- Erótica Náhuatl, de Miguel León Portilla
Yo he prestado mi voz al hombre indígena…traduciendo sus palabras del náhuatl al español y difundiéndolas por el mundo. Miguel León Portilla
Celebramos la aparición de un libro que es un canto a la visión y cosmogonía náhuatl sobre el erotismo, los textos poéticos que integran Erótica Náhuatl, editado por Artes de México, revelan la enorme visión y conocimiento que el Dr. Miguel León Portilla tenía sobre los pueblos originarios del México antiguo, al que hoy denominamos Mesoamérica.
El gran Temachtiani Miguel León Portilla (maestro en náhuatl), reúne a lo largo de siete cantos —La historia del Tohuenyo, Canto de las mujeres de Chalco; Las querellas del amor: canto de tórtolas; Nezahualcóyotl y las dos ancianas libidinosas; Afrodita y Tlazoltéotl—, la concepción que los antiguos mexicanos tenían sobre el placer sexual que, lejos de la tradicional creencia de lo meramente reproductivo, era otorgado por los dioses para palear los sufrimientos y tristezas del mundo terrenal.
Materia controversial que León Portilla supo abordar con autoridad e inteligencia a través de diversas fuentes sobre el tema y artículos publicados desde 1959 en la legendaria revista Estudios de Cultura Náhuatl, editada por el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, publicación de la que el filósofo e historiador y su maestro el padre Ángel María Garibay fueron fundadores.
Ya antes había causado revuelo en la comunidad académica internacional con La filosofía náhuatl estudiada en sus fuentes, en 1956. En una edición que dotaba de rostro e identidad a los pueblos originarios y enarbolaba el conocimiento trascendental que tenían de sí mismos. O con la Visión de los vencidos epopeya que abrevó de las traducciones y textos de Garibay y fray Bernardino de Sahagún, y que develó al mundo la conquista de Tenochtitlan en la voz de los propios indígenas.
El dominio de la retórica clásica, su maestría en el conocimiento del griego y del latín, le permitieron al también antropólogo el gusto por las culturas antiguas, el lenguaje y las revelaciones que ha hecho de la literatura náhuatl: poesía, religión, lírica, épicas, dramaturgia… Y es precisamente en la introducción de esta antología donde León Portilla nos acerca a los conceptos y vocablos erótica y náhuatl.
Todo lo relacionado con el amor pasional que afecta mente y corazón y que enciende los genitales es como concibieron los griegos al erotismo en la figura del dios Eros, hijo de Afrodita. Dice León Portilla que aunque Eros y Afrodita eran desconocidos en Mesoamérica, donde quiera que hubiera amor, pasión y sexo, se percibía la acción de este dios predilecto de lo carnal.
Y qué mejor ejemplo que La historia del Tohuenyo, que disfrazado de huasteco hechizó a la princesa tolteca de calentura, al verle el miembro viril mientras vendía chiles desnudos, sin maxtle (taparrabo), en el mercado de Tula. Huémac, señor de los Toltecas, al notar que su hija había enfermado de ardor mandó traer a aquel forastero y ya en su presencia le dijo: “Tú les has despertado el ansia a mi hija, tú la curarás”.
A lo largo de Erótica Náhuatl encontramos metáforas, alegorías, poemas, lirismo y la picardía fina que distingue a la lengua náhuatl. Sin duda, uno de los más bellos e ingeniosos es el Canto de las mujeres de Chalco, en el que viéndose sometidos por el gran emperador de Tenochtitlan, las mujeres guerreras de esa entidad retaron a sus opresores y, valiéndose de sus encantos y virtudes, impusieron un asedio erótico al gran tlatoani Axayácatl: “¿Acaso ya no seguirás con fuerza? / Haz que se yerga lo que me hace mujer / pero no, no, todavía no desflores / compañerito, tú, Señor, pequeño Axayácatl”.
Erótica náhuatl se complementa con la extraordinaria obra gráfica del maestro Joel Rendón, quien a través del lenguaje poético y su representación en imágenes hizo de este libro una estampa sui géneris del grabado mexicano.
Don Miguel León Portilla forma parte de esa estirpe de grandes historiadores del México antiguo (Francisco Javier Clavijero, Bernardino de Sahagún, Manuel Gamio y Ángel María Garibay), cuyo origen se remonta, sin duda, a los filósofos mexicas o Tlamatini. Una raza de pensadores que trasciende el tiempo para defender y enaltecer la grandeza y pensamiento de los indígenas de ayer y de hoy.