propietario de la Poetry Boockstore, por lo que París, combinado con el atractivo de Adrienne Monnier, se convirtió en una elección inevitable.

Fue Adrienne, quien encontró el local que antes era una lavandería, a la vuelta de la esquina de la rue de l’Odéon, en la pequeña rue Dupuytren, y con la ayuda de tres mil francos de su madre, Sylvia pagó el alquiler de los primero seis meses y transformó las sombrías instalaciones en un espacio con ambiente cálido y lo decoró con muebles antiguos comprados en mercados de pulgas, las paredes fueron cubiertas de tela y rematado con pinturas y dibujos, también tenían una estufa de leña que calentaba la tienda y una pequeña cocina, aunque no tenía baño.

Beach siempre había imaginado que la librería también sería una biblioteca de préstamos y, finalmente, el 17 de noviembre de 1919, Shakespeare and Company abrió sus puertas con un éxito inmediato con los clientes estadunidenses establecidos en París, pero lo que Sylvia no había tenido en cuenta fue el apoyo de los ilustres amigos y clientes franceses de Adrienne, como el célebre escritor André Gide, Léon-Paul Fargue, Valery Larbaud y Jules Romains, quienes acudieron a la librería encantados por la atmósfera y la variedad de literatura inglesa y estadunidense que se ofrecía.

No pasó mucho tiempo antes de que James Joyce entrara en la librería y pasara ahí de manera cercana y a veces con penurias económicas los siguientes diez años de su vida. Joyce, a quien le había resultado imposible publicar Ulysses, encontró a su salvadora en Sylvia Beach. Ella no solo asumió la tarea heroica de publicar su vasto trabajo, sino que también se convirtió en su editora, banquera, secretaria y agente no remunerado, asumiendo los problemas de su familia de encontrar alojamiento y médicos, además de establecer contacto con posibles editores internacionales y organizando listas de suscripción para financiar la publicación de su libro.

Shakespeare and Company se convirtió en la oficina de correos, banco y refugio de Joyce, lo que ayudó a hacer de Sylvia Beach la mujer más famosa de París, pero tuvo un costo, tanto por la estabilidad financiera de Shakespeare and Company como por la vida personal de Sylvia. Adrienne Monnier, enfurecida por el trato de Joyce hasta cierto punto abusivo hacia Beach, le envió a Joyce una carta fuertemente redactada.

A pesar de todo el trabajo que Beach hizo por Joyce, ella nunca recibió un centavo después de diez años de incansables batallas para la causa de Ulysses, incluso organizando el contrabando de copias a Estados Unidos y Reino Unido, donde la homóloga editorial de Beach, Harriet Shaw Weaver, fue quien financió el estilo de vida a menudo lujoso de Joyce otorgándole con un apoyo inquebrantable, aunque a menudo se mostraba conmocionada y desaprobaba la extravagancia y excesos con la bebida de James.

Sin el apoyo de estas dos grandes mujeres, Beach y Shaw, el resultado de Ulysses pudo haber sido muy diferente, sin embargo, ninguna de ellas buscó el reconocimiento público que jamás fue justamente recompensado por sus años de dedicación a Joyce y su familia. Para mayo de 1921, Shakespeare and Compan y había crecido tanto que sus instalaciones en rue Dupuytren, que requirió el traslado a locales más grandes y prominentes en 12, rue de l’Odéon, casi enfrente de la librería de Adrienne.

La membresía de Shakespeare and Company fue impresionante, los jóvenes Ernst Hemingway, Gertrude Stein y su pareja Alice B Toklas fueron algunos de los primeros en unirse, más tarde Ezra Pound, T.S. Eliot, Sherwood Anderson y Francis Scott Fitzgerald fueron solo algunos de sus ilustres clientes y amigos.

La librería floreció durante la década de 1920, aunque hubo momentos en que los costos de publicación de Ulysses casi la llevaron a la bancarrota, ya en los años treinta con el éxodo masivo de estadunidenses de París, las ventas cayeron significativamente y Beach se vio obligada a considerar lo impensable: cerrar Shakespeare and Company pero André Gide intervino para salvar la empresa y persuadió a los amigos literarios para que se suscribieran como Amigos de la librería, pagando una tarifa anual de 200 francos.

Aunque las suscripciones se limitaron a un grupo selecto de 200 personas (el número máximo que la tienda podía acomodar), el renombre de los autores franceses y estadunidenses que participaron en las lecturas durante esos dos años atrajo considerable atención a la librería. Beach recordó que, para entonces, “estábamos tan gloriosos con todos estos escritores famosos y toda la prensa, que comenzamos a tener un buen desempeño en los negocios”.

La fama de Shakespeare and Company, fue tal que la novelista Violette Leduc describió el ambiente de la librería en su autobiografía La Bâtarde. En 1941, un oficial nazi, después de que Beach se negó a venderle su copia personal de Finnegan’s Wake, amenazó con regresar al día siguiente y confiscar sus libros, por lo que Beach limpió la tienda y escondió todos los libros en el piso vacío del cuarto piso.

Después de la caída de París, la librería permaneció abierta y, en septiembre de 1941, Beach se vio obligada a cerrar porque fue internada durante seis meses en Vittel, hasta que el coleccionista de arte estadunidense Tudor Wilkinson, logró su liberación en febrero de 1942 y fue devuelta a Adrienne Monnier, en la rue de l’Odéon, para entonces el letrero de Shakespeare and Company fue pintado y después de 22 años, la librería ya no existía.

Nunca volvió a abrir la librería, aunque conservó las instalaciones del cuarto piso donde estaba su apartamento, liberada de las presiones de Shakespeare and Company, Beach comenzó a realizar obras de caridad, asistió a conferencias y volvió a escribir y traducir, siempre con el apoyo y el amor de Monnier quien tenía problemas de salud desde 1950, y en 1954 le diagnosticaron la enfermedad de Meniere. 

Adrienne sufrió por nueve meses los estragos de la enfermedad, que le provocaba delirantes zumbidos y vértigo que, aunados a su reumatismo, resultó ser demasiado para soportar y por lo que tomó una sobredosis de pastillas para dormir de la que no se recuperó y murió el 19 de junio de 1955. 

En los siete años que siguieron a la muerte de Monnier, la contribución de Sylvia Beach a la literatura y la carrera de James Joyce fueron finalmente reconocidas, viajó mucho e incluso se volvió financieramente estable, después de una vida sin riquezas monetarias.

Después de vacacionar en Les Déserts, donde ella y Adrienne habían pasado docenas de veranos en su retiro, Sylvia regresó a su departamento en la rue de l’Odéon, allí fue encontrada muerta por un aparente ataque al corazón el 6 de octubre de 1962.

Fue incinerada después de un simple servicio en el cementerio de Père-Lachaise y sus cenizas fueron enterradas al año siguiente en Princeton. La vida y obra de Beach, ha inspirado a decenas de agentes literarias, editoras y libreras en todo el mundo, su pasión por las letras y su bibliofilia fueron agente de cambio durante los años del modernismo y su legado, igual que el de Joyce, serán recordados por aquellos fervorosos de la literatura y las vicisitudes de sus años salvajes.

 

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