«COLUMNA INVITADA» Toledo y la política - Mujer es Más -

«COLUMNA INVITADA» Toledo y la política

 

Por MARISA IGLESIAS

“Cuando intento hacer pintura política me salen conejos con escopetas”, me dijo Francisco Toledo en una entrevista para la revista GQ México que se publicó en mayo de 2007, seis meses después de la intervención de la Policía Federal que acabó, por la fuerza, con el conflicto magisterial que había paralizado Oaxaca desde junio de 2006.

Hoy, la exposición TOLEDO VE, en el Museo de las Culturas Populares, en Coyoacán, vuelve a cimbrarme y a removerme la memoria. Toledo, uno de los artistas plásticos más complejos y extraordinarios que ha dado México. Un creador volcánico. Un hombre luz. Toledo, un ferviente, comprometidísimo promotor y defensor de nuestra cultura, nuestras culturas. Toledo, un tenaz luchador social. Toledo, ese guerrero, quedó “alterado, agotado, triste”, según me dijo entones. “Fueron meses de estruendo y ruidos y ambulancias y gritos desaforados. Meses muy intensos, muy violentos. De mucho miedo, de mucho coraje. “Ahora”, confesó, “confundo los cohetes de las fiestas con los cohetones de la PFP o la APPO. Y como los perros de la casa, me voy debajo de la cama”.

Estaba rebasado, asustado. Había sido acusado de fraude, por el gobierno de Ulises Ruiz, en uno de sus proyectos más ambiciosos en la región, el Centro de las Artes, en San Agustín Etla, y su casa, en la ciudad de Oaxaca, había sido baleada. Y es que Toledo, a través de su institución PROAX, había tratado de mediar entre los rebeldes y las autoridades desde el principio del conflicto, pero no tuvo suerte.

“Hemos dado muchas batallas”, me dice, “pero nunca violentas. Nunca tiré piedras. Nunca me metí en una barricada. Y siempre fue mesurado para hablar de política”, le respondo. “¿Sigo siendo mesurado, ¿no?”, revira. Y le digo que, según yo, “últimamente, no mucho. No contra el PRI y el autoritarismo de los últimos gobiernos estatales”. Y pone las cartas sobre la mesa: “¿A qué se debe la mesura? Pues a que, como mucha gente en Oaxaca, tengo miedo”. Le pregunto si ha considerado irse, salir un rato de Oaxaca, y me dice que sí, que su familia ya lo pondera. Le digo que podría vivir en donde él quisiera. Nueva York, París… Me dice: “Fíjese que no, por el frío”. Le digo: “¡Venga! No es por el frío. Es que usted está demasiado arraigado”. “No soy yo”, responde, “son los proyectos de los últimos quince años”. Pero Toledo es Oaxaca. Imposible imaginarlo fuera de Oaxaca, lejos de Oaxaca. Toledo es Oaxaca. Y Toledo es México. La representación más generosa del México actual.

Tras el final del conflicto oaxaqueño a manos de las fuerzas federales, Toledo creó el Comité de Liberación 25 de Noviembre y convocó a 58 abogados de ocho despachos jurídicos para articular la defensa de los más de 200 detenidos. Y pagó un gran número de fianzas. Y adoptó a tres viudas y huérfanos de la APPO “para darles un empujoncito en lo que queda del año”. El inevitable Toledo. El mejor Toledo.

“Ya no se puede creer en nada”, dice con pesar. “Pues entonces, mejor vámonos pa’ Mérida”, le sugiero. Y ríe bajito, como si le diera vergüenza.

Le pregunto si el gobierno no le ha reclamado nada. Responde: “Hasta ahora, no. Y espero que cuando lo haga, sea suavecito”.

Toledo nunca se fue de Oaxaca. Y no se acabó después de 2007. Y siguió creando y protestando y exponiéndose. Y abriendo caminos y puertas para él y para otros. Y volado papalotes por las mejores causas. O por puro gusto, hasta donde le dio la vida. ¡Gracias maestro!

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