- “Creo ser mejor lector que escritor”
Dentro de los géneros periodísticos, de la llamada entrevista de personalidad están muchas que me han llamado la atención; tanto por la voz y la pluma del periodista, como por las celebridades del siglo XX y parte del XXI que cambiaron la historia y dieron un giro a nuestra forma de entender la cultura y la política.
A continuación cito algunas: la que le realizó Jann S Wenner a Johnn Lennon, en 1970, para la revista Rolling Stone. Es la charla más fascinante que Lennon dio. En 1957, Truman Capote conversó con Marlon Brando durante una cena. “La mitad de la noche el maldito me contó los problemas de su vida, lo último que podía hacer era contarle parte de los míos”, dijo Brando más tarde. La nota la publicó en el The New Yorker. “Si el diablo me ofrece una entrevista…voy a los infiernos”, decía Don Julio Scherer. No lo sé de cierto si fue a los infiernos. Lo que sí sé es que fue a encontrase en una parroquia del entonces Distrito Federal para entrevistar al polémico subcomandante Marcos, luego de 1994.
Hay una que me gusta en particular. La que concedió José Luis Borges a un chico de 15 años, en 1982, y que permaneció inédita durante 30 años. El autor de El Aleph, quien este sábado cumple 120 años de su nacimiento, recibió en su casa a Claudio Pérez Míguez, cuya maestra de literatura de tercer grado de secundaria le encargó hacer un trabajo práctico de esta disciplina entrevistando a un personaje de la época.
El muchacho buscó varias semanas al maestro en el directorio telefónico hasta que finalmente éste respondió una llamada “venga mañana 10 o 10 y media”, y Claudio preparó un cuestionario nada convencional a lo periodístico. Como el trabajo había que presentarlo en equipo se hizo acompañar de varios de sus compañeros, y a las 10 en punto se presentaron en el piso de Borges, En Buenos Aires. (Por razones de espacio, la entrevista ha sido resumida).
¿Podría contarnos cómo estaba constituida su familia?
Si, mi madre era criolla, era católica, a la manera argentina, es decir, más una cuestión social que teológica. Mi abuela inglesa era de tradición protestante, predicadores metodistas. Ella sabía de memoria la biblia. Usted le recitaba un versículo cualquiera y ella le decía, si, Libro de Job, versículo tal y seguía adelante.
¿Qué estudios realizó usted?
Pocos. Yo estudié en el Collége de Ginebra. Estudié y tengo mi bachillerato. Ahí había dos materias principales, que eran el francés y el latín. Yo comprendí que si estudiaba bien el francés y el latín podía prescindir de las otras materias, lo cual ha hecho que yo sea extraordinariamente ignorante…
Mas adelante aclaró que los títulos Honoris Causa que hasta entonces había recibido no eran más que generosidades. Un favor que le otorgaban y que, por supuesto, agradecía. “Aunque no sé si lo merezco”. “Personalmente puedo decir que soy bachiller del Collége de Calvino de Ginebra”, añadió.
Quien en esta conversación se definió más lector que escritor, habló de sus inicios por la vocación literaria. Reconoce que no recuerda una época sin leer ni escribir. “Yo siempre estaba leyendo y escribiendo”. Dice que su padre le dijo que leyera solo cuando le interesara, y que solo escribiera cuando tuviera necesidad de hacerlo. Que escribiera mucho, que rompiera mucho, y que no me apresurara a publicar, ya que publicar no es parte necesaria del destino de un escritor.