«CEREBRO 40» Día Internacional del Hombre - Mujer es Más -

«CEREBRO 40» Día Internacional del Hombre

 

Que no sea día de la mujer, o del niño, o de la orquídea, porque todo el mundo se desborda en felicitaciones y homenajes.

Hoy es Día Internacional del Hombre y los que le prestemos un minuto de atención a la noticia pensaremos:

-“Todos los días son día del hombre”.

-“Que habría que festejarles si tienen todo ganado en la vida”.

Nada más falso, si bien las circunstancias de los últimos tiempos han puesto en dudable honorabilidad el papel de los hombres en este país, también es cierto que son los mismos hombres los que muchas veces se han visto afectados tanto como las mujeres por las injusticias y los abusos de la sociedad machista en la que vivimos.

Ser hombre es facilísimo, pensaríamos algunos; hablan poco, entienden rápido, engordan lento, se ven interesantes cuando envejecen, se permiten uno y mil hábitos que a las mujeres nos hacen víctimas de una condena social, pueden gritar, pueden salir descalzos a la calle, pueden vestirse todos los días igual, pueden vivir de cerveza y carne asada y lo más envidiable del mundo, pueden hacer pipí parados.

Todo eso es cierto, lo que nunca nos hemos cuestionado es:

¿Qué no pueden hacer los hombres?

En una sociedad machista como la que vivimos y desde el principio de los tiempos, el hombre ha sido visto siempre como proveedor, como protector de su mujer, su familia y su tribu.

El hombre ha sido siempre el responsable de traer alimento, de cuidar a los suyos, siempre ha vivido sabiendo desde su más tierna infancia que no puede fallar.

Un hombre no puede regresar a su casa con las manos vacías, no puede equivocarse y empezar de ceros, no puede descansar sus obligaciones en alguien más, un hombre no puede mostrarse vulnerable ni decir “Estoy cansado”, un hombre no puede llorar. Mide su calidad y su éxito en la vida en base a medallas y triunfos, desde pequeño tiene que ser siempre el más hábil, el más rápido, el más poderoso.

Porque así los enseñaron, porque así los seguimos formando, siempre para competir, para ganar, para ser el número uno.

No hay un juicio más fuerte que el de una sociedad señalando a un hombre por su incapacidad laboral, nada le puede pasar peor a un hombre que no poder desempeñarse exitosamente en el sexo, ellos no tienen manera de fingir ni de dejarse llevar, la responsabilidad de un buen encuentro sexual recae casi en su totalidad sobre la experiencia de un hombre.

Los hombres de ahora tampoco la tienen fácil, deben facturas de generaciones enteras, de crímenes y abusos que ellos no cometieron, están sujetos siempre al estigma de que todos son iguales y buscan lo mismo, de ser insensibles, superficiales, crueles por naturaleza.

Yo conozco muchos hombres, puedo jactarme de haber conocido a los mejores y a los peores, pero sin duda a los que más admiro son a los de en medio, a los que viven su proceso personal, a los que la vida les dio una guía y, sin embargo, han tenido que reinventarse en el camino, a los que reconocen que no son lo que la sociedad espera de ellos y aún así enfrentan cada día la dura carga de ser hombres en un mundo en donde está prohibido fallar.

Admiro a los hombres que se equivocaron y que de sus errores aprendieron a ser mejores compañeros en este camino en donde todos vamos improvisando cada día.

A los hombres que no pidieron ser colocados en una carrera de obstáculos y sin embargo la corren con pasión y coraje.

A todos los que han padecido de la injusticia humana, del machismo de otros hombres, de la victimización de tantas mujeres, a los hombres que aman ser hombres y a los que aman a los hombres y a las mujeres.

Son tan difíciles a veces de entender y muchas veces incomprendidos.

Hombres niños, adultos jóvenes, estudiantes, adolescentes, transgénero, hombres guapos y ágiles, hombres torpes y sin gracia ni talento.

Hombres que enfrentan cada día a la vida con su escudo y su espada de juguete, que luchan rabiosamente por caber en un mundo que espera todo de ellos, que vuelven a su casa exhaustos y en el entendido que es lo mínimo que se espera de ellos, que cada día peleen aguerridamente contra todo y contra todos.

Yo los felicito y les agradezco, me tomo un minuto para aplaudir su gran esfuerzo y el tinte tan maravilloso que dan a este mundo.

A los hombres que nos han cuidado y también a los que nos enseñaron a cuidarnos, a los que nos han amado y a los que no, a los que no supimos amar, a los que no sabemos reconocer y dar un lugar digno para que ellos también puedan desempeñarse libremente y vivir a su manera.

Hombres, las mujeres también los aplaudimos y honramos, también nos disculpamos por haber sido injustas e indiferentes, también lamentamos nuestra frialdad y nuestra descarada exigencia.

No es un tema de igualdad, ni de revancha, es un tema de amor, de contenernos cada quien con sus capacidades, de ayudarnos y apoyarnos, de admirarnos y respetar nuestros espacios.

De valorar y reconocer la lucha de cada uno para que este mundo camine lo mejor posible.

Hombres juzgados por culpas ajenas, por pasados en los que no vivieron, por crímenes que no cometieron.

Hoy es su día, es el día de ponernos en sus zapatos y amarlos, por el simple y sencillo hecho de ser hombres.

 

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